Samuel Gómez Patiño
La siguiente
es una historia del México de hoy, de las que no debemos olvidar para evitar
que vuelvan a pasar.
Ricardo, un
joven estudiante de derecho en la universidad de Jalapa, aprovecha las
vacaciones para ayudarles a sus padres en el trabajo de campo. Regresa como
probablemente lo ha hecho en los últimos años, para visitar a su familia y de
forma agradecida laborar en la siembra, como lo habrá hecho desde que tiene uso
de razón.
Se prepara
académicamente con la intención de mejorar su situación económica y social y
ayudar a su familia ya que reconoce el esfuerzo que han realizado para que se
supere apoyándolo en sus estudios hasta que termine la profesión.
Un 29 de
agosto salen, Ricardo y Alfredo (padre del primero) de Tianguistengo con rumbo
a Acatlán de Osorio, Puebla, con seguridad para laborar en el campo, pero
quizás por el cansancio se detienen a beber algo cuando son detenidos y
remitidos a la comandancia de la urbe para pagar una falta administrativa.Entonces
empieza a circular un mensaje en Facebook sobre que la autoridad tiene
detenidos a los dos presuntos “robachicos”, azuzando a la población a acudir
hasta el lugar y evitar que los suelten y se vayan.
Algunas versiones dicen que
los instigadores eran personal de los grupos de delincuentes de la región, no
lo sabemos a ciencia cierta, pero el llamado encendió la indignación de la
población.
Como sabemos
(aunque la autoridad no lo quiera reconocer) los grupos delincuenciales nos
tienen secuestrados, y si fue el caso es una de las formas de sembrar el terror
entre nosotros, a tal grado de no confiar en nuestras autoridades y tomar la
justicia con nuestras propias manos lo que nos vuelve tan despreciables como
aquellos que lo hacen sin ningún remordimiento por su falta de valores.
La autoridad
tiene sus protocolos para situaciones que los rebasan, en este caso solicitar
el apoyo de instancias más altas, como la estatal o federal, pero hicieron caso
omiso y, al contrario al verse rebasados por una muchedumbre harta de la
violencia pero convertida en aquello que tanto critican, dejaron que se
llevarán a Ricardo y Alfredo, quienes seguramente al levantarse en la mañana no
pensaron que sus sueños e ilusiones se verían truncadas de manera tan infame.
Dentro de las
ironías de la vida, el último mensaje
que Ricardo publicó en su espacio de Facebook fue: “La vida es una ruleta,
todos tienen que apostarle”, pero no le dieron oportunidad.
No cabe en mi mente pensar en una multitud
enardecida sin saber por qué y, sin defenderlos mostrar un odio tal que no
escucharon las suplicas de padre e hijo clamando por su inocencia. Un
linchamiento público, sin que ninguna autoridad se atreva a ayudarlos, a
cumplir con su misión que es la de resguardar la integridad de las personas
inocentes. No basto la vergüenza de ser acusados siendo inocentes no, había que
dejar en claro que no iban a permitir que se fueran con vida, llovieron los
golpes, con palos, piedras y patadas, no dejaban de suplicar su inocencia.
Entonces tenemos que demostrar
nuestra indignación con crueldad, por eso alguien les roció gasolina y les
prendió fuego. Al salir de su pueblo jamás pensaron encontrar un triste y
doloroso final a sus vidas. Se aseguró la “jauría” de acabar con dos inocuos
cuya único pecado es estar en el lugar equivocado. Más gritos, mas golpes, más
palos, más pedradas y más fuego más ignominia. Todo transmitido en vivo por
Facebook, todo visto por los familiares de los inocentes que sin juzgar
perdieron la vida.
La semana pasada escribía sobre el
país de la esperanza, y estas historias que empiezan a verse con más frecuencia
describen algunos de los porque no crecemos como sociedad. Soy enemigo de la
pena de muerte, pero estos casos mueven mis sentimientos y valores. Ahora si la
autoridad tiene bajo custodia a los policías que omitieron hacer su trabajo, al
instigador principal que grabo en vivo todos los acontecimientos que sin
averiguar solo corrió el rumor para enardecer a la multitud, a los que rociaron
de gasolina para que terminaran ardiendo los cuerpos y a otras personas
identificadas dentro del pueblo enardecido; pero ni las penas que les impongan
traerán a la vida a Ricardo y Alfredo. Un muchacho que estudiaba las leyes y
que ahora solo espera justicia.
Esto no debe pasar en nuestra
sociedad, queremos ser mejores personas seamos humanos, aunque las bestias
parecen más nobles que nosotros.
La próxima semana: “El Ejecutivo al
minuto” de Kenneth Blanchard y Spencer Johnson.
Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al
correo samuelgomez@uabc.edu.mx
o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Director del Área 1 de los
Toastmasters y
Presidente del Club Ejecutivo de
Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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