I
¿Sucede
ahora o sucederá? ¿O fue cuándo?
Las
ramificaciones de los cuerpos abren espacios. Las historias se encuentran:
cruces, bifurcaciones, derivaciones, separaciones, divisiones: ramales de los cuerpos
en este instante: trazan caminos y logran transigir en una unión de confundidas
experiencias. Nada ocurría hace un instante, pero al claro de las oscuridades
la realidad se palpa.
¿Sucede
o sucederá?
II
Las
manos y las voces cierran los tiempos de la realidad; encuentros en los
pasillos en donde las carnes se tocan; los labios se engarzan... los ojos de la
Vidente contemplan. Advierten. Se hunden hasta percibir en lo profundo de su
ascensión: dentro de unos instantes o dentro de mil años se unirá a la vida de
Jonás hasta ser fundamento.
Es
ausencia y es presencia el rostro de la Vidente.
III
Sus
manos son la naturaleza de lo que es. Es augurio y es dolor cuando llora: su
llanto se concentra en el deseo. Es la mujer que sabe amar y su fuente de sabiduría
radica en cerrar los ojos: abrirlos sobre el pasado hasta al fondo.
IV
El
futuro en su boca es alucinación; sus labios son la más clara virtud. Sus dones
la perturban y su manera de hablar es la claridad más hermosa. Desde el
instante en que la ve Jonás, en medio de la multitud, desea abandonarse a ella.
V
Ante la
incertidumbre de la fiesta, ajena y deslumbrante, van cayendo el uno en el
otro: arrojados con displicencia. Lejanos —al principio— no se saben en el
mundo. Mas el azar —o el destino— los une hasta fundirlos.
Son
luz: de pronto se atraen hasta cegarse.
VI
Se
atrapan y transitan —insectos— hacia lo que cada uno era y es. Desconocidos,
cruzan las primeras palabras. Es la voz —de lo que no saben—: los une. Se
conviene, de alguna forma tácita: sus vidas se rebasarán hasta llegar al
amor...
VII
A ella
va Jonás. Su conversación lo seduce; mira dentro de ella.
¿Existe
qué? ¿Deja ver qué? Nada saben, sino la desmesura. Sienten el amor apenas
aflorando. La Vidente presagia la vida de Jonás. Percibe sus pensamientos: los
suyos, desde el inicio, ya estaban en Jonás. Se entregan, entonces, por
completo.
¿Saben
sus nombres? Confunden las letras que los nombran.
Al
comienzo parten como si se realizaran...
Mas
nada sucede: en el escenario se abren las luces del seguidor, para después todo
desparecer.
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