Ya
inmersos en los festejos del centenario del nacimiento de Arreola, el poeta y
narrador Pedro Mariscal hace un sentido homenaje al autor del Confabulario y La feria, con algunos divertimentos a manera de décimas, una de las
formas de la lírica clásica que tanto apreció Juan José.
La
tradición exige a la memoria, y una anécdota resulta muy propia para recordar
lo que alguna vez me relatara el cronista y poeta Salvador Encarnación.

Este
Decimario arreolino de Pedro Mariscal
(Archivo Histórico de Zapotlán, 2018) hace un justo homenaje, en todo caso, a
la forma lírica y, es claro, al narrador de Zapotlán. Un milagro lingüístico es
el que se percibe en estos poemas, pues el propósito es darle realce a la
persona, a la obra y al creador más importante de las letras del profundo sur
de Jalisco.
Mariscal
es un viejo lobo de mar de la palabra: lo mismo escribe un soneto, una décima
que un relato o un cuento; de igual manera, enseña literatura que ofrece un
discurso en el que abre los abanicos de la reflexión sobre un determinado autor
de Zapotlán el Grande que escribe estos versos en homenaje al autor del Confabulario.

Se
ha dicho que un poema sin musicalidad es medio poema. Y estas décimas, al
leerlas uno en voz baja comete un error, porque son para cantarse. Esto es: si
comenzamos a leerlas casi de inmediato sentiremos el arrojo de cantarlas. Son,
pues, para ser cantadas. No son para ser leídas en voz baja. No digo que en
silencio porque nunca un poema se dice en “silencio”: su naturaleza —la del
poema— es el canto. Nadie que escriba versos puede negarlo.
Cantemos
en todo caso en coro para celebrar, seamos la segunda y la tercera voz de Pedro
Mariscal en este homenaje al maestro Arreola que está de fiesta.
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