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lunes, 28 de enero de 2019

El viaje como un eterno no





Víctor Manuel Pazarín

Tema recurrente en la literatura, el viaje de Odiseo hacia Ítaca vuelve a serlo en los poemas del bardo Benedicto Cuervo Álvarez.
No obstante el haber sido tratado durante siglos ese viaje extraordinario, en Cuervo Álvarez toma un cariz pleno en detalles, matices y significados, que solamente una imaginación renovada vuelve nuevo al personaje (y a la historia) del ciego Homero.




La obra del griego es, lo sabemos, la raíz de casi todas las literaturas y las obras de aventuras, de dramas y de viajes. El viaje, por cierto, es la esencia de la vida y de lo vital, pero también de las profundas penurias; no obstante, redivivo en El retorno de Odiseo a Ítaca nos vuelve a los mares y de la antigüedad nos trae al presente. Como un eterno retorno, el personaje se hace presente ante nuestros ojos, pero sobre todo ante nuestros oídos en versos que a veces son deslumbrantes y otras no tanto, y sin embargo nos atrae una y otra vez como las olas de los mares que salen a las playas y mojan las arenas para de nuevo retroceder hacia mar adentro.


Una nota pertinente

Hace algunos días el poeta de Oviedo, España, Benedicto Cuervo Álvarez, me envió su libro de poemas El retorno de Odiseo a Ítaca, con su envío me solicitó un prólogo. Tardé unos en bajar de mi correo el poemario. Y de nuevo su solicitud. Fui entonces al texto y lo leí de un tirón, y enseguida, entusiasmado por sus versos, escribí algunas líneas que en breve aparecerán como preámbulo a sus cantos. Las adelanto aquí con el mismo entusiasmo que la lectura me hizo escribir mis palabras.

Víctor Manuel Pazarín













Hay en el poema de Cuervo Álvarez un tono de súplica desde el comienzo, cuando suplica: “¡Oh, dioses del Olimpo /protege a Odiseo /de todo peligro! /¡No permitan /que los monstruos marinos /impidan la llegada / de Odiseo a su destino!”, para en seguida seguir y es aquí donde el poeta de Oviedo hace que de nuevo la historia de este personaje nos narre la historia y, de una sola vez, sean cantos. La poesía, en todo caso, en el sentido clásico cuenta y canta, narra la historia real o ficticia de un mundo real o imaginario, y de ese modo Cuervo Álvarez cumple con algunos preceptos y propósitos ya poco usuales en nuestra poesía actual: la de ahora es lírica e intimista y, de cierto modo, egoísta al no considerar a la historia y a un personaje fuera del autor que crea los versos.

En la actualidad la poesía se ha desligado de la historia y, muchas veces de una narrativa, algo que en el caso de Homero y sus obras nunca ocurrió.

De entrada, es decir en una primera lectura el poema El retorno de Odiseo a Ítaca, Benedicto Cuervo Álvarez, debemos decirlo con claridad, parece chocante por anacrónico: “¿Cómo volver a leer la historia que ya canto Homero?”, nos decimos, pero en una segunda vista, la que va a los detalles, se vuelve atractivo y atrayente y nos decimos: “¿Cómo hizo el poeta para volver a este tema del viaje de Odiseo para volverlo nuevo?” Una posible respuesta es que se conforma de detalles que no están en la obra original del griego, es decir Cuervo Álvarez vuelve un lujo los detalles y nos entrega una lectura de la Odisea de Homero como una entrelíneas, y es en lo no dicho por Homero, en esas grietas de la historia que surge El retorno de Odiseo a Ítaca. Es, pues, un acercamiento como en microscopio: nos ofrece vistas no advertidas y nos da una forma nueva de lectura a fondo.
De algún modo Cuervo Álvarez, también en cantos, nos narra la historia de nuevo. Y nos retorna a una de las escenas más icónicas de la obra de Homero, esa en la que se encuentra con las sirenas y su canto.
El poeta de Oviedo dice:

La balsa se va acercando
hacia el lugar del cantar,
todos ensimismados
observan el ancho mar
para ver quién es el causante
de este dulce trovar.

Y el lector de estos cantos no hace sino volver a sentir esa sensación de atracción y miedo; de encanto y de asombro; de secreto erotismo, y experimenta en su cuerpo y espíritu todas las posibles sensaciones que imagina Odiseo tuvo en ese encuentro.
Cuando pienso en ese pasaje, que vuelve a recordarme el poema El retorno de Odiseo a Ítaca de Benedicto Cuervo Álvarez, no puedo no sentir ese escalofrío que pudo haber sentido Odiseo a la mitad de los mares hace ya miles de años, pero que hago mío de nueva cuenta cuando leo:

Las sirenitas se movían,
tocaban la balsa
con sus dulces manos
y se reían de los helenos
por no ser nada osados
y tirarse al mar con ellas
para pasárselo bien
un buen rato
o vivir con ellas
tranquilos y sin recatos.

De algún modo el leitmotiv del poema de Benedicto Cuervo Álvarez, El retorno de Odiseo a Ítaca, es el “viaje como un eterno no”, ya que el poeta de Oviedo retiene a Odiseo en su mirada y en sus sentidos, para describirlo. Tengo la vaga impresión que él desea retenerlo para entregarnos nuevas y variadas descripciones de ese viaje singular




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