Samuel Gómez Patiño
Recién iniciado el siglo, en 2001
aparece en las salas de cine una película dirigida por Steven Spielberg
(originalmente de la mente maestra de Stanley Kubrick), Inteligencia Artificial
(AI) con las actuaciones de Haley Joel Osment, Frances O’Connor y Jude Law, con
una visión del futuro sobre el tema y sus implicaciones.
La
historia relata un futuro donde escasea la alimentación debido a las
catástrofes mundiales y se ven en la necesidad de evitar la explosión
demográfica a través de restricciones en los nacimientos; la familia Swinton
tienen a su hijo en animación suspendida por lo que pueden entrar al programa
de adopción de niños artificiales, prototipos de Cybertronics y les conceden a
“David”, un robot con un gran parecido a los humanos. Al activar a David, este
inicia amando a su madre adoptiva, aunque no comprende del todo la vida humana.
En
esta historia encontramos la disyuntiva del amor real o programado. David se
programa para amar y proteger a sus padres mientras que ellos deberán aprender
a quererlo como a un hijo; el problema se desata cuando el verdadero hijo de
los Swinton es despertado y regresa a casa y se encuentra con David y Martín ante
los celos de perder el amor de sus padres realiza acciones humanas, como
desacreditar el amor de David y, que sus padres terminen creyendo que es
peligroso mantenerlo en casa. El humanoide es soltado a su suerte y vive una
serie de aventuras en busca de su mamá (la señora Swinton) ya que no está
programado para olvidarla y menos para odiarla.
Hace
19 años interrumpió esta película en el escenario para cuestionarnos si estamos
preparados para la tecnología que todavía nos hace falta conocer. “I Robot”,
también nos pinta una idea similar, hasta donde serán beneficiosos los avances
que logramos como humanidad, pero, sobre todo, ¿nos estamos preparando para
ello?
La
respuesta quizás la podemos encontrar en el uso de los llamados teléfonos
inteligentes o “Smartwatches”. Se supone que la tecnología, de la mano de los
avances en Internet y las redes debería ser aprovechada adecuadamente para
mejorar las habilidades y desarrollar mejor el potencial de cada persona, pero
no estamos preparados para ello. Por ejemplo, ¿acaso no has visto un bebé de
escaso un año, sentado en su porta bebés con un celular en la mano?, seguro no
le va a llamar a su mamá para decirle que tiene hambre, para eso utiliza su
medio de comunicación, que suele ser más efectivo: el llanto. Pero la madre no
quiere ser molestada por las necesidades del pequeño, así que lo entretiene con
el dispositivo.
Curiosamente,
escucho decir a las personas que los niños nacen con otro “chip” que incluye la
movilidad del teléfono (moviendo la pantalla con los dedos mocosos), el uso de
las redes sociales (perfil de Facebook, donde aparece que tiene 18 años), en
lugar de leer libros encuentra de “todo” en el Internet (sin la supervisión de
sus progenitores), y los llamamos inteligentes porque utilizan todos los medios
modernos que nosotros no sabemos usar correctamente porque son demasiado
avanzados (y porque le tenemos miedo).
Sin
duda alguna, la vida se puede mejorar gracias a los avances tecnológicos, sobre
todo de la inteligencia artificial, pero antes debemos prepararnos para
utilizarlos correctamente. Los autos autónomos pueden ser un gran ejemplo de lo
que les comento. No espero adquirir un auto, en el que no tenga que sentarme al
volante para maniobrarlo, que me lleve de forma segura y entonces, pueda
aprovechar mejor el tiempo: leer un libro, preparar una exposición, charlar con
mis acompañantes o simplemente admirar el paisaje. Pero como hemos sido
educados, me parece que la mayoría vería una forma de tomar bebidas
embriagantes hasta desmayarse, al fin y al cabo, el auto los lleva seguro a
casa.
Sin
duda, existen personas responsables, pero me parece que la mayoría no lo está.
Mis alumnos no comprenden que en la clase deben mantener apagados sus celulares
para que estén más atentos del tema a tratar que de que reciban una llamada que
nunca llega. Por supuesto, hay los que lo aprovechan para investigar y saber
más de la temática, pero estos son los menos. Les comento que en mi caso nunca
contesto mi celular si estoy dentro del salón de clases o si voy conduciendo mi
carro. Si de verdad es una emergencia se comunicarán más adelante.
Me
fascina el mundo que estamos viviendo, pero me preocupa que nuestra educación
no avanza a la misma velocidad. Por cierto, no creo tampoco que la tecnología
nos está condenando al desempleo, pero si la indolencia de aprender, de adecuarnos
a lo nuevo. Debemos aprovechar la IA para vivir de una manera adecuada y feliz.
La
próxima semana: “El empaque, no solo protege”.
Me
gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 de los
Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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