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miércoles, 7 de noviembre de 2018

La corrosión del carácter






Los conjurados


Ricardo Sigala



En 1997 el sociológo estadounidense Richard Sennett publicó su libro La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Ese mismo año recibió el Premio europeo Amalfi de sociología y ciencias sociales. El libro fue celebrado por personalidades de la talla del historiador británico Eric Hobsbawm, quien dijo que se trataba de un “libro hermoso y conmovedor”, que alertaba a Europa sobre lo que le podría suceder si seguía el camino que habían “tomado los Estados Unidos y en alguna medida Gran Bretaña”. Ciertmanete La corrosión del carácter fue recibido muy bien por ciertas élites intelectuales, en especial del mundo de las humanidades; sin embargo, poco despertó interés en los lectores de otras áreas y mucho menos en los lectores comunes y corrientes.

Ese libro que en su momento fue considerado por muchos como algo más bien exótico, a dos décadas de su publicación se presenta como una fuente fundamental para la comprensión de la dinámica de nuestras vidas. ¿Cuáles son las consecuencias que tiene en los individuos las nuevas formas del capitalismo? La respuesta es clara: la corrosión de carácter. 

Sennett nos advierte, por una parte, de la extinción del modelo tradicional del trabajo capitalista consistente en el dominio de organizaciones jerárquicas rígidas, en las que los trabajadores poseían identidad firme y una personalidad formada; y anuncia, por otra parte, el naciente modelo de empresas en permanente crecimiento y cambio, que se caracterizan por una extrema flexibilidad y por tener objetivos a corto plazo, en ellas se habla de la necesidad de que los individuos se reinventen constantemente y sobre la sobre la marcha, asistimos a una constante renovación de personal. Este nuevo fenómeno que se presenta como un modo sano de competencia, engendra también algunas situaciones a considerar: por una parte, la experiencia, el conocimiento adquirido y el talento dejan de ser valorados, pues el valor supremo se basa en la novedad; y por otra, los individuos se invisibilizan, porque sus trayectorias pasan a segundo plano, al sólo valorarse la inmediatez y el permanente cambio.

Cuando el individuo no puede tener una estabilidad laboral ni crea una identidad firme ligada a su puesto de trabajo y su profesión, se ve sometido a una falta de certezas que lo arrastra en una deriva que lo precipita de a poco a un futuro incierto. Esta imposibilidad de definirse a sí mismo, y la poca valoración de su talento y trayectoria, llevan a que pueda padecer una personalidad frágil, una corrosión del carácter, dice Sennett, que se materializa en individuos sin valores colectivos, sin consciencia social, sin respeto a las instituciones, pues se vive en la inmediatez, en la permanente caducidad.

La historia le ha dado la razón al libro de Richard Sennett, su interpretación de las relaciones de trabajo en el nuevo capitalismo ha invadido casi todos los ámbitos de nuestra existencia: tanto en los empleos más elementales como en los de los profesionistas, en las instituciones y en los planes de gobierno tiende a desaparecer la lealtad, el compromiso mutuo, los objetivos a largo plazo y la gratificación en función de objetivos futuros; la sociedad contemporánea nos exige sacrificar todo sentido de compromiso a largo plazo, sobrevalora la obtención de logros inmediatos, aunque no sean trascendentes; nos demanda disposición para cambiar constantemente de trabajo, de profesión, de lugar de residencia, de aliados empresariales, políticos y laborales. Incluso va más allá y nos exige cambiar de códigos morales o en el peor de los casos a prescindir de ellos, y finalmente nos exige no pensar, no ejercer el criterio.

Este fenómeno ha provocado una especie de ley de la selva, en la que todo se justifica si se cumplen los requerimientos del nuevo modelo de producción, son el dinero fácil e inmediato que ostentan los pseudo valores de la corrupción, el narcotráfico, la falta de respecto a los derechos laborales y los más estrictos derechos humanos. Quizás por eso hoy en día mucha gente se indigna más por el maltrato animal que por la dignidad de una persona migrante, se exaspera más por la suspensión de una obra como el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que por el territorio de muerte e impunidad en que se ha convertido nuestro país. Es lo que había previsto Richard Sennett cuando hablaba de la corrosión del carácter.


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