Un
momento por
favor
J.
Jesús Juárez Martin
Iniciemos
con una realidad histórica: los humanos no son originarios de América, llegaron
en oleadas sucesivas por las Islas Aleutianas y el Estrecho de Bering,
recolectoras las tribus, y cazadoras para su alimentación; las glaciaciones
facilitaron el ingreso como autopista sin cobro, tras los animales que buscaban
instintivamente lugares menos gélidos con pastos verdes, también trashumantes,
largo tiempo, hasta que se descubrió la bendita agricultura que les permitió
ser tribus sedentarias, quedando en sus genes el espíritu migrante, aventurero,
realizador de sueños porque aunque no tenga necesidades físicas, los
sueños no los cierran ni montañas, ni océanos, ni las murallas de las antiguas
ciudades; el poder, las necesidades, la imaginación impulsan la migración, como
salida, emigración, como llegada: inmigración. Nuestro aterido México, vive una
inmigración de centroamericanos con destino al norte, el señuelo es
sobrevivencia y como culmen: “El sueño americano”.
Durante
la segunda década nuestra Patria vivió la Revolución, de los 13 millones
iniciales en 1920 la población descendió a 11 millones y no todos fueron
caídos, la mayor parte emigró a diversos destinos de la Unión
Americana, actualmente se calcula en 125 millones la población
mexicana y algunos millones emigrados a otros países, la mayoría viven en los
Estados Unidos de América.
Hacia
mediados del siglo México vivió un programa de bracerismo: Brazos útiles para
los norteamericanos. “revelador del fracaso de la Revolución Mexicana” (Proceso
1977 José Ramón Guillén) después de una serie de repatriaciones de
mexicanos, en 1921, 1927 a 1933 y 1939 exclusivamente mexicanos por parte de
los Estados Unidos: Falacia la “Buena vecindad”, siempre con la cara sonriente
en la firma de tratados y la adustez en el trato y maltrato a los mexicanos en
el vecino país.
Nuestro México
no ha tenido el desarrollo requerido por el pueblo, porque los vicios
detectados del Gobierno siempre lleva la orientación de gobernar para los menos
y dejar a los demás, luchando por el mejoramiento copado en el régimen
económico, promisorio, pero la igualdad de oportunidades no existen, ni se
fomentan, sólo promesa democrática que empobrece.
Una
situación prevista agorera del cambio político por las armas, se ha realizado
en las urnas, no con las fuerzas armadas protagonistas en otras ocasiones y
aunque una mayoría votante de 30 millones, no garantiza el auténtico cambio
conveniente para el país, lo deseamos y hasta oramos por ello. Los primeros
cambios valiosos serían de intencionalidad honesta, democrática, sin
revanchismo ni protagonismo. El primer cambio será el de ciudadanos
cumplidos, ejemplares, gobernantes creativos a favor del pueblo en apego y
respeto al derecho, no revanchistas con ansias de protagonismo.
Volviendo a
los migrantes centroamericanos en tránsito, tiene su origen en las situaciones
de violencia, de inseguridad social, falta de fuentes de trabajo, porque los
gobiernos no han podido o no han querido enfrentar los problemas internos de
convivencia y tal vez el pueblo esté cansado de promesas sin realización en la
apariencia de naciones democráticas. Recordemos la violencia
sucedida desde antes de los años ochenta del activismo político de los
emigrados en la Unión Americana, deseaba acciones contra los gobiernos o
estaban contra ese supuesto, pero agitaban al interior del país en que vivían,
mientras la población civil de los países como Nicaragua, el Salvador, sufría
la guerrillas y las consecuencias de la lucha armada, las prédicas que iban
contra sus intereses o denunciaban no se toleraban, disentir era
riesgo de muerte, como sucedió al Pbro. Romero en el Salvador. El
apoyo se extendió a movimientos izquierdistas de
Centroamérica, salvadoreños y migrantes guatemaltecos que
tuvieron organización comunitaria y política, a tal grado que
pretendieron intervención militar.
Esto
que se señala es la base de las inquietudes donde la seguridad pública es
rebasada por los problemas, muchos otros factores impulsan a los migrantes
a buscar otros horizontes, desafortunadamente de los ocho mil migrantes
muchos no saben apreciar la mano amiga, los gestos de solidaridad, los
alimentos proporcionados, el transporte proporcionado,
además sus desacuerdos entre ellos sin respeto y orden,
puede ser polvorín de violencia que para evitar daños superiores, se
emplearía la fuerza militar para restablecimiento del orden y
respeto, quedando claro que México no tiene suficiencia de compartir los
servicios, trabajos, la educación a los menores, la asistencia médica y que
cruzar la frontera norte es un riesgo grave para los migrantes centroamericanos
y mexicanos y que todos los humanos en alguna forma somos migrantes.
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