Los conjurados
Ricardo Sigala
Según la erudita inglesa Mary
Beard, en el inicio de La Odisea,
escrita hace casi tres mil años en la Grecia Clásica, se encuentra el primer
ejemplo documentado de un hombre callando a una mujer. En Ítaca se espera el
regreso de Ulises de la guerra de Troya, en tanto que la leal Penélope debe
soportar el acoso de los pretendientes que, convencidos de que Ulises no
volverá, buscan casarse con ella. El libro también cuenta la historia de Telémaco,
hijo de Ulises y Penélope, y vemos cómo este joven se va convirtiendo en un
hombre. La escena a la que nos referimos es cuando Penélope baja de sus
aposentos a la gran sala del palacio, ahí se encuentra con que un aedo canta a
los pretendientes, canciones sobre los problemas que los héroes padecen en su
regreso al hogar, ella entonces toma la palabra para pedirle que cante otros
temas más alegres. Es el momento en que interviene Telémaco: “Madre mía,
—replica—, vete dentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y
de la rueca… el relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo mío. Mío
es pues el gobierno de la casa”.
La
escritora inglesa ve en esta escena la representación de los roles que nuestra
cultura ha impuesto a los hombres y a las mujeres en relación al poder. Los
asuntos públicos son competencia varonil, en tanto que las tareas del hogar
corresponden al ámbito femenino. Esto por supuesto limita la esfera de acción
de las mujeres y les quita autoridad, pero algo aún más importante, asevera
Mary Beard: “El poder del hombre está correlacionado con su capacidad de
silenciar a las mujeres”. Vemos cómo el joven Telémaco va construyendo su
poder, y su masculinidad, acallando a su madre, quien además debería ser la
máxima autoridad en ausencia de Ulises.
El
libro en que Mary Beard trata estos temas se titula Mujeres y poder, y fue elegido por los críticos de Babelia, el
suplemento cultural del diario El País como el segundo mejor publicado en
España en 2018. El libro, aunque breve, presenta un más que interesante
recorrido por la historia y las incursiones, o los intentos de incursionar, de
las mujeres en las esferas de poder, y por supuesto es más que recomendable por
su vigencia, y sobre todo por su inteligente tratamiento del tema.
Lecturas
como esta se hacen necesarias cuando nos asomamos a nuestra realidad y vemos
que se silencian las denuncias de acoso y no se aplican los protocolos, cuando
vemos notas periodísticas sobre cursos de capacitación en equidad de género en
los que menos del 25 % de los asistentes son mujeres, cuando se planea el
“madruguete” de las fuerzas aliadas al gobierno estatal para eliminar el
Instituto Jalisciense de las Mujeres (IJM), cuando una investigación
periodística seria documenta que el presupuesto para las atención a las mujeres
ha descendido y el gobernador la descalifica sin aportar datos, y, además, la
tacha de “mentiras flagrantes”.
Nos
asomamos a nuestra realidad inmediata y vemos a mujeres acosadas, violentadas
verbal y físicamente, violadas y hasta asesinadas. La tendencia parece
dirigirse a callar a las mujeres, dejarlas a merced del acoso, de la violencia,
excluirlas del poder y de sus derechos elementales. Pareciera que las
instancias encargadas de hacer cumplir los derechos de las mujeres tomaran el
papel que hace tres mil años jugara el joven Telémaco en La Odisea al dirigirse a su madre, “Mío es el gobierno de la casa”.
La lección que nos da Mary Beard es que los nuevos Telémacos no sólo están
silenciando a las mujeres, sino que están construyendo su poder a costa de
ellas. Y eso que nos atañe a todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario