Clemente
Castañeda Hoeflich
Si
queremos hablar de un cambio del régimen político, el régimen debe empezar por
cambiar la forma en que se relaciona con los pueblos indígenas, el régimen debe
diseñar y aplicar políticas asumiendo la pluralidad y la multiculturalidad de
nuestra nación, para que todos puedan exigir y ejercer sus derechos.
En
la discusión sobre derechos de los pueblos y comunidades indígenas debemos
partir de dos principios elementales. En primer lugar, que algunos derechos
solamente se pueden ejercer plenamente en forma colectiva, como son el derecho
a la libre determinación, el derecho a tener su jurisdicción y definir sus
sistemas normativos de organización social, el derecho a preservar su
conocimiento, su lengua y su cultura. Y en segundo lugar, que los derechos no
se someten a consulta, los derechos se reconocen.
Estoy
convencido de que si el Estado mexicano parte de estas dos premisas, podremos
transitar hacia una verdadera transformación del régimen político, en donde se
reconozcan plenamente los derechos de los pueblos indígenas y en donde estos
puedan tomar en sus manos la construcción de su presente y su futuro.
Por
ello, en el Senado de la República, presenté una iniciativa que surge de una
demanda histórica, que surge de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar de 1996,
y que plantea reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas como
sujetos de derecho.
Esta
reforma significa reconocer la personalidad jurídica colectiva de los pueblos
indígenas y, por lo tanto, reconocer su capacidad para portar y ejercer
derechos como una entidad política.
Esta
reforma consolidaría las bases legales para garantizar la libre determinación
de los pueblos y para reconocer sus formas de organización social, lo que en
última instancia implica entender que los pueblos indígenas son instancias
colectivas que actúan dentro del sistema político y social.
Lo
que sucede, actualmente, es que, bajo una visión paternalista y
asimilacionista, se asume a los pueblos indígenas como entidades de interés
público, bajo la tutela del Estado y cuyos derechos pueden ser o no reconocidos
en la medida en que lo decida cada entidad federativa.
Esto
ha provocado que la libre determinación de los pueblos y tantos otros derechos
colectivos hayan quedado en letra muerta, y ha provocado que se cometa un
sinnúmero de atropellos a las comunidades indígenas en cuanto a la protección
de su territorio, su cultura, sus derechos y su identidad.
Los
cambios en la configuración político-partidista del país deberían servir para
que el Estado mexicano deje de arrastrar esta deuda histórica, para que
comiencen a emprenderse los cambios que exigen los mexicanos.
El
primer paso para el cambio de régimen y para la transformación de la República
no puede ser otro más que el cambio en la relación del Estado con los pueblos
indígenas de México, con las comunidades originarias de este país.
*Senador de la República por Movimiento Ciudadano.
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