Samuel Gómez Patiño
La verdad no
recuerdo, pero me lo han platicado. Cuando era un bebé mi madre me ponía
pañales de tela, los cuales una vez usados los tenía que lavar, primero a mano
y después en la lavadora. Tampoco recuerdo con qué frecuencia la utilizaba y
menos la capacidad de llenado.
En la década de los 40’s, debido a
la escasez generada por los incipientes pañales de “usese y tirese”, en Suecia
idearon un nuevo pañal a partir de una hoja de celulosa, pero con la salvedad
que después de un uso tenía escapes del relleno.
En 1946, Marion Donovan ideo un
pañal con una cortina de plástico y que en su interior llevaba un tipo de tela
mucho más absorbente, lo que permitía mantener el pañal mojado más tiempo sin
provocar escozor en el bebé. Asegurado con unos broches en los lados, los
pañales “Boaters” fueron patentados y comercializados en la tienda “Saks”.
Estos primeros pañales desechables
eran considerados un artículo de lujo, hasta que Víctor Mills, un ingeniero
químico de la empresa Procter & Gamble compro la idea, desarrollando y
comercializando los pañales desechables “Pampers” en 1960, un año antes del
nacimiento de su servidor. En los 70’s la introducción de nuevos competidores
como Johnson & Johnson, hizo asequible este producto al consumidor lo cual
ayudo al crecimiento de su popularidad con nuevas versiones y un gran problema
para poder escoger pañales para nuestros bebés (para mayor información puedes
consultar https://www.reproduccionasistida.org).
Muchos productos ayudan a resolver
problemas o cubrir necesidades, aunque con el uso suele suceder que pueden
generar otros. Los pañales desechables vienen resolviendo la necesidad de
mantener limpios a nuestros bebés sin ocasionar malestares en su tierna piel,
pero a su vez nos trae consecuencias relacionadas con su desperdicio.
Si bien los pañales lavables parecen
más amigables con el medio ambiente, ya que les quitamos los residuos
desechándolos en los inodoros también es cierto que lavarlos hacen uso de agua
y jabón, parte de la contaminación, pero, los desechables también participan en
la polución del planeta, ya que el producto y sus residuos llegan a los
basureros (en su mayoría) y al tardar en desintegrarse dañan el agua y el aire
que finalmente también le hacen daño al planeta.
El problema tiene muchas aristas,
por un lado, no solo es la comodidad de usar un producto para resolver las
necesidades prioritarias de nuestros hijos pequeños, creando una cultura del
confort para la limpieza de los bebés y de quienes los cuidamos, sino también
de educar cuál debe ser la correcta forma de deshacernos de ellos. Hasta ahora,
solo veo en los comerciales las bondades de adquirir los pañales que ahora los
hay de todas las maneras posibles y tamaños, de varón o de niña, por el peso o
el tamaño, en fin, de todo tipo para mantenerlos limpios.
Tenemos tantas y variadas formas de
contaminación del ambiente, que las empresas también deberían diseñar modelos
que nos ayuden a eliminar los productos que adquirimos una vez que la vida útil
de ellos termine.
De pronto en clase les comentaba a
mis alumnas que quizás el mejor método anticonceptivo fuera el que les
enseñemos a nuestros hijos como lavar adecuadamente un pañal, quitando
correctamente el desperdicio del bebé; concebir hijos es muy fácil ni siquiera
necesitamos un manual, pero el tenerlos, cuidarlos y mantenerlos es lo que nos
convierte en padres. A veces para una pareja muy joven, digamos de adolescentes
un niño les cambia la vida para siempre y en algunas ocasiones no saben cómo
manejarlo y los problemas surgen cuando se abandonan a los niños a su suerte.
No se trata de no concebir, pero sí
de que un embarazo sea planeado, que el niño sea un ser que deseamos tener con
nosotros, cambiar nuestra vida de manera consciente, saber que no dormiremos
igual cada noche pero que valdrá la pena la aventura.
A veces son tan jóvenes las mamás
que piensan que cambiar un pañal se da hasta que llene los cinco kilogramos
para los que fue diseñado el producto.
La próxima vez que vea un pañal
desechable en el suelo, tirado en la calle, contaminando el ambiente, debemos
de reflexionar sobre la educación que nos hace falta para cuidar la única casa
que tenemos.
La próxima
semana: El líder cuida de sus miembros.
Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al
correo samuelgomez@uabc.edu.mx
o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 de los
Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración
de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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