Milton Iván Peralta
El Volcán/Tuxpan
En el enorme salón había un silencio, un perturbador y
doloroso silencio. Un día gris, de búsquedas de respuestas, de caídas de
realidad, ante miles de ojos estaban lo que el domingo fue una noticia trágica,
lo que las redes anunciaron, lo que las noticias presentaban, hoy estaban de
frente como una verdad, como siempre, arriba del escenario estaban los féretros
de seis de los ocho muertos de la banda La Trilladora, frente a ellos su
público, hoy doliente.
Aunque la banda tocó, no fue lo mismo, ayer en Tuxpan el dolor fue más grande
que cualquier fiesta, más fuerte y con más eco que cualquier palabra de los
discursos de despedida que se dieron. Ayer, los mariachis, las bandas, las
voces callaron, los nudos en las gargantas detenían cualquier cosa, excepto
llorar.
Después del homenaje póstumo, los cuerpos fueron trasladados al templo San
Juan Bautista, para la misa y de ahí al
panteón, ante una caravana de familiares, amigos y colegas de profesión.
En los féretros estaban, rodeados de manos, de flores, de dolientes, por los
hijos, hermanos, padres amigos que ahora tocan en otro lugar, en espera de que
poco a poco se unan todos a la fiesta eterna.
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