Mtra.
Mercedes Imelda Avalos Ruiz
El
desarrollo del cuerpo humano se sucede de manera regular, consecuente a un
proceso natural, pero influido por cuestiones genéticas, situación ambiental, suficiencia
económica, orden familiar, sistema alimenticio y algunos factores más que
pueden encerrarse de manera implícita e implícita en los que ahora menciono.
Por
esta ocasión prestaré mi atención a lo que concierne la situación alimentaria e
invito a los lectores a hacer lo mismo, haciendo alusión a vivencias que
ocurren en lo cotidiano y que en el ámbito educativo nos enteramos y vivimos
sus causas y consecuencias en el buen o mal aprovechamiento de educandos.
Primero,
debemos tomar en cuenta que los niños en edad escolar necesitan una dieta
adecuada para crecer, desarrollarse, estar protegidos frente a las
enfermedades, y tener la energía para estudiar, aprender y ser físicamente
activos. Suele suceder que los padres de familia se conforman con poner un
“lonche” o refrigerio a los menores para que se lo lleven a la escuela y estos
no lo consumen, lo regalan o intercambian por algún otro con los compañeros.
Que bien está el compartir, pero entonces; es difícil confiar que si el niño
comió lo que se requería y lo que confiaron que así sería. Esto, en el mejor de
los casos cuando se provee y prevé algo para ellos.
También
está el tema de los que se les da dinero para que adquieran en la escuela lo
que prefieran, nos encontramos que no
siempre se aplican los chicos como corresponde; pues a pesar de que las
instituciones educativas prestan más atención a tener en sus cooperativas
alimentos más nutritivos, han de guardar el recurso para que a la salida o con
algún vendedor externo adquirir alimentos chatarra, por ser más placenteros al
paladar, más económicos, atractivos o de moda. Una estrategia más que no
siempre funciona, a pesar de que los programas de alimentación y nutrición
escolar son clave para que los niños disfruten de los derechos humanos a la
alimentación, la educación y la salud. Mediante intervenciones complementarias
como los almuerzos escolares y la educación alimentaria y nutricional, los
alumnos pueden mejorar sus dietas, desarrollar prácticas alimentarias más
saludables, y extenderlas a sus familias y comunidades. Pero, como se comenta,
no siempre se obtiene buenos resultados de ello.
Suele
ocurrir que, si la escuela está inscrita a programas de alimentación, los
padres de familia se confían a que lo que recibirán sus hijos será suficiente y
los envían a la escuela sin darles alimento alguno: quizá por pereza,
ignorancia, economía o conformismo. Pero, se sugiere que cuando el educando
está recibiendo este apoyo alimentario, se le dé antes de salir de casa alguna
colación, pudiendo ser por la mañana un licuado, jugo o leche, por la tarde
alguna fruta, leguminosa o jugo. Para que en lo llega la hora de que se les dé
el refrigerio, puedan concentrarse y responder a las actividades de inicio del
día y no se disperse la atención al tener hambre. Cuidando que sea congruente
el consumo alimentario con el desgaste de energía, ya que en caso contrario se
puede caer en la provocación del sobrepeso.
Se
han sucedido casos en que algunos estudiantes de Educación Básica el momento de
mejor alimentación que reciben, es la otorgada en la escuela, por medio de esos
programas de apoyo. Cuando en casa se debe de cuidar la complementación de
forma eficiente y equilibrada, acordes a las características de los menores.
La
FAO reconoce que las escuelas son un entorno ideal para contribuir a la
nutrición y el desarrollo infantil y juvenil. Los niños llegan a las escuelas a
una edad a la cual se están creando sus hábitos alimentarios y de salud. Las
escuelas también influyen en las familias y la comunidad escolar, y pueden ser
un medio para una mayor participación de la comunidad.
Una
vez más se identifica la necesidad del trabajo colaborativo de parte de la
escuela con los padres de familia en beneficio de la infancia, lo cual les
ayudará a lograr un desarrollo integral en los chicos, un mejor rendimiento
educativo, lo cual favorece y facilita el trabajo del docente y finalmente, una
estabilidad en la salud de estos individuos, lo que incide en la mejoría de la
armonía familiar, su economía y cumplimiento de la funcionalidad de las partes
involucradas en éste proceso alimentario.
Sólo
resta agregar que es muy importante la prevención; se vuelve prioritario formar
hábitos alimentarios, valoración y concientización sobre sus beneficios. Hay
que enseñar y forjar prácticas de alimentación eficiente y suficiente desde que
empiezan a acudir a Educación Inicial o preescolar, para que cuando empiezan a
ser más independientes, en primaria y secundaria, puedan ser selectivos sobre
lo que les beneficia y conviene.
*Asesora
en el Centro de Actualización del Magisterio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario