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domingo, 29 de julio de 2018

La formación de lectores


 





Un momento por favor                     

J. Jesús Juárez Martín




Hace 60 años la UNESCO declaró que analfabeta era la persona que no tiene las competencias que le permitan leer y escribir un texto sencillo de la vida ordinaria  y los augurios de los años setenta de erradicar el analfabetismo al inicio del tercer milenio en nuestro México, simplemente no se cumplieron porque a casi dos décadas del su inicio, aún el problema se focaliza como grave y numeroso, es decir que los proyectos educativos básicos no se cumplieron y ya van 50 años de ese problema comunicativo esencial.

En los últimos 25 años, el analfabetismo entre la población de 15 años y más ha disminuido, en el caso de las mujeres este indicador bajó de 15 a 6% y en el caso de los varones de 10 a 4%.

Por ahora destaco el tema relacionado a la habilidad lectora que superó el alfabetismo, porque los lectores no nacen, se hacen por ejemplos en la vida y encontrar el gusto a la lectura, porque ella los lleva a descubrir mundos, aventuras sin fin en un ámbito consciente o inadvertido de crecimiento personal por la comunicación sin barreras de la geografía o la cronología.

Leí hace muchos años  el Quijote de la Mancha, me comunicó con el siglo XVI y España  descripciones de los ideales del Caballero sin Mancha y las contrastantes consideraciones de Sancho con la sensatez de la realidad, escenario de sueños y dramas de la vida de antaño, donde deja enseñanzas del idealismo que mejora la coexistencia y las acciones que las modifican y así ubicarse en una realidad insoslayable de los propios protagonistas; medio milenio y más de nueve mil kilómetros de distancia y en alguna forma el lector recrea aldeas, ciudades, personas, caminos y hasta el espectáculo de la lucha con los molinos de viento, con interpretación personal libre como el aire y aprendizaje  de aquellas latitudes y tiempos que son base de una nueva “realfabetización” la de interpretar los misterios y la recreación de las lecturas.  

De mi infancia recuerdo la Mtra. Flora de 4° grado, de disciplina rígida, no de tan sufridos castigos para mí, aunque los golpes de regla sobre el escritorio eran lenguaje, formábamos filas,  tomábamos distancia en formación, nos sentábamos al golpe preciso de la regla, cuando íbamos a salir del salón al golpe primero girábamos sentados 90 grados en nuestra silla, luego la señal de ponernos de pie, dar flanco hacia el pizarrón, y luego los dos golpes , que eran media vuelta hacia la puerta del salón para llegar al corredor, donde sin gritos terminaba la fila y de ahí al patio donde el recreo se tomaba o bien nos dirigíamos hacia la puerta de salida en aquel horario discontinuo de 9 a las12 y de 3 a 5, sin embargo en tardes especiales, la Maestra nos regalaba minutos de lectura del “Diario de Ana Frank” o “Corazón, diario de un Niño”, momentos de auténtico encuentro afectivo, de reconciliación si había resentimientos. Nos solidarizábamos con los acosados judíos en especial de aquella tierna niña que no alcanzó la liberación, o disfrutábamos de las ocurrencias de aquel grupo de niños en convivencia escolar, donde nos identificábamos con los protagónicos personajes o los detestábamos, nos involucramos en el deseo de ser mejores personas... el gusto por la lectura visten de gala, de misterio los momentos del diálogo con los libros, en algunas ocasiones encontré la declaración que el mejor ejemplo de un maestro es tener en sus manos un libro ajeno al aprendizaje escolar, es un reto  y hasta el deseo de la lectura por saber que lee el docente. 

Nunca los mexicanos nos hemos distinguido como lectores, aunque va en ascenso la lectura, ero más que éxito escolar es producto de la mercadotecnia, que al fin impulsa a mejor lugar el gusto por la lectura.

La tan llevada y traída Reforma Educativa sin duda considera espacios para la lectura y el comprobar si se realizó tal actividad,  si no hay esa obligación, no veo la forma que aumente el gusto por la lectura, porque las familias en general, no pueden inculcar lo que no viven.

Es una prioridad indispensable dedicar más tiempo, acompañamiento,  imaginación, recursos suficientes, programas  para  obtenerse resultados positivos de la afición por la lectura, porque es instrumento de aprendizaje, experiencia y sobretodo formación humana y social.

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