Samuel Gómez Patiño
La calidad es
un resultado de la percepción. A veces escucho que las personas hablan a la
ligera sobre un producto o servicio y lo califican como de calidad. En mi caso,
desde hace muchos años he tomado Pepsi, y si me preguntan diré: ¡lo bebo porque
es de calidad!; pero si le preguntas a mi señora sobre la Coca Cola, dirá que
es de calidad y además mantendrá que la Pepsi no lo es. Con el tiempo he
aprendido, que o ella tiene la razón o yo estoy equivocado, pero en esta
ocasión puedo decirles que los dos estamos en lo correcto.
Al contratar un servicio o comprar
un producto, tenemos expectativas sobre el beneficio que obtendremos del
producto, ya sea creadas por la publicidad, por lo que nos platican, por las
cualidades que un vendedor nos muestra o simplemente por las experiencias sobre
la marca o el satisfactor que ya hemos tenido. Si cuando probamos el bien llena
nuestras expectativas la percepción creada es que cumplió con ellas y entonces
lo calificamos de calidad, en mi caso la Pepsi la percibo como más dulce y por
eso para mí es superior a la Coca Cola.
Ahora te preguntarás, pero ¿cuánto
me cuesta hacer mi producto con calidad o dar un servicio con calidad?, mejor
da respuesta a cuanto te cuesta hacerlo sin calidad. Al final de cuentas, para
cada producto o servicio debe ser inherente hacerlo con calidad, pero si
hablamos que es una percepción de quien lo adquiere es importante diseñar lo
que si podemos ofrecer y que vaya de acorde a lo que el cliente desea recibir.
Empata la necesidad del cliente (lo que busca) con las cualidades del
satisfactor (lo que ofreces).
Y en este punto quiero platicarte
que una de las cualidades de los productos o servicios se refiere a la
experiencia que el cliente recibe con ellos y como respondes a sus necesidades
incluso cuando algo sale mal.
Hace unas semanas, mi esposa y su
servidor quisimos aprovechar el fin de semana largo del 20 de noviembre para
descansar y salir a conocer la Ruta del Vino del Valle de Guadalupe que se
encuentra a escasas dos horas de Tijuana pero que no habíamos tenido la
oportunidad de recorrerla. Ya que nos iríamos durante el fin de semana nos
vimos en la necesidad de buscar un hotel donde pernoctar, el problema es que al
mismo tiempo se desarrollaría “La Baja Mil”, una carrera de automóviles “Out
road” que atrae mucho turismo al estado y, por supuesto la oferta hotelera se
ve reducida.
Ya hace tiempo que aprendí a
utilizar una plataforma denominada “Booking.com” para buscar lugares de
alojamiento y siempre me ha dejado buenas experiencias relacionadas a que me
cumplen con las reservaciones y los precios que me ofrecen los prestadores de
servicios con los que me enlaza me han sido respetados. En fin, contrate por
esta aplicación una posada que se encontraba dentro del perímetro de la Ruta
del Vino, cerca de Valle de Guadalupe llamada “La Vid”, un pequeño
establecimiento muy pintoresco, con tres o cuatro cuartos (bastante pequeños),
una pequeña tienda de artículos varios en lugar de una recepción y además un
pequeño establecimiento de abarrotes (contaba con estacionamiento privado).
Nada espectacular, pero era lo que estaba disponible.
Al día siguiente, el domingo salimos
a conocer el lugar, fuimos a desayunar a un lugar llamado “La Cocina de Doña
Estela”, a la vinícola “El Cielo” y a Ensenada al cine. Al regresar a la
posada, alrededor de las 20 horas, nos encontramos con el establecimiento
cerrado, ni siquiera podíamos entrar al estacionamiento, tratamos de
comunicarnos a los teléfonos del lugar pero no contestaron; esperamos casi una
hora a que regresaran los encargados para que nos permitieran entrar, a mí me
dio la sensación que como por lo general las personas se retiran los domingos
se les olvido que teníamos contratado para salir hasta el lunes.
Por fin entramos a nuestra
habitación y nos encontramos que no habían hecho la limpieza, no había toallas
para bañarse, papel sanitario ni las botellas de agua de cortesía. Al hablar
con la persona encargada nos llevó lo que faltaba y como “ofrenda de paz” nos
regaló una caja de chocolates “Roche”; hasta aquí todo iba bien, pero enseguida
nos dimos cuenta que se habían llevado cosas personales en un maletín de viaje,
no eran cosas muy importantes porque afortunadamente nos llevamos nuestra computadora
portátil y celulares. Cuando les comentamos esto a la encargada ofreció revisar
sus cámaras de seguridad que no apuntan al pasillo por cierto y la única
empleada que tienen para realizar la limpieza les comento que entro y no se
llevó nada. En fin, no nos dieron respuesta y aunque lo que se robaron no era
económicamente mucho si genero un malestar porque si hay algo que moleste a un
cliente es que la empresa no tenga forma de remediar un problema.
Además de calificar mal en la
aplicación a esta posada, la experiencia negativa en un consumidor al que no le
resuelven satisfactoriamente un problema nos lleva a la decepción, y si bien es
cierto no era grande la expectativa si fue muy grande la desilusión. Ya sabemos
a dónde no ir la próxima vez. Y tú, ¿Cómo resolverías este problema?
La próxima
semana: de verdad, ¿es el Buen Fin?
*Me gustaría leer tú opinión,
puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en
Facebook: Samuel Gómez Patiño
Director del Área 1 de los
Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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