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martes, 2 de abril de 2019

La inteligencia artificial








Samuel Gómez Patiño



Recién iniciado el siglo, en 2001 aparece en las salas de cine una película dirigida por Steven Spielberg (originalmente de la mente maestra de Stanley Kubrick), Inteligencia Artificial (AI) con las actuaciones de Haley Joel Osment, Frances O’Connor y Jude Law, con una visión del futuro sobre el tema y sus implicaciones.

            La historia relata un futuro donde escasea la alimentación debido a las catástrofes mundiales y se ven en la necesidad de evitar la explosión demográfica a través de restricciones en los nacimientos; la familia Swinton tienen a su hijo en animación suspendida por lo que pueden entrar al programa de adopción de niños artificiales, prototipos de Cybertronics y les conceden a “David”, un robot con un gran parecido a los humanos. Al activar a David, este inicia amando a su madre adoptiva, aunque no comprende del todo la vida humana.

            En esta historia encontramos la disyuntiva del amor real o programado. David se programa para amar y proteger a sus padres mientras que ellos deberán aprender a quererlo como a un hijo; el problema se desata cuando el verdadero hijo de los Swinton es despertado y regresa a casa y se encuentra con David y Martín ante los celos de perder el amor de sus padres realiza acciones humanas, como desacreditar el amor de David y, que sus padres terminen creyendo que es peligroso mantenerlo en casa. El humanoide es soltado a su suerte y vive una serie de aventuras en busca de su mamá (la señora Swinton) ya que no está programado para olvidarla y menos para odiarla.

            Hace 19 años interrumpió esta película en el escenario para cuestionarnos si estamos preparados para la tecnología que todavía nos hace falta conocer. “I Robot”, también nos pinta una idea similar, hasta donde serán beneficiosos los avances que logramos como humanidad, pero, sobre todo, ¿nos estamos preparando para ello?

            La respuesta quizás la podemos encontrar en el uso de los llamados teléfonos inteligentes o “Smartwatches”. Se supone que la tecnología, de la mano de los avances en Internet y las redes debería ser aprovechada adecuadamente para mejorar las habilidades y desarrollar mejor el potencial de cada persona, pero no estamos preparados para ello. Por ejemplo, ¿acaso no has visto un bebé de escaso un año, sentado en su porta bebés con un celular en la mano?, seguro no le va a llamar a su mamá para decirle que tiene hambre, para eso utiliza su medio de comunicación, que suele ser más efectivo: el llanto. Pero la madre no quiere ser molestada por las necesidades del pequeño, así que lo entretiene con el dispositivo.

            Curiosamente, escucho decir a las personas que los niños nacen con otro “chip” que incluye la movilidad del teléfono (moviendo la pantalla con los dedos mocosos), el uso de las redes sociales (perfil de Facebook, donde aparece que tiene 18 años), en lugar de leer libros encuentra de “todo” en el Internet (sin la supervisión de sus progenitores), y los llamamos inteligentes porque utilizan todos los medios modernos que nosotros no sabemos usar correctamente porque son demasiado avanzados (y porque le tenemos miedo).

            Sin duda alguna, la vida se puede mejorar gracias a los avances tecnológicos, sobre todo de la inteligencia artificial, pero antes debemos prepararnos para utilizarlos correctamente. Los autos autónomos pueden ser un gran ejemplo de lo que les comento. No espero adquirir un auto, en el que no tenga que sentarme al volante para maniobrarlo, que me lleve de forma segura y entonces, pueda aprovechar mejor el tiempo: leer un libro, preparar una exposición, charlar con mis acompañantes o simplemente admirar el paisaje. Pero como hemos sido educados, me parece que la mayoría vería una forma de tomar bebidas embriagantes hasta desmayarse, al fin y al cabo, el auto los lleva seguro a casa.

            Sin duda, existen personas responsables, pero me parece que la mayoría no lo está. Mis alumnos no comprenden que en la clase deben mantener apagados sus celulares para que estén más atentos del tema a tratar que de que reciban una llamada que nunca llega. Por supuesto, hay los que lo aprovechan para investigar y saber más de la temática, pero estos son los menos. Les comento que en mi caso nunca contesto mi celular si estoy dentro del salón de clases o si voy conduciendo mi carro. Si de verdad es una emergencia se comunicarán más adelante.

            Me fascina el mundo que estamos viviendo, pero me preocupa que nuestra educación no avanza a la misma velocidad. Por cierto, no creo tampoco que la tecnología nos está condenando al desempleo, pero si la indolencia de aprender, de adecuarnos a lo nuevo. Debemos aprovechar la IA para vivir de una manera adecuada y feliz.

            La próxima semana: “El empaque, no solo protege”.
  
            Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño

*Director del Área 1 de los Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California

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