24 de junio
Hoy se
espera, como es ya una tradición, una tormenta enorme. Es día de San Juan, hoy
comienzan —aunque ya están aquí desde hace unas semanas— oficialmente las
lluvias. Esperemos sean bondadosas en su furia.
Hace tres
años —hoy se cumplen— que la simiente de Miedo
al vacío nació, bajo la noción de un crónica sobre de la noche y con
múltiples visitas a centros nocturnos de mala muerte. Es una crónica que —el
poeta Ricardo Solís me hizo recapacitar en ello con su mención— tenía los
fundamentos de una historia para novela y, en estos seis meses de escritura que
lleva, parece que se cumple su predicción, o de allí vino la inquietud. Por
cierto, a propósito de novelas: hoy en uno de los diarios de la ciudad apareció
una nota sobre la apertura de una convocatoria de novela. La noticia me
entusiasmó sobremanera: creo que allí está la oportunidad de Miedo al vacío. El premio es bastante
jugoso: trescientos mil pesos.
29 de junio
Tiene
razón Carlos Monsiváis al mencionar que si no se atienden las demandas de la
sociedad, después de la marcha contra la violencia, donde en la Ciudad de
México llevó a las calles —al Paseo de la Reforma y al Zócalo—, a más de medio
millón de personas —en Guadalajara fueron seiscientas, apenas, todas de
Chapalita—, habrá no una marcha pacífica, sino la más dura y violencia que, al
igual que la marcha del domingo, no tendrá precedentes.
30 de julio
Me ha
entrado la imperiosa idea de escribir periodismo socio-cultural: esto es,
ensayo y crónica que relate la vida —en esos términos— de la ciudad. Quizá se
pueda comenzar, por fin, el libro planeado desde hace varios años: Equipaje ligero.
Hablé con
Fernando para que haga las imágenes y le entusiasmó la idea. Bien podría
comenzar este sábado, cuando se realizará la ¿tercera? Marcha Gay en
Guadalajara.
Hoy debí haberme entregado el primero de los
ensayos de Afinidades electivas: “El taller de Rilke”, pero la escritura de la
novela me ha tenido sumido en la concentración. Se posterga para el fin de
julio.
1 de julio
Hoy recibí
una inusual petición. Viajaba del trabajo a casa en el autobús y en la primera
parada que hago en Rafael Sanzio, para transbordar, una mujer que iba sentada
cerca de a la salida —con un bebé en los brazos y un niño pequeño a su lado—,
de pronto me dijo “Oiga, ¿puede soltarme el cabello?”, y yo supuse que la había
atrapado mi mano, pero no: resulta que el remache del asiento la tenía sujeta.
Como pude, entre risas, tiré de su cabello hasta arrancarlo. Bajamos juntos en
el mismo punto y adiós historia.
Hoy se
presenta la antología Poesía viva de
Jalisco, en la que posiblemente compartamos espacios D. yo.
En
definitiva, esta tarde comienzo el ensayo sobre Rilke.
2 de julio
Afirmativa
la compartición en las páginas del ladrillo de Poesía viva de Jalisco. D. tiene entre la multitud dos poemas y yo
no sé cuantos. Lo cierto es: para muchos es un privilegio y un limbo estar en
ese libro: para otros, entre los que me cuento, es una forma de apuesta el
colocar algunos textos de buena factura. No importa estar, tampoco no estar: la
poesía, el oficio, no nace de compartir con la turba, sino (de) (en) la
intimidad.
El
aparecer en una nómina pertenece, en todo caso, a la sociología: al conteo de
sujetos, a la cuenta natural de la vanidad. Los autores, la noche de ayer, se
congregaron a quemar su vanidad en la hoguera. Otros, en cambio, disfrutamos de
una cerveza en zona de riesgo —¿eso nos salva?, ¿de qué?—: el encuentro con
Enrique trajo la felicidad de la bebida en donde no está permitido: tuvimos que
huir porque la policía nos iba a echar la mano.
5 de julio
Esta
mañana, bajo el rigor de la preocupación sobre la salud de Llerandi (le había
llamado con insistencia todo el fin de semana: desde el jueves), hablé muy
temprano a su casa. Y, quien respondió el teléfono fue su padre:
—Se nos
murió... —dijo, simple y sencillamente. Y con brevedad relató que el viernes
pasado, a su regreso del trabajo, lo encontró a las cinco de la tarde muerto.
Un paro cardiaco, mencionó. Vinieron sus hermanos de Orizaba y lo cremamos. No
avisamos a nadie y no queremos hacerlo, por el momento, público....
Pero me
llamará para conversar. No sabré, sino hasta el tiempo de su llamada, la verdad
sobre su muerte. Me duele su muerte; me duele el abandono en que lo dejamos; me
duele porque alguna vez, en las múltiples llamas que le hice, me dijo que tenía
miedo de morir; que estaba muy solo. Y los tiempos de la ciudad que nos alejan,
lo dejamos morir. Solo. Solo. Ahora está muerto y, quizá nuestra inquietud, la
mía y la de D., —me preguntó la semana pasada algunas veces por él— sobre su
paradero... pero ahora ya está en otras manos. En las que él quería estar: en
las de Dios.
Ese es su
nuevo paradero, el definitivo.
Pero qué
lástima su muerte. Ahora escucho una conversación que grabé la última vez que
estuve en su casa. Tal vez su muerte yo ya la presentía y dejé para después una
segunda parte de la charla para publicarla en el periódico. Pronto la armaré
completa para darla a conocer: parece un testamento. Yo amaba a Llerandi. Lo
amaba y lo dejé solo cuando más me necesitaba. Con frecuencia a los humanos nos
ocurre. Es triste escuchar su voz. En esa ocasión le pedí que leyera los textos
que más le gustaban de García Lorca —a quien amaba hasta lo indecible— y dedicó
a mi persona “Navidad en el Hudson” y “Ciudad sin sueño”, que, finalmente el
segundo no se grabó todo: las pilas de la grabadora se agotaron, como el
viernes las del propio Fernando Llerandi.
No duerme nadie por el cielo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie...
* * *
Hoy
hubiera cumplido mi padre 72 años.
Enciendo
una luz de veladora para él y para Llerandi.
Es en
Ángelus en el mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario