A
esta hora, en algún extremo del territorio mexicano alguien muere. Y esa
muerte, por anónima que sea, no quedará, por así decirlo, en el olvido. Un
trovador rural, un poeta no sin celebridad (aunque sea en la misma ranchería)
rasga las cuerdas de su guitarra y compone un corrido. Esa canción hará que una
muerte sin sentido, sin aparente importancia, se guarde en la memoria mientras
alguien cante los octosílabos en el papel escritos. Esa muerte, pues, no será
una que se olvide: mientras una solitaria voz vernácula trove esos versos —en
una apartada loma llena de ocotes, y bajo siempre una brillante luz de luna—,
el difunto seguirá vivo.
Los funerales
Camino
a la Ciudad de México vimos, en el borde de la carretera, un funeral. Cuatro
hombres de extracción humilde cargaban un ataúd. Vestían de negro. Una larga
hilera de gente los seguía. Las mujeres, que eran muchas, traían en sus brazos
alcatraces y margaritas, y en sus labios cantos. Lloraban y cantaban.
Festejaban —nos pareció así— y lamentaban la muerte. Las lágrimas en sus
rostros nos mostraban su dolor. Mas en sus cantos estaba, de algún modo, la
alegría: contradicción. Escuché, en aquella ocasión, canciones que no he vuelto
a oír jamás. Seguimos el féretro por algún tiempo; luego los perdimos en un
recodo de la carretera. Les recordé a mis acompañantes, los funerales a los que
asistí en la infancia. Traje a mí sobre todo el funeral de un “angelito” y los
acontecimientos ocurridos. Los recuerdo ahora, otra vez, después de muchos
años...
La Catrina
No
es exagerado afirmar que José Guadalupe Posada es nuestro Francisco de Goya;
basta realizar un recorrido por sus grabados para comprobarlo. La obra
realizada por ambos artistas mantiene un claro contacto en la temática, sobre
todo en aquellas imágenes en que el primero logra describir los fusilamientos
de algunos protagonistas de la Revolución mexicana, y el segundo los
“Fusilamientos del 3 de mayo” y “La lucha contra los mamulecos”, trabajos
realizados en la España de 1814. Los horrores de las guerras fueron descritos
por los creadores y con ello documentaron a la posteridad el dolor, la tragedia
y los hechos relevantes de su tiempo. Hay, en todo caso, otro acercamiento
entre sus trabajos; las escenas cotidianas realizadas por la sociedad: sus
diversiones y sus horrores. El desprendimiento de Posada de la obra de Goya se
cumple cuando el mexicano hace el aporte fundamental con su grabado de “La
Calavera Garbancera”, que todos conocemos como La Catrina, y pone en relevancia
su presencia artística, logrando una fundamental influencia en artistas
mexicanos posteriores a él.
La que narra es la muerte
Mi
madre, cuando yo era un niño, me narró una historia que le había contado mi
abuela cuando niña. La disfruté con verdadero placer y temor. Cuando cumplí
veinticinco años leí la obra completa de B. Traven. Macario, esa deliciosa novelita que aún se deja leer, narraba el
mismo acontecimiento. Mi madre no sabe leer. Mi abuela no sabía leer. ¿Quién le
contó a mi abuela ese argumento?, lo ignoro. Sin embargo, no deja de
sorprenderme que la supiera y que B. Traven ya la hubiera escrito. Ignoro si la
historia es del dominio popular.
Sobre la muerte
1
Noche mexicana
Hiende
en la noche el cuchillo,
el
ay es el malherido,
el
amor ya confundido
refleja
sólo este brillo
—en
la herida está la muerte.
En
el aire está la brisa,
en
el coraje la muerte.
Temblorosa
está la suerte:
pues
fue la muerte precisa.
2
Hidrante
La muerte
es
mi padre
que
llega
o mi padre que parte.
3
Pájaro
Cantar
de pájaro herido:
Sonido
sobre sonido
Sobre
el sonido la muerte
La
piedra dejó maltrecho
Dejó
a la amada en el lecho
Sobre
el sonido la muerte
En
el temblor está el llanto
El
llanto ya no es el canto
Sobre
el sonido la muerte
En
la rama ya no hay nada
Se
mira el agua estancada
Se
escucha sólo la muerte
4
Caldo
A
la memoria de A.P.
(1932-1994)
Es
un fantasma el que come a mi lado. Es un hombre sin esperanza, a punto de
morir. En el plato y la olla, navega un pescado con el cuerpo destruido. En la
mesa, el salero es una diminuta constelación: las estrellas lanzan sus tímidas
luces. Si la sal se desparramara ahora, sería como si la noche enviara sus
astros. Y esos astros nos cegarían.
5
La muerte
Abatido,
con la sutil maquinaria del
corazón gastada, finjo
estar
enamorado de la vida. Pero en la calle, en el
bosque,
en los profundos aires,
el
ronroneo
momentáneo
de la muerte ya se escucha.
Y
me tumba los dientes (apestados e inservibles),
me
enflaquece los brazos, me casca la voz.
Es
vana la esperanza. Es una llamada absurda
que
dejo pasar. Y en el viento que se arquea
como
una vara seca se presiente la nada.
6
La visita
Por
mucho tiempo
postergó
la
visita
Fue
entonces,
sólo
para oír
de
labios
de
su padre
la
última frase,
la
más contundente
que
le escuchó
y
aunque le duele
recordarla,
en
su mente resuena
“Qué
cuentas, padre”
—Puras
desgracias
Y
se murió
7
Alfonso
El
corazón de Alfonso
ha
removido sus escombros, ay.
No
en el pueblo está su tumba,
en
mi dolor su epitafio.
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