*Mercedes Imelda Avalos Ruiz
Todas las personas que estamos involucradas en
un proceso educativo nos convertimos en agentes del mismo de forma directa o indirecta,
de acuerdo al papel que desempeñamos y aunado a algunos otros factores como el
tiempo y la experiencia, tomamos conciencia sobre las repercusiones de nuestro
desempeño y dedicación.
Cuando se crea un
considerable porcentaje de valorización sobre el efecto que ocasiona nuestro
quehacer educativo cotidiano nos percatamos de algo conocido para todos los
inmersos en este ámbito; la elección de estrategias, dinámicas y técnicas de
trabajo, ya sea en base a una metodología u otra, pero tenemos que seleccionarla.
Todas ellas adquieren una importancia enorme para el logro de objetivos en
nuestro espacio áulico educativo y en todos los espacios físicos que utilizamos
para complementar nuestro quehacer docente. Nos permiten facilitar el alcance
de nuestros propósitos, madurez de los alumnos y práctica de competencias y
habilidades si dentro de esa elección está presente y constante el objetivo que
pretendemos alcanzar.
Por ello, y en base
a las investigaciones de muchos teóricos y de manera personal en los años que
como docente he tenido la suerte de ejercer; el juego se ha convertido en mi
estrategia principal y favorita de trabajo. Primero, por haber ejercido 20 años
en preescolar, el nivel educativo donde “juego” es sinónimo a niño (educando)
y/o viceversa y en segundo lugar porque ahora colaborando en la formación y
actualización de maestros de Educación Básica, no se excluye dicha estrategia,
incluso al implementarse con adultos, siempre y cuando se elija y prepare las
más adecuada que tome en cuenta las características del espacio y de las
personas con que se llevará a cabo.
Así que todo
aquello que en un momento dado se puso en práctica en mi periodo como
educadora, ahora; con sustentos teóricos más actualizados y con nuevas
experiencias, enfoques y adecuaciones, reitero que el juego es la estrategia
didáctica por excelencia para trabajar con los educandos, y en ello incluyo no
solo a los alumnos de preescolar por sus peculiares características, sino que
también entran en la dinámica de aprendizaje, socialización y diversión al
mismo tiempo los que ahora acuden a cursos o talleres en los grupos que me
corresponde atender en la actualidad, como son los docentes de la región, en el
Centro de Actualización del Magisterio.
Por experiencia
puedo decir que el juego se convierte en una estrategia formativa por
excelencia si el docente del grupo sabe elegirla adecuadamente, planearla,
estructurarla, adecuarla o reinventarla si eso se ocupara para que de verdad
fuese más significativo el aprendizaje que se provoque en los educandos.
Ahora bien; primero
es conveniente aclarar a qué nos referimos con ésa categoría preestablecida de
“formativo”. Si asumimos o usamos el concepto solo en base a su acepción como
tal, podemos deducir que formativo es todo aquello que da forma, que moldea, va
creando estructuras. Y si lo unimos a la palabra juego resulta clara la
concepción de ambas, ya que nos estaremos refiriendo al tipo de juego que
aporta algo a sus participantes, permite y favorece un cambio de estructuras,
proporciona un aprendizaje, va formando el carácter, se asumen conductas,
reglas, posturas que poco a poco nos van formando y colaboran al desarrollo del
individuo en muchos aspectos.
Es imposible querer
moldear un ser humano, como en un embase a la sustancia para hacer gelatina,
pero sí es factible que las influencias del medio ambiente repercutan de tal
manera que provoquen un efecto. En ello nos podemos respaldar para decir que si
al asistir el educando al sistema educativo formal (quizá e incluso al no
formal) de manera continua, debe de trascender de alguna forma lo que dentro de
ésas instituciones se maneje, y con mayor razón cuando se procura acercarlo al
conocimiento por un medio más interactivo, facilitando el acceso a contenidos a
través de estrategias que resultan amenas y nos permiten aprehender la
información que se maneja de una forma sutil y atractiva.
Por ello es
recomendado por estudiosos del proceso enseñanza-aprendizaje, que se realicen
las actividades educativas con diversidad de estrategias y de manera especial
para el trabajo con los niños ya que por medio del juego podemos inculcar
hábitos, costumbres, valores y normas de conducta. Como jugando se aprende a
leer y escribir y jugando se lleva a cabo un proceso cognitivo que facilita con
su ejercicio el aprendizaje de nociones y estrategias matemáticas.
Si en nuestros
tiempos de infantes nos hubiesen acercado mejor a juegos reflexivos con
números, no sólo al tradicional “bebeleche”, habríamos hecho un lado ésa común
aversión a ellos. Por ello la importancia de la escuela como facilitador y
complemento en los intereses y necesidades del niño, ya sean vivenciales,
experimentales, en un clima descontaminado y culturalmente más elevado o
enriquecido que el mismo ámbito de procedencia.
Para el menor el
juego es tan importante como lo es para el adulto el trabajo, por lo que se
convierte en la actividad directriz por excelencia para acceder al conocimiento
y exploración del mundo en el que se desarrolla. Por todo lo antes mencionado
es conveniente para el formador o cualquier agente educativo utilizar el juego
con una organización y estructuración específica que favorezca nuestros
objetivos, se convierte en el trascendental juego formativo.
Para el adulto el
juego tiene un enfoque diferente, ya que es parte del esparcimiento, recreación
y ocupación de tiempo libre, así como la identificación de información de una
manera amena. Pero si se visualiza desde otro punto de vista se puede detectar
que es un ejercicio cerebral estupendo, nos permite mantener ágil nuestras
habilidades intelectuales, con un simple juego de dominó o baraja se efectúan
procesos cognitivos que evitan la pasividad del cerebro. Por todos sus
beneficios, de manera personal hago una reflexión sobre este tema e insisto en
sugerir al docente la implementación del juego o dinámicas como estrategia
educativa.
*Asesora en el Centro de Actualización del
Magisterio
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