Víctor
Manuel Pazarín
Tema
recurrente en la literatura, el viaje de Odiseo hacia Ítaca vuelve a serlo en
los poemas del bardo Benedicto Cuervo Álvarez.
No
obstante el haber sido tratado durante siglos ese viaje extraordinario, en
Cuervo Álvarez toma un cariz pleno en detalles, matices y significados, que
solamente una imaginación renovada vuelve nuevo al personaje (y a la historia)
del ciego Homero.
La obra
del griego es, lo sabemos, la raíz de casi todas las literaturas y las obras de
aventuras, de dramas y de viajes. El viaje, por cierto, es la esencia de la
vida y de lo vital, pero también de las profundas penurias; no obstante,
redivivo en El retorno de Odiseo a Ítaca
nos vuelve a los mares y de la antigüedad nos trae al presente. Como un eterno
retorno, el personaje se hace presente ante nuestros ojos, pero sobre todo ante
nuestros oídos en versos que a veces son deslumbrantes y otras no tanto, y sin
embargo nos atrae una y otra vez como las olas de los mares que salen a las
playas y mojan las arenas para de nuevo retroceder hacia mar adentro.
Hay en
el poema de Cuervo Álvarez un tono de súplica desde el comienzo, cuando suplica:
“¡Oh, dioses del Olimpo /protege a Odiseo /de todo peligro! /¡No permitan /que
los monstruos marinos /impidan la llegada / de Odiseo a su destino!”, para en
seguida seguir y es aquí donde el poeta de Oviedo hace que de nuevo la historia
de este personaje nos narre la historia y, de una sola vez, sean cantos. La
poesía, en todo caso, en el sentido clásico cuenta y canta, narra la historia
real o ficticia de un mundo real o imaginario, y de ese modo Cuervo Álvarez
cumple con algunos preceptos y propósitos ya poco usuales en nuestra poesía
actual: la de ahora es lírica e intimista y, de cierto modo, egoísta al no
considerar a la historia y a un personaje fuera del autor que crea los versos.
En la
actualidad la poesía se ha desligado de la historia y, muchas veces de una
narrativa, algo que en el caso de Homero y sus obras nunca ocurrió.
De
entrada, es decir en una primera lectura el poema El retorno de Odiseo a Ítaca, Benedicto Cuervo Álvarez, debemos
decirlo con claridad, parece chocante por anacrónico: “¿Cómo volver a leer la
historia que ya canto Homero?”, nos decimos, pero en una segunda vista, la que
va a los detalles, se vuelve atractivo y atrayente y nos decimos: “¿Cómo hizo
el poeta para volver a este tema del viaje de Odiseo para volverlo nuevo?” Una
posible respuesta es que se conforma de detalles que no están en la obra
original del griego, es decir Cuervo Álvarez vuelve un lujo los detalles y nos
entrega una lectura de la Odisea de
Homero como una entrelíneas, y es en lo no dicho por Homero, en esas grietas de
la historia que surge El retorno de
Odiseo a Ítaca. Es, pues, un acercamiento como en microscopio: nos ofrece
vistas no advertidas y nos da una forma nueva de lectura a fondo.
De
algún modo Cuervo Álvarez, también en cantos, nos narra la historia de nuevo. Y
nos retorna a una de las escenas más icónicas de la obra de Homero, esa en la
que se encuentra con las sirenas y su canto.
El
poeta de Oviedo dice:
La balsa se va acercando
hacia el lugar del cantar,
todos ensimismados
observan el ancho mar
para ver quién es el causante
de este dulce trovar.
Y el
lector de estos cantos no hace sino volver a sentir esa sensación de atracción
y miedo; de encanto y de asombro; de secreto erotismo, y experimenta en su
cuerpo y espíritu todas las posibles sensaciones que imagina Odiseo tuvo en ese
encuentro.
Cuando
pienso en ese pasaje, que vuelve a recordarme el poema El retorno de Odiseo a Ítaca de Benedicto Cuervo Álvarez, no puedo
no sentir ese escalofrío que pudo haber sentido Odiseo a la mitad de los mares
hace ya miles de años, pero que hago mío de nueva cuenta cuando leo:
Las sirenitas se movían,
tocaban la balsa
con sus dulces manos
y se reían de los helenos
por no ser nada osados
y tirarse al mar con ellas
para pasárselo bien
un buen rato
o vivir con ellas
tranquilos y sin recatos.
De
algún modo el leitmotiv del poema de
Benedicto Cuervo Álvarez, El retorno de
Odiseo a Ítaca, es el “viaje como un eterno no”, ya que el poeta de Oviedo
retiene a Odiseo en su mirada y en sus sentidos, para describirlo. Tengo la
vaga impresión que él desea retenerlo para entregarnos nuevas y variadas descripciones
de ese viaje singular
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