Samuel Gómez Patiño
Espero recuerdes cuando fuiste a la
primaria y aprendiste la letra “A”, la primera del abecedario; quizás llegaste
corriendo a la casa todo emocionado y comentaste con tu mamá o tal vez con tú
papa, ya me sé la “A”, la grandota y la chiquita (en referencia a las
mayúsculas y las minúsculas). Al día siguiente la “B”, la grandota y la
chiquita, y así, día tras día hasta terminar el abecedario. Probablemente
algunos de nosotros ya teníamos enfadados a nuestros padres por el entusiasmo y
la reiteración de todos los días de mostrar lo que aprendimos. Hasta que un día
llegamos con una hoja que decía: “mamá”, “papá”, y los ojos se les
humedecieron.
A veces les pregunto a mis alumnos,
que reflexionen y se pregunten en qué momento de su vida perdieron el
entusiasmo por aprender y por lo tanto su pasión por saciar su curiosidad. Esto
es parte del “Bienestar intelectual”, del que hablamos la semana pasada. No
perdamos el interés por saber nunca, al fin y al cabo, hasta el último aliento
aprendemos… sobre la muerte.
Cuando era niño jugaba, platicaba,
reía y lloraba con mi amigo imaginario; ahora gracias a Facebook imagino que
tengo amigos. En esta ocasión hablaremos del cuarto componente que nos acerca a
la felicidad, el “El bienestar relacional”.
Al nacer ya venimos con un paquete
ineludible: la familia. Nuestros padres, hermanos (a), tíos y primos son parte
innegable en nuestras vidas; aprendemos a quererlos con el trato que tenemos
desde el principio. Algunas veces creamos fuertes vínculos entre nosotros y en
otros casos, no congeniamos, parte de la naturaleza humana. Al final de cuentas,
son lazos de sangre.
El ser humano, es de los pocos
animales (sino es el único), que para sobrevivir necesita de otros para
asegurar su existencia. Mientras en algunas especies, al nacer necesitan correr
inmediatamente para evitar ser cazados por otros (incluso por sus propios
padres), nosotros carecemos de garras para defendernos, dientes filosos y
grandes para morder, piernas fuertes para correr o brincar, en fin, somos una
especie que para sobrevivir utiliza su inteligencia para aprender a cazar,
identificar sus alimentos además de cultivarlos, para vestirse, para procrear y
cuidar a sus descendientes y para vivir, lo hace mejor en sociedad. Gracias a
esta vida en comunidad hemos evolucionado (aunque parece que no todos).
A mis alumnos les pongo el ejemplo,
que gracias a que lo hago, siempre con responsabilidad, honestidad, entusiasmo
y sobre todo con pasión, he tenido mejores oportunidades en las actividades en
las que he participado. Mi primer trabajo fue antes de ingresar a la
universidad. Termine mis estudios de bachillerato pero no solicite el examen de
ingreso para realizar mis estudios profesionales, en aquel entonces me habían
invitado a jugar futbol como portero del Club Deportivo CEJAM, recomendado por
un amigo amante del balompié Jesús García Vega (Q.E.P.D.) y ya estando en el
equipo me invitaron a trabajar en los Mercados Limón Descuento, donde estuve un
año hasta ingresar a estudiar la carrera de Licenciado en Administración de
Empresas.
En este trabajo tuve la oportunidad
de conocer al contador José Luis Aguirre, quien cuando se enteró que ya no
estaba en los mercados me recomendó para mis siguientes dos trabajos, una
fábrica incipiente de computadoras y en la maquiladora Temati, S. A. de C. V.,
donde producíamos papas para la compañía Frito Lay (en México Sabritas).
Curiosamente en esta empresa estuve por año y medio como auxiliar de tráfico
(era responsable de preparar los embarques a EE. UU.) hasta que el gerente de
almacén presento su renuncia y me recomendó ante la gerencia de la empresa,
puesto que me ofrecieron pero que rechace para poder seguir mis estudios.
El primer día libre del ajetreo de
la maquiladora, llegaron a la puerta del salón donde estudiaba, entonces en
quinto semestre de mi carrera, la directora y secretaria del Instituto Latino,
academia dedicada a la enseñanza de las carreras de contador privado y
secretariado comercial a entrevistarme, ya que alguien tuvo a bien
recomendarme. Mis planes eran descansar el resto del semestre y luego buscar
trabajo, pero me convencieron e inicie una carrera docente inesperada que me
llevo también recomendado a otros institutos, las Academias Continental y Dalisay.
Mis últimos años de estudios
profesionales estuve impartiendo clases y cuando me preparaba para realizar mi
examen profesional el maestro Daniel Muñoz Zapata me recomendó para que también
diera clases en el CONALEP, en el cual participe como docente. Esperando el
veredicto de mi jurado en el examen profesional, otro maestro el contador Luis
Meza Aristigue me entrego una hoja de disponibilidad de horario para que
iniciara mi carrera de catedrático, que hoy lleva ya 33 años. En el mismo
periodo recibí una llamada del Licenciado Óscar Samuel Ayala, gerente de
Zapaterías El Trébol, para ofrecerme el puesto del área de personal de la
empresa, y así fue como tuve mi primer trabajo como profesionista; cabe
recalcar que a Óscar lo conocí gracias a uno de mis maestros de finanzas que me
solicito que lo ayudará ya que no entendía mucho de su materia y al graduarse y
tener la necesidad de cubrir el puesto en su empresa, me contrato.
Puedo presumir que todas las
oportunidades en la vida las he conseguido gracias a que cuando alguien me
invita a un proyecto me comprometo a ser responsable, honesto y apasionado,
además de cultivar la empatía con mis superiores y mis subordinados. Me parece
que las relaciones, sean de amistad o no, es algo que debemos aprender a cultivar.
La próxima semana: “En búsqueda de
la felicidad: capítulo 5. El ámbito emocional”.
Me
gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en
Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 de los
Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
No hay comentarios.:
Publicar un comentario