lunes, 12 de noviembre de 2018

“Cervantes nunca marcha a Zapotlán”
































Los conjurados



Ricardo Sigala


El 20 de diciembre del año 2000, el escritor argentino radicado en España, Andrés Neuman, publicó un artículo titulado “Cervantes nunca marcha a Zapotlán”. En él iniciaba diciendo: “Lo de Juan José Arreola con el premio Cervantes empieza a parecerse, un poco más cada año, a lo de Borges con el Nobel. Sólo que, en este caso, ni el gran escritor mexicano es políticamente tan incómodo, ni el jurado tan militante.”

Siete días antes el premio se le había otorgado al escritor español Francisco Umbral, las notas en los periódicos decían que “tras cinco horas de deliberación,” lo que suponía que la decisión había sido muy discutida. ¿Será que en dicha deliberación habría sonado el nombre de Arreola? No lo sabemos, pero sí llama la antención que un joven escritor que a la postre se convertiría en uno de los grandes nombres de su generación se detuviera en Arreola y lo pusiera en la mesa discusión del más grande galardón de las letras en lengua española. Entonces Arreola tenía 82 años y Neuman lo había leído con atención y profundidad, así lo denota su artículo.

El señalamiento que hace Neuman me lleva a pensar que de los seis escritores mexicanos que han ganado el Premio Cervantes, cuatro fueron discípulos de Arreola. Octavio Paz no podía serlo por razones de edad y Sergio Pitol porque abandonó el país muy tempranamente; sin embargo los nombres de Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Elena poniatowska y Fernardo del Paso están asociados con las enseñanazas de Juan José Arreola, todos en algún momento de su trayectaria, pero en especial en sus años de iniciación, participaron en sus talleres y publicaron sus textos en las colecciones Los Presentes o Los Cuadernos del Unicornio, que el maestro de Zapotlán creo y dirigió en los años cincuenta. Cuando Neuman escribió su artículo sólo Octavio Paz había obtenido el galardón, pero para el escritor argentino el segundo mexicano que merecía ganar el Premio Cervantes no era ni Rulfo, ni Fuentes, ni nugún otro sino Arreola. El tiempo le dio la razón a Neuman pues si bien Arreola no obtuvo el Cervantes por lo menos hoy lo reconocemos como maestro, o mentor, o iniciador de cuatro premios Cervantes, me pregunto si existirá un caso equivalente en la literatura en lengua española.

Un año más tarde, en 2001, el Premio Cervantes decidió otorgar el galardón al colombiano afincado en México, Álvaro Mutis. La noticia se dio a conocer el 11 de diciembre, Arreola había muerto nueve días antes. Cervantes ya no marcharía a Zapotlán.

El 11 de octubre pasado, en la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, ocurrió un hecho insólito. Un comité integrado por escritores de diversas latitudes decidió protestar contra los académicos del Nobel, tras los escándalos por los que pasa y que los llevó a suspender este año la entrega del famoso galardón. Su acto de protesta consistió en otorgar a Jorge Luis Borges, ese eterno candidadto, el Nobel póstumo. El comité estuvo integrado por prestigiosos escritores Catherine Millet (Francia), Irvine Welsh (Inglaterra), Jorge Carrión (España), Teresa Cremisi (Egipto), Alberto Manguel (Argentina), Mathias Énard (Francia), Joao Paulo Cuenca (Brasil), Fernanda Trías (Uruguay), Fernando Savater (España), Cristina Rivera Garza (México), León Felipe Campos (Venezuela), y Marta Sanz (España).

El artículo de Neuman cierra con las siguientes palabras: “Cuando Arreola dé con su última línea, cuando la vida -“esa dolencia mortal”- se le apague, ¿le otorgarán un Cervantes póstumo?”. Seguro la FIL de Guadalajara no ha pensado en esta posibilidad, ni sería capaz de una osadía de esa naturaleza. Es verdad que el Premio Cervantes está lejos de la crisis por la que pasa la academia del Nobel, pero el centenario de Arreola quizás sea el mejor prextexto para un divertimento de esta naturaleza, un hecho insólito muy acorde con la ficción del maestro de Zapotlán.


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