Oswaldo
Ramos
Desde
que comencé a involucrarme en los procesos políticos y sociales en mi comunidad
comprendí que es necesaria la participación de personas comunes en lo que corresponde
a la construcción de procesos sociales. Hablar de política en mi pueblo era
señal de que la campaña electoral estaba por comenzar y seguramente no habría
tema diferente durante algunos meses.
Por las calles pasaría el carro de
perifoneo con la publicidad de los candidatos, además comenzarían a pintarse la
mayoría de las bardas con nombres o logotipos de los partidos. Conforme el día
de la elección se aproximaba, la discusión sobre cualquier tema se polarizaba,
los vecinos entraban en un debate sin razón.
Han pasado ya, más de 18 años de mi primera conversación sobre política
con mis tíos, sentados en una esquina cercana a mi casa, además de escuchar el
carro con perifoneo, leíamos en unos pedazos de hoja blanca las propuestas que
en el aquel entonces representaba Vicente Fox, propuestas que llenaban de
ilusión a todas aquellas generaciones que históricamente se había decepcionado
por el esquema institucional que representaba el partido hegemónico del siglo
XX.
Después
del sexenio de Fox, pasaron campañas en las que mis tíos y los vecinos del pueblo
solo se interesaban por el morbo de lo que acontece en cada proceso electoral,
ya que la creación de falsas expectativas y promesas vacías que llevan los
candidatos a nuestro pueblo solo generaron una idea negativa sobre todo lo que
se nombre como “partido político” o traiga consigo el pensamiento de
“política”.
Ante
esto, se vuelve necesario construir espacios de pedagogía política que tengan
en el centro a todas las
personas, donde tanto los agricultores como las estudiantes o profesionistas
puedan generar las condiciones de un debate que, posteriormente, se transforme
en ideas para generar incidencia en el espacio público. Es así como un partido
político debería funcionar, con debates internos que favorezcan la creación de
nuevas ideas para un bien colectivo, más allá de salir al acecho cada tres años
en busca de electores y regresar al silencio en periodos no electorales.
La
construcción colectiva vista desde un punto institucional nos debe acercar a
las verdaderas soluciones de los problemas de nuestros pueblos, a una
descentralización de la política para de darle voz a todas las comunidades y
delegaciones fuera de los núcleos urbanos para la construcción de un futuro
para todas las personas.
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