Un momento por favor
José de Jesús Juárez Martín
José de Jesús Juárez Martín
Navidad:
Palabra mágica, que arroba espíritus e ilusiones en un turbulento siglo XXI,
donde parece diluirse el reflejo de tiempos pretéritos que cincelaron con
reflexión, trabajo y cariño el presente dinámico materializado y que en una
explosión de autosuficiencia miran el futuro como destino colectivo, emanado
sólo de la voluntad y acciones humanas...
Navidad:
Apocope de natividad: nacimiento, desde hace más de dos milenios tiene la
connotación del cumplimiento del suceso esperado por el pueblo elegido por
Dios, su pueblo desde la alianza bíblica de Israel y el mismo Dios. El histórico Abraham desde la remota Ur
ciudad mesopotámica, alejada temporal y geográficamente fue el centro de
convenciones en la antigüedad histórica para dar inicio de la salvación de una errática
humanidad que caminaba como rebaños sin pastor, para materializar la venida del
salvador de la humanidad y la plenitud de los tiempos, llegó en tiempo de
Augusto César, que como estadista deseaba saber cuántos pueblos y personas
estaban bajo el control romano y José, descendiente de David, fue de Nazaret a
Belén de Judá para inscribirse con María su esposa que estaba en cinta. Lc 7 “Así que dio a luz a su hijo primogénito.
Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para
ellos en la posada...”.
En
nuestro México, la celebración de la navidad cristiana se inicia con la
evangelización en el siglo XVI, casi quinientos años de llenar corazones y
mentes con la recreación del nacimiento del Niño Dios, hecho hombre de la
imborrable imagen, del coro de ángeles, cantando su mensaje de “Gloria a Dios
en los cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad...” la
adoración de los pastores que prestos estuvieron con su reconocimiento y su fraternal regalo... ¡ah!
y la simbólica ofrenda de los Magos de Oriente, anunciados por la estrella,
misterio de fe y ternura que nos regalaron nuestros padres y que forma parte
del patrimonio afectivo nuestro irrenunciable en la sobrevivencia en el camino de la vida...
Este es
el hecho que se sustituye con formas, expresiones que nos arrancan identidad y
nos globalizan en las redes mercantiles, de origen también en el mismo hecho
que hermana a la humanidad en el recuerdo del nacimiento de Jesús, porque San
Nicolás Obispo del Siglo IV según leyenda,
por la chimenea de la casa donde estaban secuestradas tres hermanas para
ser prostituidas, él arrojó monedas para que pudiera una de ellas pagar la dote
para casarse y al intentar hacerlo en otra ocasión fue descubierto por el padre
de las jóvenes, agradecido y arrepentido de sus intenciones malévolas, volvió a
proteger a sus hijas. Además se asegura que repartía regalos a los niños en su
cercanía por Navidad el primero
teniéndolo como centro de la celebración los segundos, significando los
regalos.
La
historia del actual personaje de Santa Claus, se remontan sus raíces a este
Santo Obispo San Nicolás de Bari mencionado, muy estimado por niños y personas
de la población en su tiempo. Al ignorarse el sentido religioso de la Navidad
se convirtió en el personaje bonachón de estridente y característica sonrisa de
jo... jo... jo... utilizado por los comerciantes y un símbolo de acercamiento
humano entre las personas, sin problemas de origen racial, geográfico o
diferenciación por las vivencias religiosas. Es pues una transformación que en
alguna forma ha particularizado y explotado la compañía refresquera más
importante en el mundo, haciendo una historia de su lugar de origen y su trineo
increíble que llega a todos los lugares por el espacio con sus renos polares de
resistencia de leyenda y sin gastos de combustible. La tan aceptada fórmula de
¡Feliz Navidad! Breve, cordial y fácil en Navidad, sustituye, no supera los
deseos vivenciales que “El Niño recién
nacido, te colme de bendiciones a ti, familia y las personas que se relacionan
contigo.
Es tiempo
oportuno de enseñanza a los menores e hijos intentar en nuestro entorno, que la Navidad es el cumpleaños del Niño Dios
hecho hombre, a quien buscaron los Magos
de Oriente para entregarle sus regalos característicos de mirra, incienso y
oro, y que, San Nicolás le entregó su vida en su ministerio a los más pobres
por el amor a Dios. Dar por amor es una virtud evangélica.
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