Samuel Gómez Patiño
Tenemos dos horas de haber llegado
al recinto, al audiorama “El Trompo”, listos mi señora Rosario Oropeza Andrade
y su servidor para disfrutar del concierto que debe iniciar en punto de las 9
de la noche, cuando toma el micrófono una señorita en nombre de los
organizadores para darnos una mala noticia, la mayoría pensamos lo peor, se
cancela porque uno de los artistas no está en condiciones, por no pensar lo
peor.
Meses
antes, me apareció la promoción de este evento donde estarían juntos por última
vez, y no quise dejar pasar la oportunidad por lo que le comenté a mi señora y en
cuanto tuve tiempo compre los boletos para el concierto. Desde que empecé a
trabajar, dos vicios me han seguido: comprar libros y discos.
La
prueba está en la extensa biblioteca que tengo, más de quinientos ejemplares,
en tres libreros en mi casa y otro tanto en la oficina. Cuando estudiaba y los
maestros me pedían algún libro, no iba a la biblioteca siempre acudía a una
librería y lo adquiría y como cualquier dueño de su propia literatura, no tengo
más porque no los haya comprado sino porque los he prestado.
Me
acostumbre a cada quincena (o semana en que me pagaban) a comprar un nuevo
libro o un nuevo long play (los discos de vinil) por lo que soy dueño de una
extensa colección de más de 200 de ellos y de artistas diferentes, aunque mi
favorito siempre fue Juan Gabriel tengo de toda clase de música. Cuando
aparecieron los CD’s también inicie coleccionándolos por lo que tengo una
compilación de más de 400. Estos han sido mis mayores vicios.
Hasta
que acudí al concierto no había caído en cuenta que cuando nací, en 1961 ellos
ya eran famosos. De hecho, quedo como una leyenda de la familia que cuando
tenía un año de edad, me encantaba bailar al ritmo de “popotitos” siendo un
bebe regordete. Le da risa a mi madre cuando se acuerda de aquella bola de
carne brincando en la cuna cada que escuchaba la canción, aunque yo no recuerde
el hecho (y si no lo recuerdo, no paso).
Será
por eso que cuando nos indicaron antes de iniciar que tenían una mala noticia,
algunos creímos lo peor, se suspende el concierto porque se sintieron
indispuestos, “lo menos peor”. Falsa alarma, solo nos querían indicar que nos
iban a hablar de los próximos conciertos, en otras palabras llegaban los
comerciales.
Juntos
por última vez, me parece lo más adecuado para su gira porque si no es uno de
ellos, podemos ser alguno de nosotros, al fin y al cabo, el 95 % de los
asistentes rebasamos los 50 de edad. Fue un concierto de 4 horas que termino a
la una de la mañana, cuando la mayoría ya tenemos problemas para desvelarnos y
lo bueno es que a pesar de estar en asientos de general, esta vez sí había los
suficientes, no hubiéramos aguantado tantas horas de pie.
Entonces
se presentan los cuatro, pero el primero que se queda en el escenario es
Alberto Vázquez, aquel fumador empedernido que hoy sufre los estragos de su
exceso, pero que pudo sacarle a su voz la intensidad adecuada para recordar las
viejas canciones de amor como “Fue en un café”, “Maracas”, “Para decir adiós”,
“Significas todo para mi” y la canción que estremeció a sus seguidores “El pecador”.
Con su tanque de oxígeno, como el mismo aclaro por si acaso, también canto sus
éxitos como “16 toneladas”, en fin una hora con Alberto.
Ahora
era la oportunidad para César Costa, quizás más recordado por sus películas y
programas de televisión también recordó sus mejores éxitos, “Mi pueblo”, “La
historia de Tommy”, “Besos por teléfono”, “Diana”, “Tierno”, “El tigre” y
“Johnny recuérdame” entro otras canciones que lo encumbraron durante la época
rebelde del rock. Después de un pequeño homenaje por los que ya se fueron, nos
sorprendió con la canción “A mi manera” pero en el idioma inglés y por supuesto
no pudo faltar el detalle de sus suéteres.
Ahora
llega la única mujer del programa, la llamada “la novia de México” Angélica
María cantando “Eddy, Eddy”, “No es mejor que yo”, ¿A dónde va nuestro amor?, “Tú
sigues siendo el mismo” (con un beso al cielo recordando a Juan Gabriel),
“Cuando me enamoro”, “Con un beso pequeñísimo”, “Paso a pasito”, entre otras
que nos hicieron recordar a la mujer dulce y entregada al amor.
Tres
horas después del inicio, por fin tenemos a Enrique Guzmán, conocido por sus
contemporáneos como el Rolls Royce, por su mejor acabado, quien se portó
irreverente y amenazador. Inmediatamente nos comentó, ya llevan 3 horas en este
concierto y ahora se aguantan porque se van hasta que termine, eran las doce de
la noche; se le queda mirando al público y nos dice me da gusto verte “tantos
chavos…de los sesentas aquí”, y se escucharon sus melodías como: “Tu cabeza en
mi hombro”, mi favorita “Payasito”, “Ángel de mi vida”, “Princesita”,
“Popotitos”, “Acompáñame”, “El rock de la cárcel”, entre otras de las favoritas
de le época; sus pláticas con su lenguaje soez pero certero, demostró la fuerza
que todavía guarda entre sus fanáticos. Una noche inolvidable para mí, mi
señora y los miles que acudimos al concierto.
Me
parece increíble que en su momento fueran el ejemplo de la violencia, el desorden,
la irreverencia de los rebeldes del rock and roll en el mundo. Puedo resumir el
cambio generacional a través de la música con las palabras de Enrique dentro de
su participación:
-Haber
si ese cantante de “Felices los cuatro” puede llegar a nuestra edad y seguir
cantando.
La
próxima semana: ¿Eres talentoso? O, ¿solo te crees talentoso?
Me
gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en
Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 de los Toastmasters
y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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