Samuel Gómez Patiño
Cuando
pensamos en los actos de corrupción, el primer error es pensar que solo los
políticos los cometen; por lo regular siempre le echamos la culpa a los
funcionarios públicos sin tomar en cuenta que para que exista un acto
indeseable se necesitan dos.
En 1983 un amigo, el contador
público José Luis Aguirre me recomendó para que entrara a trabajar en la
compañía Temati, S. A. de C. V., maquiladora de papas para Frito Lay de Estados
Unidos, en México Sabritas. Un requisito indispensable era acudir a la entonces
Secretaria de Salubridad por un certificado médico.
Hay cosas que a pesar de la edad todavía no
supero, ver sangre y menos si es la mía. Por eso cada que escuchaba a mi madre
que me decía que estudiara para doctor me hacia el sordo. En fin, mi linda mamá
al comentarle de esto empezó a decirme que me harían estudios de salud y que
para ello era probable que tuviera que llevar algunas muestras, pero lo que me
puso nervioso era que también tomarían pintas de sangre. La verdad no me
estrese porque me parece que ni el término se usaba en ese tiempo, pero si era
un manojo de nervios.
Llegue temprano a la cita, bueno
había que hacer fila conforme ibas llegando. Estoy seguro que tampoco dormí
bien. No recuerdo cuanto tiempo estuve haciendo fila, pero seguro sentí que
envejecí ahí. Por fin mi turno, me recibió alguien con una bata blanca que me
parece que era el doctor, me pidió que me sentara y empezó a cuestionarme:
Últimamente,
¿ha sentido que se marea?
No- le dije.
¿Siente que
pierde la visión?
Tampoco.
¿Siente que se
cansa regularmente?
No, respuesta
negativa pero honesta.
Perfecto, pase
por la tarde por su certificado de buena salud.
Supongo que la
importancia de un certificado médico es para conocer la salud del
paciente-empleado que se atiende. En este caso, su servidor trabajaría en una
planta de producción de alimentos (chatarra, pero alimentos al fin) y me parece
que para la empresa es importante que no tuviera alguna enfermedad contagiosa o
peligrosa que pusiera en riesgo el producto que era de exportación, ya que
maquilamos para Estados Unidos. También es importante para la salud del
empleado, ya que podemos estar laborando sin conocer que estamos enfermos sobre
todo si puede ser contagioso lo que no sólo pone en riesgo a nuestros
compañeros sino también a nuestra familia.
Muchos años
después, cuando mis hijos ingresaron a la universidad también me solicitaron
que llevara el certificado de salud de cada uno de ellos; al tener la
experiencia que las instituciones públicas como la Secretaría de Salubridad e
inclusive la Cruz Roja siguen con esta práctica de solo cobrar el documento
pero sin realizar ninguna prueba y mucho menos un análisis decidí que se las
realizarán en el CUMAI, el centro de salud de la misma universidad donde
trabajo y donde ellos estudiaron sus carreras profesionales.
Cual no fue mi
sorpresa cuando a los dos les tomaron sus nombres y la edad y les extendieron
su certificado que avalaba que se encuentran en condiciones médicas para ser
admitidos para estudiar en la universidad.
Hace poco, les
comentaba a mis alumnos sobre este problema. En la facultad estamos en tres
edificios de 4 pisos cada uno. Tenemos 54 salones para atender a una población
de 4 000 alumnos, divididos la mayoría en dos turnos, el matutino que entra a
las siete de la mañana y el vespertino que por lo general acude estudiar a
partir de las 4 de la tarde para terminar a las 10 de la noche. Trabajamos
además, alrededor de 350 personas más, entre docentes y personal administrativo
y de mantenimiento. Podemos imaginar que un alumno de nuevo ingreso (o
inclusive que ya esté estudiando con nosotros, ya que no se les vuelve a
solicitar un examen médico) esté enfermo de algo contagioso; primero tiene
contacto con sus 35 compañeros y maestros, los docentes acuden a otros grupos,
dos o tres en promedio con 35 alumnos también llevando el virus. Podemos pensar
que de acuerdo a las probabilidades a lo largo de una semana todos podemos
estar contagiados, quizás algunos con mejor salud puedan aguantar un poco más,
pero otros con menos refuerzos como vacunas o medicamentos están en mayor
peligro.
Pero que
genero todo este problema, el simple hecho de alguien que no hace su trabajo.
Quizás en estas dependencias ni siquiera se imaginan lo importante que es poder
determinar la salud de una persona. Pero, ¿A quién le importa? En este caso a
la universidad, a los responsables de la salud como es la dependencia, a los
maestros, a los alumnos, a los padres. Parece que a nadie. Al fin y al cabo, en
este país no pasa nada.
Este pequeño
ejemplo nos muestra la gravedad de la corrupción activa y pasiva, y que no
siempre tiene que ver con dinero (o si, ahorrando el uso del instrumental y
tiempo de los análisis). Es mejor pensar y actuar para mejorar la situación del
país. Empecemos con los pequeños detalles, como realizar de manera correcta un
simple certificado médico.
La próxima
semana: ¡Juntos por última vez!
Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al
correo samuelgomez@uabc.edu.mx
o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 de los
Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
Triste pero cierto
ResponderBorrarOjala alcance a ver como dejamos de ser parte de la corrupción. Condenamos a los corruptos sin darnos cuenta de que también lo somos.