Un
momento por favor
J. Jesús Juárez Martín
J. Jesús Juárez Martín
En
agosto, por el asesinato del cura de Chalchihuites y de tres seglares católicos
con ello, se alza en Zacatecas el primer foco del movimiento armado. Luego en
Huejuquilla, Jalisco, donde el 29 de agosto el pueblo alzado da el grito de la
fidelidad: ¡Viva Cristo Rey! Entre agosto y diciembre de 1926 se produjeron 64
levantamientos armados, espontáneos, aislados, la mayor parte en Jalisco,
Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Zacatecas.
La
respuesta del Clero estuvo muy dividida y muchos sacerdotes trabajaron activamente
contra los cristeros. No faltaron las acusaciones de “salteadores, robavacas” y
hasta la amenaza de excomunión a los levantados, En muchos estados como San
Luis Potosí, Coahuila, Guanajuato, Michoacán, Querétaro y otros más, la mayoría
se opuso y hasta los condenó públicamente:
Sacerdotes activamente hostiles al
levantamiento 100
Activamente favorables 40
Combatientes 5
Sin apoyar a ningún bando 65
Concentrados en ciudades 3500
Los
siguientes datos ilustran cual es el foco de la insurrección. Los
ajusticiamientos fueron para sacerdotes que administraban sacramentos
pacíficamente en sus propias comunidades, ajenos al desarrollo de la lucha.
Arquidiócesis
de Guadalajara 59 Diócesis de León 18
Diócesis
de Colima 7 Diócesis
de Zacatecas 6 (Carlos Gómez Ruiz)
La
desorganización, la pobreza, distinguían a los grupos inermes; tal vez
machetes, escopetas, pero pronto las fueron consiguiendo las armas de los
soldados federales, los “juanes” callistas, en guerrilla, ataques por sorpresa.
Siempre fue problema para los cristeros el aprovisionamiento de municiones; en
realidad, «no tenían otra fuente de municiones que el ejército, al cual se las
tomaban o se las compraban» (Meyer I, 210).
En
Arandas Jalisco según refiere J. J. Hernández. “Esta gente de verla daba
lástima, unos a más de traer malas armas, traían unas garras de huaraches, sus
sombreros desgarrados, mochos, su vestido, todos remendados, otros iban en pelo
de sus caballos, algunos no traían ni freno, otros nomás a pie» (Meyer I, 133).
Al
frente del movimiento, para darle unidad de plan y de acción, se puso la Liga
Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, fundada en marzo de 1925 con el
fin que su nombre expresa, y que se había extendido en poco tiempo por toda la
república.
El
alzamiento viene expresado así en la carta de un cristero campesino, como lo
eran casi todos, Francisco Campos, de Santiago Bayacora, en Durango: “… unos hombres hicieron por que Dios nuestro
Señor se ausentara de sus templos, de sus altares, de los hogares de los
católicos, pero otros hombres hicieron porque volviera otra vez; esos hombres
no vieron que el gobierno tenía muchísimos soldados, muchísimo armamento,
muchísimo dinero pa’ hacerles la guerra…
lo que vieron fue defender a su Dios, a su Religión, a su Madre que es
la Santa Iglesia… A esos hombres no les
importó dejar sus casas, sus padres, sus hijos, sus esposas… Los arroyos, las
montañas, los montes, las colinas, son testigos de que aquellos hombres le
hablaron a Dios Nuestro Señor con el Santo Nombre de VIVA CRISTO REY, VIVA LA
SANTISIMA VIRGEN DE GUADALUPE, VIVA MÉXICO…
Dieron
sus mismas vidas porque Dios
Nuestro
Señor volviera otra vez… de veras lo
buscaban, se dignó venir otra vez a… sus altares… y encargó a los jóvenes… que si en lo futuro se llega a ofrecer… no
olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados» (Meyer I, 93).
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