María
del Carmen Torres Avalos
“La
primera institución educadora del individuo es la familia”, así reza uno de los
dichos populares. Y efectivamente, la familia es el ambiente social donde el
individuo inicia la formación de principios, valores morales y la noción de
vida. Como se puede observar la familia socialmente es muy importante en la vida del individuo,
ya que es la célula original donde desde pequeño se prepara para vivir en
sociedad. Luego entonces, mientras mejor
organizada esté la familia, más sólida y favorable será la organización social
para el sujeto.
Cuando un alumno llega por primera vez de manera formal a una
institución, lleva las expectativas que la familia ha cimentado en él. Desde
siempre, la escuela ha sido una institución socializadora, un espacio de
construcción de “convivencia” entre diferentes grupos sociales y culturales.
En nuestro País, y la Región Sur de Jalisco no es la
excepción, existe una gran pluralidad de
familias, por tanto se pueden observar en un centro educativo distintas
prácticas culturales, estratos sociales,
características personales de los alumnos en cuanto a competencias
desarrolladas y por desarrollar, intereses y motivaciones que hacen un crisol
de elementos mínimos indispensables, los cuales un docente debe tomar en cuenta
para realizar la planificación, desarrollo y evaluación de las actividades en
los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales con los
respectivos alumnos.
El docente, por más que se prepare y fundamente sus labores
con las mejores teorías Psicológicas, Pedagógicas, Sociales, Antropológicas. Y
en sus grupos, de 30 o 40 alumnos, trate de hacer interesante, práctica, amena
y real la clase, estas acciones no serán suficientes. Pues al educando le falta
encontrar la utilidad de la escuela en su vida cotidiana y esa vinculación la
vivencian en las acciones que los mentores día a día establecen a los
estudiantes como “Tareas” para casa.
Las tareas aportan infinidad de beneficios: Repasar
contenidos vistos en la clase; desarrollar destrezas de investigación, pues
algunas tareas son temas a tratar en la
siguiente clase, esto permite que el alumno no llegue a la clase en blanco;
promueven el desarrollo de hábitos de estudio y organización del tiempo, entre
otras. De tal forma, mientras más constante sea la dedicación de los niños en
sus tareas, más alto será su rendimiento en la escuela.
Cuando los padres de familia apoyan a sus hijos con la
elaboración de sus tareas escolares, fortalecen el aprendizaje en sus pequeños,
pero sobretodo, demuestran su interés y afecto por ellos.
¡Vayamos
pues, docentes y padres de familia desde el lugar que nos corresponde a
desarrollar nuestras responsabilidades!
*Asesor
del Centro de Actualización del Magisterio de Cd. Guzmán.
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