Mtra.
Leticia López del Toro*
Toda
persona que piense y reflexione serenamente, podrá entender que la vida tiene
un objetivo y que debe aceptar una responsabilidad si desea cumplir con ello.
Jules Simón, (1814-1896), señaló al respecto: “Estamos en este mundo para
cumplir con determinada obra, cada uno de nosotros posee sus capacidades y sus
aptitudes; las hemos recibido para el bien de la sociedad tanto como para
nuestro propio bien; por eso no debemos ocultarlas ni rehuirlas”.
Pero
¿qué se entiende por responsabilidad? Este concepto tiene que ver con cumplir
con las obligaciones personales, familiares, laborales y ciudadanas; con rendir
cuentas; con obedecer a la propia conciencia, a las autoridades, no como un
acto pasivo de esclavitud, sino como el ejercicio del compromiso que dignifica
a cada persona. Responsabilidad también tiene que ver con asumir las
consecuencias de nuestras decisiones y acciones. En otras palabras, cumplir
integralmente las obligaciones que se derivan de nuestros propios talentos y
capacidades y del puesto que ocupamos en el espacio social en que nos
desarrollamos.
Hay una
dicho que dice “haz lo que tienes que hacer y deja al mundo rodar”. No
esperemos a que nos indiquen o nos ordenen qué hacer cuando de antemano sabemos
que es nuestra obligación hacerlo, cumplamos y hagamos las cosas lo mejor que
podamos.
Como
docente, reconocer y vivir el valor de la responsabilidad, implica un
compromiso personal y público ante la sociedad. Esto es, no se puede enseñar
sólo con conocimientos sin valores, por lo que es fundamental cuestionarnos
acerca de nuestro compromiso en la práctica docente diaria.
Quienes
tomamos este camino, debemos ser conscientes de que se trata de una labor ardua
en la que el deseo de superación constante, el conocimiento de nuestra área de
especialidad y sobre todo, la disposición de aprender de cada experiencia de
nuestra vida, son mucho más que una obligación. Seamos conscientes de que la
docencia no puede ser un trabajo de improvisación, tomemos nuestra tarea como
una actividad agradable, que lejos de incomodarnos, nos resulte placentera y
grata, siendo así, nuestro trabajo será satisfactorio. Realizarlo con
entusiasmo y confianza, pensando en lo importante que es, con el deseo de
hacerlo por gusto y no como una obligación.
Tenemos
en nuestras manos alumnos a quienes debemos apoyar en su educación y en su
formación, entonces, comprendamos que la esencia de nuestro compromiso radica
no sólo en nuestra formación, sino en las tareas desarrolladas diariamente en
el aula. Seamos responsables y no culpemos a otros de nuestra conducta cuando
cometamos errores, aceptemos nuestras equivocaciones, los fracasos y éxitos de
nuestra vida son y serán el resultado de la responsabilidad que adoptemos día a
día.
*Asesor
académico del Centro de Actualización del Magisterio en Cd. Guzmán
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