Los conjurados
Ricardo Sigala
El 20 de
diciembre del año 2000, el escritor argentino radicado en España, Andrés
Neuman, publicó un artículo titulado “Cervantes nunca marcha a Zapotlán”. En él
iniciaba diciendo: “Lo de Juan
José Arreola con el premio Cervantes empieza a parecerse, un poco más cada año,
a lo de Borges con el Nobel. Sólo que, en este caso, ni el gran escritor
mexicano es políticamente tan incómodo, ni el jurado tan militante.”
Siete días antes
el premio se le había otorgado al escritor español Francisco Umbral, las notas
en los periódicos decían que “tras cinco horas de deliberación,” lo que suponía
que la decisión había sido muy discutida. ¿Será que en dicha deliberación
habría sonado el nombre de Arreola? No lo sabemos, pero sí llama la antención
que un joven escritor que a la postre se convertiría en uno de los grandes
nombres de su generación se detuviera en Arreola y lo pusiera en la mesa
discusión del más grande galardón de las letras en lengua española. Entonces
Arreola tenía 82 años y Neuman lo había leído con atención y profundidad, así
lo denota su artículo.
El señalamiento
que hace Neuman me lleva a pensar que de los seis escritores mexicanos que han
ganado el Premio Cervantes, cuatro fueron discípulos de Arreola. Octavio Paz no
podía serlo por razones de edad y Sergio Pitol porque abandonó el país muy
tempranamente; sin embargo los nombres de Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco,
Elena poniatowska y Fernardo del Paso están asociados con las enseñanazas de
Juan José Arreola, todos en algún momento de su trayectaria, pero en especial
en sus años de iniciación, participaron en sus talleres y publicaron sus textos
en las colecciones Los Presentes o Los Cuadernos del Unicornio, que el
maestro de Zapotlán creo y dirigió en los años cincuenta. Cuando Neuman
escribió su artículo sólo Octavio Paz había obtenido el galardón, pero para el
escritor argentino el segundo mexicano que merecía ganar el Premio Cervantes no
era ni Rulfo, ni Fuentes, ni nugún otro sino Arreola. El tiempo le dio la razón
a Neuman pues si bien Arreola no obtuvo el Cervantes por lo menos hoy lo
reconocemos como maestro, o mentor, o iniciador de cuatro premios Cervantes, me
pregunto si existirá un caso equivalente en la literatura en lengua española.
Un año más tarde,
en 2001, el Premio Cervantes decidió otorgar el galardón al colombiano afincado
en México, Álvaro Mutis. La noticia se dio a conocer el 11 de diciembre,
Arreola había muerto nueve días antes. Cervantes ya no marcharía a Zapotlán.
El 11 de octubre
pasado, en la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires,
ocurrió un hecho insólito. Un comité integrado por escritores de diversas
latitudes decidió protestar contra los académicos del Nobel, tras los
escándalos por los que pasa y que los llevó a suspender este año la entrega del
famoso galardón. Su acto de protesta consistió en otorgar a Jorge Luis Borges,
ese eterno candidadto, el Nobel póstumo. El comité estuvo integrado por
prestigiosos escritores Catherine Millet (Francia), Irvine Welsh (Inglaterra),
Jorge Carrión (España), Teresa Cremisi (Egipto), Alberto Manguel (Argentina),
Mathias Énard (Francia), Joao Paulo Cuenca (Brasil), Fernanda Trías (Uruguay),
Fernando Savater (España), Cristina Rivera Garza (México), León Felipe Campos
(Venezuela), y Marta Sanz (España).
El artículo de
Neuman cierra con las siguientes palabras: “Cuando Arreola dé con su última
línea, cuando la vida -“esa dolencia mortal”- se le apague, ¿le otorgarán un
Cervantes póstumo?”. Seguro la FIL de Guadalajara no ha pensado en esta
posibilidad, ni sería capaz de una osadía de esa naturaleza. Es verdad que el
Premio Cervantes está lejos de la crisis por la que pasa la academia del Nobel,
pero el centenario de Arreola quizás sea el mejor prextexto para un
divertimento de esta naturaleza, un hecho insólito muy acorde con la ficción
del maestro de Zapotlán.
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