Los artistas son los verdaderos
arquitectos del cambio
y no los políticos o legisladores que aplican
el cambio luego de que sucedió.
y no los políticos o legisladores que aplican
el cambio luego de que sucedió.
William
Burroughs
Marguerite
Duras, en un ensayo incluido en Los ojos
verdes, nos recuerda que “es obvio que es ahí, en el propio espectador,
donde se hace el cine”; allí mismo declara: “Quizás sea ese lugar, en la sala
de proyección, donde este espectador encuentre su verdadera soledad, la cual
consiste en apartarse de sí mismo. Cuando se entrega al cine, la película cuida
de él, dispone de él, hace de él lo que quiere”, lo que me ha llevado a meditar
sobre la alta responsabilidad que conlleva hacer una película, pues el
resultado de cualquier impacto y transformación se verá reflejado en la nueva conducta
y visión que de sí mismo tendrá —de sus semejantes y de toda la sociedad—
cualquier espectador.
El
arte en general, y el cine en particular, ha sido motor con el cual los
artistas han manifestado las nuevas formas que van adquiriendo las sociedades.
A través de los filmes se reflejan las nuevas costumbres y aspiraciones
sociales de un mundo distinto. El cine es un medio ideal para colocar posturas
ante la vida, visiones, críticas y manifestaciones culturales e ideológicas.
Cuando
hablo de cine, exalto al buen cine, las buenas historias narradas a través de
imágenes continuadas, en las que se revela una postura filosófica y política,
no aquel para consumo o mero comercio. Me refiero al cine que la industria de
Hollywood ha permitido, por decirlo así, su existencia: la obra fílmica de
regiones del mundo donde los cineastas tienen ideas y desean manifestarlas. A
ese que concilia opiniones y expansiones de una sociedad en constante
transformación y cambio y que es, a la vez, obra de entretenimiento, documento
histórico y, otras veces, obra artística: un arte rompedor de costumbres e
ideas anquilosadas... ¿Hablo del cine de autor? Quizá.
“La
opción casi universal de la juventud por el cine —ha dicho Duras— es una
opción, consciente o intuitiva, de orden político”; “querer hacer cine es
querer ir derecho hacia el lugar de su padecimiento: el espectador”. Si es
cierto lo afirmado por la escritora y cineasta francesa, entonces se puede
decir que en el mejor de los casos los espectadores esperan salir de la sala de
cine renovados, y por ende los cineastas —los buenos— esperan dar a la gente
una nueva manera de mirarse y de ver el mundo.
Pero
en ello faltaría algo. El medio donde se logre ofrecer la exhibición de las
nuevas formas cinematográficas a un público, siempre inteligente y ávido de
nuevas formas, de renovadas maneras en los contenidos de una película y de
hacer cine.
Mostrar
una mirada clara y crítica sobre las manifestaciones que ocurren en las
sociedades es uno de los papeles de los artistas, y el cine es un medio ideal
por su capacidad de mostrarlo en historias de vida. El cine como agente —medio—
renovador, es posible, como lo ha sido para ideologizar a las masas, sin
olvidar lo dicho por Duras: “Nunca se podrá hacer ver a alguien lo que no vio
él mismo, descubrir lo que descubrió por sí solo.”
El
cine, en todo caso, debe abordar temas esenciales de una sociedad, sin olvidar
que en la vida como en el cine las personas importan. Un cine nuevo debería
tomar en cuenta a la persona y considerar lo que corresponde al espectador,
llevarlo en cada obra a “instaurar esta crítica: no hablar de la película de
modo intemporal sino de sí mismo ante la película” —como dice la Duras— y
exigir al realizador que se comprometa, pues hasta donde ella vio, en la
mayoría de los filmes, “la persona está ausente de la película, como de casi
todos los filmes americanos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario