Colocación de la primera piedra del actual seminario, por el Padre Munguía. |
J.
Alfredo Monreal Sotelo
Intensos y fatigosos fueron los preparativos
para lograr la fundación del Seminario en Zapotlán el Grande. La inquietud y el profundo anhelo por una
Institución Educativa, para la formación de la juventud de aquí y de los demás
pueblos de la región siempre había estado presente.
Finalmente,
la noche del 19 de noviembre de 1868, en solemne Velada Literario-Musical se
llevó a cabo la INAUGURACIÓN OFICIAL del Seminario de Zapotlán, como auxiliar del
Seminario de Guadalajara. Fue consagrado a San José y a la Virgen de Guadalupe,
por lo cual el Padre José Francisco Figueroa, uno de los fundadores
principales, obsequió un óleo de la Virgen que aún se conserva en el Seminario.
Una de las primeras edificaciones del Seminario, la cual se derrumbó en el temblor de 1973. |
En
su caminar el Seminario ha sido un lugar de formación de pastores capaces de
dar la vida por Cristo, como los mártires: San Rodrigo Aguilar y san
Tranquilino Ubiarco; de sacerdotes y hombres de Ciencia como José María
Arreola, Severo Díaz y Antonio Ochoa Mendoza; de profesionistas entregados a su
oficio, como el Ingeniero y cineasta Salvador Toscano, el historiador Esteban
Cibrián, el diplomático escritor Guillermo Jiménez y el músico José Rolón.
Ahora,
nuestro joven Seminario Mayor Diocesano, fundado el 13 de septiembre de 1983,
siempre se ha sentido como un retoño de aquella raíz del antiguo Seminario de Zapotlán,
y se ha planteado como objetivo: “Acompañar a los aspirantes al sacerdocio
ministerial en el proceso de formación integral, a fin de que personalizando en
su vida las actitudes, los valores y las capacidades (humanas, cristianas y
sacerdotales) necesarias, logren configurarse a Cristo el Buen Pastor, y así
sepan evangelizar acompañando en su peregrinar al pueblo y a las comunidades
eclesiales, en estas condiciones históricas concretas”.
Los
sacerdotes ordenados desde 1983 son: 72 para la Diócesis de Ciudad Guzmán y 6
para otras diócesis.
Por
eso, el Seminario agradece a Dios nuestro Padre sus bendiciones; a san José y a
la Virgen María su compañía protectora, y al pueblo de Dios peregrino en estas
tierras del Sur de Jalisco, su testimonio de fe, su oración continua y su
generosidad económica.
*Fotos cortesía del Seminario
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