Héctor
Olivares Álvarez
Desde los
gobiernos de la dictadura perfecta a los gobiernos de la transición, con Fox y
Calderón, al regreso de la versión descarnada y descara del PRI de Peña Nieto,
el tema de la salud, salvo excepciones, no figuró en las primeras planas. Con el
arribo del proyecto de nación encabezado por Andrés Manuel López Obrador, el
tema de la salud ocupa un lugar preponderante en la agenda pública nacional,
pues la propuesta obradorista (Instituto Nacional de Salud para el Bienestar)
significa una ruptura del modelo hegemónico de atención a la salud promovido
por los gobiernos neoliberales a través del Seguro Popular, el cual nunca terminó
de resolver los problemas de salud de la población, en cambio se convirtió en la
caja “chica” de gobiernos estatales y fuente de enriquecimiento de funcionarios
corruptos.
“El
nacimiento, la enfermedad, el sufrimiento, la recuperación y la muerte, muestra
nuestra condición humana común. Por eso el tema de la salud genera acuerdos, es
un valor compartido, un gran elemento de empatía, un campo propicio para
movilizar sentimientos de solidaridad, porque nadie es culpable de sus
enfermedades. De modo que el ámbito del debate ideológico es muchísimo más
estrecho que, digamos en la educación, en donde todavía se discute si la
educación debe ser laica o religiosa”. Es cierto que el tema de la salud tiene
ese sustrato que facilita la construcción de acuerdos, pero también puede
propiciar la confrontación cuando prevalece el beneficio personal sobre el
colectivo. Por eso es necesaria una transformación radical de Sistema Nacional
de Salud y del Modelo de Atención actual, basado en la simulación, la
deshumanización y una corrupción que permea todos los niveles y vuelve inviable
cualquier esfuerzo de transformación que parta de sus pútridos cimientos.
La
organización de un Sistema de Salud óptimo, es decir integral, universal e
incluyente, sigue siendo hasta hoy una tarea inconclusa en la agenda pública
del Estado Mexicano. Por eso, la transformación debe de ser radical, sin
concesiones y sin contemplaciones, donde la erradicación de la corrupción se
impone como un imperativo insoslayable. Cierto que las medidas y consecuencias
no serán tersas, habrá que vencer inercias y resistencias y corregir de
inmediato las desviaciones que necesariamente se darán en este proceso de
transformación. Habrá que dar una respuesta inmediata a los miles de
trabajadores que se vieron afectados con la desaparición del programa PROSPERA,
a las inquietudes y demandas de la médicos residentes, de los becarios, de los
usuarios que sin entender lo que sucede, siguen esperanzados en el acceso a
servicios de salud de calidad. No hay tiempo para la retórica.
La
renuncia de German Martínez a la Dirección General del IMSS, denota,
contrariamente a los detractores de la transformación, una dinámica que rebasa
las buenas intenciones y las propuestas “a medias”, la transformación va, y va
en serio.
La
disputa del Director del IMSS con la Secretaria de Hacienda no es nueva, de
hecho los artífices del Sistema de Protección Social en Salud y de su brazo
operativo, el Seguro Popular, tuvieron que emplearse a fondo para hacer frente
“al hueso más duro de roer”, pues Hacienda no acepta argumentaciones morales,
viscerales, son los números duros y el adentrase en la lógica de ellos para
demostrar los beneficios de las propuestas, máxime ahora que la Secretaria de
Hacienda no está coludida con políticos y funcionarios corruptos. Y es que Don Germán no la tenía fácil pues
adonde volteara las cuentas no le salían, presupuestos amañados,
discrecionalidad en el gasto, corrupción y una sobredemanda de servicios que
reflejan en gran medida el desinterés de
los gobiernos por la salud pública.
No,
definitivamente que no será fácil cabalgar en caballo de “hacienda”. Para
convencer a los que deciden el destino de los presupuestos no son suficientes
las buenas intenciones, mucho menos la autosuficiencia, los alegatos de una autonomía
financiera mal entendida, máxime cuando estas hasta el cuello de ineficiencia
administrativa, de una corrupción sistémica y de una falta de visión o de
compromiso son el cambio verdadero con la transformación.
Aquí
en Jalisco, la Refundación no ha terminado de definir quién es quién en salud.
De eso hablaremos después, pero como reza el dicho “cuando veas las barbas de
su vecino cortar, pon las suyas a remojar”.
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