Los conjurados
Ricardo Sigala
El viernes pasado fue 8 de marzo,
Día Internacional de la Mujer, y es necesario hacer ciertas precisiones, decir
que se trata de una fecha emblemática asociada a la histórica lucha por los
derechos de las mujeres, y que esta no es una lucha exclusiva de las mujeres,
pues las condiciones de justicia y equidad deben ser prioridad del conjunto de
la sociedad. También es fundamental establecer que esta fecha y estas luchas
están asociadas con las más diversas manifestaciones del movimiento feminista,
y que gracias al feminismo hoy en día muchas mujeres pueden ir a la
universidad, tener participación política, es decir pueden votar y aspirar a
cargos públicos, pueden abrir una cuenta en el banco con su nombre y ser
propietarias legales de bienes inmuebles; que gracias al feminismo las mujeres
pueden percibir un salario y tener derechos laborales; pueden decidir con quien
casarse y divorciarse si así lo desean, y decidir sobre su sexualidad y su cuerpo.
Los
avances en equidad son innegables, pero también es cierto que aún no se logran
las condiciones de igualdad deseables: las mujeres siguen ocupando cargos
subalternos (en los que casi siempre las supervisa hombre), suelen ganar menos,
son cosificadas, suelen tener responsabilidades productivas al mismo tiempo que
continúan con las responsabilidades tradicionales del hogar, son acosadas
laboral y sexualmente, son violadas y asesinadas por su condición de género.
Además, tienen que hacer frente todos los días a los prejuicios sociales y
culturales que las ponen en desventaja frente a los hombres.
Estoy
de acuerdo con la escritora argentina Claudia Piñeiro cuando asegura que “Hoy
no hay mejor ejemplo de ciudadanía activa que el movimiento feminista”, y me
preocupa en verdad cuando vemos campañas de desprestigio contra los grupos de
activistas que luchan por los derechos de las mujeres, campañas que se valen de
los adjetivos más degradantes que se pueda imaginar y, lo que es peor, que esos
términos llegan a popularizarse y se usan de manera insensata, como es el caso de
la palabra feminazi. Se trata de un manejo ideológico irresponsable, pues nada
más opuesto a la ideología nazi que un grupo de personas preocupadas por la
igualdad de condiciones entre los ciudadanos, en especial cuando se trata de
grupos que históricamente han sido objeto de discriminación. Este tipo de
prácticas forma parte de un conglomerado más amplio en que se incluyen acciones
concretas como la eliminación del Instituto de las Mujeres en Jalisco o la
criminalización del aborto en Nuevo León.
Resulta
preocupante la forma en que algunas personas e instituciones asumen El día
Internacional de la Mujer, pues lo ven como una celebración en la que se
felicita a la mujer por ser madres y hermosas, es decir no por sus condiciones
intelectuales, laborales, políticas ni sociales, si no por un azar genético, y
además estereotipado. Otros, en sus discursos oficiales o sus publicaciones de Facebook
enfatizan la vulnerabilidad femenina como un rasgo natural y destacan el papel
del hombre como protector, defensor y guardián de ese ser frágil e incompleto.
La incomprensión del Día Internacional de la Mujer se manifiesta de las más
diversas maneras: los portales de las instituciones se pintan de color rosa,
hacen conferencias en donde se destaca el carácter divino de la mujer-madre y
su belleza excepcional; entonces uno se pregunta, qué pasa con las mujeres que
deciden no participar de los estereotipos de “lo femenino”, con las que no
pudieron o no quisieron ser madres, con aquellas que no son consideradas
bellas, ¿acaso ya no forman parte de su concepto de mujer, deben ser excluidas
de las celebraciones por el Día de la mujer? Otra variante es la del jefe que
manda flores a sus subordinadas, como si una flor fuera a contribuir con sus
derechos laborales y sus condiciones de igualdad.
Mucho
se ignora sobre el significado real de El día Internacional de la Mujer, sobre
el compromiso y la responsabilidad que este implica, sobre la lucha que tanto
hombres y mujeres debemos librar todos los días para que nos podamos sentir orgullosos
de una sociedad equitativa, participativa y consciente, en la que ser mujer no
sea una desventaja.
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