*Mercedes
Imelda Avalos Ruiz
En la
cotidianeidad del mundo y la sociedad actual, encontramos que por
supervivencia, convencionalismo,
ambición y necesidad, el trabajo se ha
convertido en una actividad directriz del ser humano. Acción para la cual se
requiere que exista una preparación básica hasta para desempeñar el más
sencillo oficio como lo hacen el cargador o el zapatero, que han aprendido a
manejar sus herramientas y capacidades de forma hábil. Con mayor razón cuando
la labor a desempeñar requiere un sustento teórico o científico, como sucede en
el caso de las profesiones tan diversas que existen en la actualidad y son
reconocidas y valoradas por la sociedad de acuerdo al impacto y beneficio que
ocasionan a la misma.
Precisamente,
para obtener un rango de mejor cotización, la demanda contemporánea exige que
cada persona se aplique en lo que concierne a sus tareas, procurando una actualización
permanente; ya que con el manejo de las redes se abren horizontes informativos
ilimitados y de evolución permanente. Ello implica para el profesionista
demostrar sus habilidades y conocimientos respaldado además en algo que
pareciera que está a punto de extinguirse y por desconocimiento las
generaciones más jóvenes no lo valoran, ni lo viven y cuando saben de su
existencia es difícil que se lo apropien, por ignorancia, desinterés o por
validar como prioritarios otros aspectos de sus ejercicios. ¿De qué estamos
hablando? Pues de la Ética Profesional. Por si no la conocen, he de comentar
que en el trabajo hay algo más importante que la eficiencia, porque se trata de
un factor que precisamente la hace posible, funciona como razón de ser de una
genuina validez en el quehacer de las profesiones.
Según
mi experiencia y humilde opinión, he de agregar que las bases de la Ética
Profesional, considerada en la actualidad como perla negra, se van forjando en
el núcleo familiar, con el ejemplo de los progenitores y la dinámica que al
interior del hogar se sucede. Pero hay que reconocer que ante la actual
incorporación al ámbito laboral de ambos padres de familia, los hijos crecen en
guarderías, al cuidado de la nana, la empleada doméstica y en el mejor de los
casos, de algún familiar. Por lo tanto, no se forjan los valores de acuerdo a
los lineamientos de los padres, el poco tiempo que comparten, se vuelven más
permisivos, intolerantes y es poca la calidad y tiempo dedicado, como para ir
apoyando y enseñando la vivencia de valores.
También
las instituciones educativas que apoyan en el
proceso de formación de los individuos, reafirman o minimizan lo
aprendido en el ámbito de origen. Pero de igual manera, si no hay Ética
Profesional, el educador, del nivel que sea; se dedica a sus labores académicas
de una manera deshumanizada, identificando una cantidad de alumnos y no
personas en específico.
Se
suma a todo esto la influencia que existe en la actualidad de las redes
sociales y la convivencia en un micro y macro sistema, en que se van borrando
reglas, se llega al libertinaje, permisividad y se confunden conceptos que
debieran regir nuestra vida cotidiana.
Una
persona que ha adquirido experiencia en el ejercicio de su profesión y se ha
actualizado, implementa innovaciones tecnológicas y deja ver su activismo para
recomendarse en su labor, es de suponerse que lo consideremos bueno en lo que
hace. Pero cuando encontramos a alguien que ofrece “un plus” a su ejercicio
profesional, decimos que es un profesionista, que cuenta con Ética Profesional.
Es una persona que es reconocida por asumir de forma correcta la
responsabilidad que se le ha otorgado sin mucho alarde.
Puedo
decir que tuve la fortuna de tener en mis padres un buen ejemplo de honestidad
y legalidad que me han marcado para toda la vida y muchas veces quisiera ser
flexible para algo que, según algún pensamiento ligero, diría que no afecta a
nadie así que puedo permitir ciertas concesiones. Pero me doy cuenta que no va
con mis orígenes ni convicciones, ni con lo que yo pido y reclamo de la
sociedad actual y en especial de los profesionistas de mi gremio. Estas
experiencias familiares y educativas me dan la pauta a seguir en la actualidad
procurando una actualización permanente y un servicio fundamentado en la legalidad,
responsabilidad y honestidad.
El
ejercicio de esa manera, con los valores como complemento de la preparación y
conocimiento de cualquier profesionista, permite el rescate de conductas
favorables para la Institución en donde se desempeñan; anteponiendo la
eficiencia y obteniendo beneficios propios al ser estimado no sólo por sus
aptitudes sino también por sus actitudes.
Puede
suceder que al dar prioridad a las cuestiones materiales de la vida moderna
hagamos a un lado la ética profesional, convicciones personales y hasta la
honestidad, al enfrentar situaciones de conveniencia en donde privilegiamos los
beneficios materiales y honores pasajeros, arriesgando el bien común y sólo
pensando en el progreso personal.
Quien
aprende a ser hábil al conducirse con autoridades y compañeros de trabajo de
manera tal que sabe ganarse la confianza de quienes le rodean y después la
defrauda para beneficios propios, es común que como consecuencia de sus actos
no trascienda de manera limpia y legal. En caso contrario, quien actúa con
sentido de responsabilidad, socializa de manera adecuada, con respeto y
compagina el bien de la institución y el beneficio personal, es reconocido por
sus logros y trascendencia, además de la gran satisfacción particular de haber
actuado correcta y honestamente.
La
actitud egoísta y egocéntrica de un individuo, puede demeritar la
profesionalización de un ejercicio laboral bien realizado con ése “plus” al que
aludo.
El
presente texto sólo es una opinión y experiencia muy personal, partiendo del
ejercicio como Docente realizado en el campo Educativo y que espero que esta
reflexión sea del interés y conveniencia informativa de lectores tanto del ramo
como de cualquier profesión, ya que todas requieren ejercerse con ése sentido
ético.
Felicitaciones por tú artículo. Estamos en una época que parece que la ética es solo retorica. Curiosamente en la Facultad donde trabajo se prohibió ofrecerle la materia de Ética en los negocios por considerar innecesaria dentro de su formación. Luego nos preguntamos porque seguimos siendo un país tercermundista.
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