Milton Iván Peralta
En las últimas semanas, se ha hablado y escrito hasta la saciedad sobre el
compositor zapotlense, Rubén Fuentes, pieza fundamental para la construcción de
la identidad musical mexicana, sello imborrable de nuestro país en el
extranjero.
Pero no fue Fuentes una flor en el desierto, fue ayudado en su creación por su
familia, su padre quien le enseñó el violín, con su madre aprendió el piano.
Por lo menos así nos lo da a conocer Alejandro Aquino coautor del libro “Dicen
que pasa la vida soñando. Apuntes sobre la vida de Rubén Fuentes”.
“Rubén no solo tomó clases con su padre, también estudió con los maestros
Serratos y Oropeza en una academia de Zapotlán. Y aprendió a tocar el piano
gracias a su madre…”, dicen en el libro, en la página 25.
El futuro de Rubén se comenzó a construir desde antes de su nacimiento, con su
tío Aurelio y su papá Agustín, “El primero, muy joven marchó a la ciudad de
México y tomó clases en el Conservatorio Nacional de Música con el maestro Luis
G. Saloma, fundador de los primeros ensambles de cuerda en el país, después
viajó a Alemania y por un corto periodo fue miembro de la Hochschule für Musik
de Berlín”, página 21. Nació el
25 de septiembre de 1901. Sus padres lo fueron D. Joaquín Fuentes y Dña. Simona
Trujillo, en Zapotlán el Grande.
La cercanía de Rubén Fuentes y su admiración por su tío, fue fundamental par su
futuro, cabe destacar que Aurelio Fuentes triunfó en Europa, incluso fue el
primer artista zapotlense en ir a París, lo seguirían José Rolón, Clemente
Orozco, Guillermo Jiménez y Juan José Arreola.
Aurelio Fuentes se convirtió en el primer hijo ilustre de Zapotlán,
nombramiento que con los años no ha sido poca cosa, esto en 1931; fue homenajeado por el Grupo
Cultural “José Clemente Orozco” en el año de 1970, cuando recibió Presea de
Reconocimiento por su artística labor musical.
Pero esos reconocimientos no fueron de gratis, fue un reconocimiento a su
trabajo, su talento y sus logros, según Gabriel Pareyón, en el Diccionario de
Música en México, Secretaría de Cultura de Jalisco, (Guadalajara, Jal.,
diciembre de 1995, pp. 224):
“En 1921, una vez terminado el conflicto de la Revolución, marchó a México e
ingresó al Conservatorio Nacional (alumno de Luis G. Saloma), donde se graduó
en 1925; ese mismo año obtuvo el premio J. S. Bach, para violinistas mexicanos.
Se trasladó a Europa, donde se perfeccionó en la Escuela Superior de Música de
París.
En 1932
regresó a su país y realizó una larga gira nacional. Al año siguiente volvió a
París, y de nuevo en la Escuela Superior de Música, fue alumno de George
Enescu, Nadia Boulanger y Jacques Thibaud. De 1936 a 1939 estudió en la
Hochschule für Musik de Berlín con Kulenkampf, Strub y Paul Hindemith.
En los
primeros años de la Segunda Guerra Mundial ofreció conciertos en París, Madrid,
Lisboa, Atenas, Bruselas y Amberes. Regresó a México en donde dirigió varias
orquestas sinfónicas y prosiguió su carrera como violinista. Fundó la Sociedad
de Conciertos de Música de Cámara de México. Dirigió la Escuela Nacional de
Música de 1960 a 1964.”
Todo esto viene acaso, porque hace unos días, el Archivo Municipal, editó un
libro sobre este destacado autor, poco conocido y reconocido en nuestra época,
-hay otro gran músico más olvidado: Luis Guzmán- “Corrido Di Aurelio Fuentes”,
que es de J. Rodolfo Lozada, pero es una canción en el cual cuenta la vida y
obra del autor, editado en 1934, pero ahora gracias a Juan José Escorza, quien
además de hacer la transcripción, edición, preámbulo, nota y apéndice, nos da
más luz en torno a este personaje importante.
“Se trata de un verdadero (gran) corrido que, además de describir al violinista
y su entorno, narra jocosamente la
trayectoria vital del violinista hasta 1934; esto es, a los tiernos 33 años de
su edad, cuando todavía estaban en lo futuro sus mejores aportaciones para con
nuestro arte musical”, página 3.
Esta obra resulta importante porque nos hace redescubrir a un músico que tuvo
éxito en su momento en los grandes teatros de Europa, con las orquestas más
importantes, ya lo había comentado en alguna ocasión Vicente Preciado Zacarías,
que lo había oído tocar en Europa, o que haya había referencias a sus
conciertos y a su habilidad con el violín.
Se sabe que fue un gran entusiasta de la cultura alemana, donde incluso vivió,
1936, hasta que la guerra mundial lo alcanzó. Para él fue fundamental la
enseñanza, el compartir sus conocimientos con otros, al grado que la UNAM lo
reconoció al ser director de la Escuela Nacional de Música, de dicha
institución, de 1960 a 1964. En París recibió el premio de la Escuela Superior
de Música y Declamación, esto en 1930.
Fuentes decía que había dado unos dos mil conciertos en su vida, presentándose
con las sinfónicas más importantes de México y de Europa.
Se sabe que falleció en 1986, un nueve de octubre en Guadalajara, irónicamente
tocado y embrujado por esa enfermedad que lo retiró de su gran pasión: el mal
de Parkinson.
Vale la pena dar una leída a esta plaquette, “Corrido Di Aurelio Fuentes”, para
revalorizar a una gran figura que pocas veces recordamos, sobre todo aprovechando
el reconocimiento que se le hace a su sobrino y la influencia que tuvo en él:
“Para el joven Rubén Fuentes, su tío Aurelio Fuentes Trujillo se convirtió en
la medida de todas las cosas, el modelo a seguir”, página 22.
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