5 de mayo
Me
irrita no poder escribir; me molesta; me pone de mal humor. Hace por lo menos
dos semanas que no puedo avanzar en mi novela, la que escribo ahora (Miedo al vacío). Por uno y mil motivos
no he podido hacer casi nada, espero terminarla en el plazo que me propuse: 15
de junio. Si la termino la enviaré a concursar, me gustaría mucho hacerlo,
probar la efectividad que siento en esta prosa narrativa.
Al
menos puedo leer, eso me trae siempre algo de tranquilidad. Por ahora me
entretengo con la relectura de Días y
viajes, de Paul Bowles, que es magnífico, sobre todo la segunda parte.
7 de mayo
Debemos
procurar el silencio, sin silencio no hay concentración y sin ésta no hay
producto del espíritu. Volvamos los sentidos hacia el silencio y hacia el mundo
de la profundidad: no se puede encontrar profundidad en el ruido, pero parece
que ya nadie recuerda que del silencio provenimos y hacia él debemos regresar
para reencontrarnos. Todos prefieren el ruido porque tiene miedo al contacto
consigo mismos y con los demás.
Por
otra parte —le comentaba con D. hace unas horas—, cuando se hace contacto se
tienen más problemas con las personas: todo se debe a que los humanos tenemos
miedo a ser: a ser silencio y luego
palabra, a comprometer el espíritu en cada acto, en cada palabra...
8 de mayo
En
estos días me he sentido irritado. No puedo sentirme y me preocupa que el
cansancio me coma: no puedo escribir, no tengo deseo sino de estar en la
quietud..., pero resulta que no puedo estar tampoco en mí. Estoy fuera y el
estar fuera me provoca la inconsciencia de los demás, y eso no me gusta. Me
siento desasosegado, es decir, sin sustancia. Eso, creo yo, es grave. Me
procuraré un tiempo para reconciliarme conmigo mismo, de lo contrario no podré
dar el cien por ciento que todo trabajo creativo exige...
Estoy
fatal. Debo trabajar conmigo porque de lo contrario todo lo puedo perder y no
quiero que eso ocurra.
Voy a
comenzar por tranquilizarme...
11 de mayo
La
felicidad que viene de lo económico se escapa rápidamente. Lo material,
podríamos decir, es virtual. Hoy más que nunca el oro ya no es oro, porque ya
no existe: todo en vil plástico; pero si atendemos y nos mentalizamos en que la
vida no es sólo posesiones, quizás podremos ser, de alguna manera, felices.
No es
posible, dentro de nuestra modestia existencia vivir en la fantasía de lo que
no somos: somos de carne y somos espíritu, más nos medidos en material, en lo
material. Nada es peor que lo materialista, y si actuamos y perseguimos
únicamente lo material estamos perdidos. La vida se escapa y envejecemos en un
santiamén: no podemos, ni debemos, estar seguros de que la juventud lo trae
todo: es valiosa la juventud, pero no es juventud la piel tersa y lisa, sino
también lo mental: quien es maduro, o está en la madurez y se prepara para la
juventud mental, en la inteligencia y en lo sensible, en lo espiritual, algo va
ganando. Pero todo es complicado, sobre todo si tememos a la vejez y no nos
ponemos en nuestra edad. Se debe vivir en el tiempo que nos corresponde y no
intentar ser lo que ya no somos.
Tengo 41
años ¿vivo como un hombre de mi edad?
12 de mayo
Anoche
hablé con Fernando Llerandi: realmente está enfermo, espero que su alivio —su
recuperación—, sea pronta; es un buen amigo, como pocos y debo procurarlo,
puesto que su llamado es real: “Víctor, estoy muy solo, ven a verme...”, me
dijo y su voz era delirante: cuarenta grados de temperatura lo deshacían.
Qué
fuerte impresión escucharle.
20 de mayo
Días
llenos de trabajo. Imposible hacer un resumen de lo acontecido. Ayer estuve,
tal vez es lo único que recuerdo con claridad, con Luis Vicente de Aguinaga. Me
obsequió su libro con el que ganó el premio nacional de poesía. Es una delicia
su Reducido a polvo, y también su
conversación: inteligente y bien intencionada. Delicada, como su poesía, en
este su mejor y más sereno libro.
Acabo
de conversar por teléfono con Llerandi, sigue enfermo, pero un médico alemán le
da esperanzas.
La
novela tiene la expectativa de encontrar editor. Luis Vicente me conectará con
un editor de Joaquín Mortiz, al parecer es hijo de José Agustín. Espero
terminarla a finales de junio.
Esta
tarde me dedicaré a ella..., espero.
25 de mayo
Nunca,
hace once años, pensé en asistir a una misa en memoria del Cardenal asesinado
Jesús Posadas Ocampo. En ese tiempo, consternación. Dudas. Miedo. La calle sola
por la tarde. Salí yo al café para discutir con un amigo de aquel tiempo —1993—
la edición y las correcciones de mi primer cuaderno publicado: Puentes.
Ayer
por la tarde, en compañía de D., escuché una de las misas más sentidas de parte
del Cardenal en turno: fue extraña. El templo casi vacío. El mundo casi vacío.
El miedo
es nuestro peor enemigo.
Pero,
¿hay razones para temerle al mundo que habitamos?...
...lamentablemente,
la respuesta es: Sí.
* * *
Creí
haber ya leído el libro Teoría poética
de Pessoa, ahora sé que no. Al menos no a profundidad. Es una delicia
“escuchar” tanta sabiduría en la disertación y en la prosa ensayística: no
porque sea una enorme lucidez, sino porque el poeta portugués tiene una manera
extraña y seductora de argumentar sobre cualquier tema literario y de la vida.
Era un
verdadero loco —a la manera de los griegos—; me gustaría ser como él.
Las
motivaciones intelectuales que me suscita la lectura de todo texto ensayístico
de Fernando Pessoa me llevan, inexorablemente, a la necesidad que siempre —al
menos desde hace un tiempo— a escribir textos reflexivos. Sin embargo, mis
propósitos poéticos (postergados de momentos, pero latentes), narrativos (que
están en primer orden de mi vida actual) y mis proyectos que tienen todos los
géneros literarios, me enturbian un tanto para llegar a establecer una
disciplina reflexiva que tanto le urge a mi vida. Estoy tratando de comenzar
una parte (o fragmento) de un libro en el cual se incluyen por lo menos diez
ensayos —El árbol de erizos—, mas no
tengo la tranquilidad que requiero —o al menos eso me digo, o pretexto—; quiero
encontrar la clave que me permita comenzar, pero no he podido. Lo voy a
intentar en los días por venir.
Requiero
del rigor. Necesito de la infatigable disciplina.
4 de junio
Había
olvidado que Las infamias de la
inteligencia burguesa, de Jorge Ruffinelli era tan buen libro de ensayos.
He disfrutado, sobre todo, los dedicados a Cesare Pavese: terribles y a la vez
maravillosas descripciones, meditaciones y juicios sobre su poesía, novelas y,
no puede ser de otra manera, de la vida de este exquisito escritor, muerto por
mano propia a la edad de 42 años.
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