Un
momento por favor
J. Jesús Juárez Martín
J. Jesús Juárez Martín
Al
acercarse la Navidad del año 2018, el mundo se debate entre objetivos
materiales y una espiritualidad donde el hombre vuelve su mirada a la humanidad
y redescubre los rostros semejantes en las pupilas de los demás hombres y
mujeres, como él también capta a las demás personas, cuando la mujer encuentra
apoyos en sus reclamos de equidad, mientras transcurren los días hacia el
día esperado; nuestros pensamientos rondan imaginariamente por la noche del día
24 y el arribo del día 25, revivimos momentos históricos de nuestra niñez al lado
de los hermanos, en el abrazo de nuestros padres en aquellas memorables noches
de familia, los momentos de tristeza porque no había en nuestro zapato el
juguete deseado, pero nunca vacío siempre lleno de esperanza y abríamos los
brazos al mundo que nos rodeaba, también seguimos reconstruyendo el Belén de los
relatos de Mateo, Lucas, Marcos, tan diferentes en su enfoque y con unidad de
verdades vividas por la familia de Nazaret, y aquellos cantos nuestros que
simulaban en los coros de villancicos los coros de los ángeles cuando
participábamos en escuelas, familias y templos en las celebraciones de posadas
o de Navidad, preludios de nuestra juventud y madurez…
Las
posadas del catecismo, de los rosarios, del barrio, de alegría con báculos que
con ritmo a arrítmicos arreglados con papel dorado, plateado, de china,
campanitas, se golpeaban sobre el piso durante los cantos: ¡Oh peregrina
agraciada, oh dulcísima María, yo te ofrezco el alma mía, para que tengáis
posada! Y la luz de las velas nos
hipnotizaban y como autómatas mascullábamos los rezos de las diez saludos de
Gabriel “Dios te salve María” ah y venía otro canto al final del misterio.
“Humildes peregrinos Jesús María y José, mi alma os doy y con ella mi corazón
también”, el cintilar de las velas con la parafina derretida por el pabilo de
la llama corría por nuestras manos causando el dolor, envuelto en risas y gozo
de sentirnos avivados por el momento mágico de acompañamiento a los peregrinos
y del niño por nacer…
El
novenario se iniciaba el día dieciséis, la ternura del niño recién nacido,
quebrantaba nuestra dureza y por él queríamos ser mejores hijos, amigos. niños,
personas en formación, por él dábamos la reconciliación a los amigos tramposos
en el juego, abusivos en el trato y protagonistas en las acciones de grupo, nos
arrancaban de ese sitial que considerábamos nos pertenecía en la competencia de
siempre, porque los únicos que compartieron fueron los pastores y los tres Reyes.
Ellos y nosotros esperábamos el reparto… de las colaciones, dulces, frutas y
puño de cacahuates entregados en nuestras manos, eran los bienes de la Navidad,
del Nacimiento de Jesús, de la sencillez que se hizo arrogante y exigente y que
aterra a las familias menesterosas y distingue en la opulencia y orgullo y en
ocasiones de desdén a los desheredados.
Tantos
y tantos esperando, creciendo transcurrieron los años suficientes y fuimos
jóvenes, padres, cobijamos con nuestras limitaciones a los hijos y luego a los
nietos, en un mundo errático, de competencia permanente, no de compartir, por
eso nos sentimos pobres, no disfrutamos
los bienes de la naturaleza, ni afectos, ni bienes materiales porque todos
queremos poseer, sin compartir, si compartiéramos lo nuestro, sería la riqueza colectiva
nuestra y de todos como se disfruta la alegría, el calor del sol, la frescura
del agua, la caricia del aire, de romper una piñata y cuando caigan los dulces
sin dueño hasta que la posesión se obtiene, ahí terminará el juego, la ilusión
la realidad vivida que compartida se multiplica.
Las decoraciones, los nacimientos, las luces,
los cantos y música, son los símbolos de la cercana Navidad, ahora es tiempo de
preguntar y contestar para la
preparación congruente a la Navidad llena de esperanza ¿quién
podría imaginar una navidad sin buenos villancicos? Porque pastorelas, no
siempre hay acceso a ellas.
Los villancicos,
cantos propios de la navidad que en tiempos de la Edad Media los cantaban las
familias que vivían fuera de los castillos feudales, en las villas por los
habitantes conocidos como villanos. Los hay en todos los idiomas y los hay
populares y de alta escuela porque la Navidad es la fiesta más celebrada por la
humanidad, aunque distorsionada por el consumismo y el hedonismo.
Cantan
los villancicos el júbilo del mundo, por el nacimiento del Niño Jesús, Emmanuel,
el Rey de la Paz, en quien se cumple la promesa de profetas y la Biblia. Quiera
Dios que tenga la oportunidad de escuchar un concierto navideño con su familia,
sería regalo regio para todos los asistentes. ¡Feliz Navidad!
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