Un
momento por favor
J.
Jesús Juárez Martín
El
universo se rige con el orden que llamamos:
naturaleza, reflejo de la sabiduría del Creador y desde “siempre” lo consideramos como orden natural, todo cuerpo en nuestro medio es atraído por la
gravedad de la tierra, hay cambios porque universo es dinámico, astros,
galaxias con órbitas definidas, la gravedad universal a los sistemas cósmicos
los interrelaciona con lo que llamamos fuerzas centrípeta y centrífuga, la
humanidad aprendió a medir los tiempos con los
movimientos de rotación, (día) y
traslación (año) y encontró que cada movimiento daba origen al día a la noche, al amanecer, al anochecer,
las estaciones diferentes en temperatura, de vegetación y frutos, alguna llena
de sol y calor y los otros periodos de menos calor, hasta de frío, todo con
exactitud porque las leyes físicas se cumplen. De las actividades de
verano en especial para los niños y juventud deseo hacer algunos comentarios
sobre la forma de emplear el tiempo de estas vacaciones veraniegas a sus
responsabilidades escolares, pues los meses de julio y agosto, siempre han sido
el tiempo de tener el receso de las actividades escolares.
Los
cursos escolares se establecían en algunos estados como Jalisco a partir del primer día hábil de septiembre,
porque el primero de septiembre era día del informe presidencial con el
precepto de oírlo, aunque no se escuchara la “danza de los millones de egresos
públicos en el sacrosanto gasto a la mejor vida de la población”, era sacrilegio
cívico y resultábamos apátridas no darle el tiempo suficiente de oír el
informe, obligaba oírlo, no escucharlo; para cumplir con este precepto se
instalaban, por parte de las autoridades, equipos de sonido en edificios
públicos y plazas y escuchábamos el epílogo político. “Documento patriótico,
visión de nuestra vida pública que señala el derrotero y rumbo del país en lo
sucesivo”, porque, esa, era la señal liberadora del ordenamiento.
El esperado
curso se iniciaba con euforia y
entusiasmo y luego al adentrarse las clases empezábamos a contar los días que
faltaban para el primer período de vacaciones de dos semanas en Navidad. Regresábamos
después de iniciado el nuevo año civil y el ritual era semejante gusto por el
regreso, trabajo duro y “repiqueteado” y luego la ansiosa espera de vacaciones
de primavera, y después de mediados de junio llegaban las vacaciones escolares,
con aproximados 185 días de clases.
La
asistencia escolar de primaria, porque la secundaria sólo en ciudades se
localizaban, se reducía después de las primeras lluvias en las poblaciones
campesinas, porque los niños eran los sembradores y la oportunidad anual de
ocupar a sus hijos por el pago que en algo remediaba las necesidades de vestir,
calzar que era en lo que se invertía el pago, y, todo mundo contento por la
frescura de las aguas. Tiempo de paseos campestres, porque la mayoría de la
población se localizaba en pueblos y ranchos habitados donde se distribuía la
población, cada municipio podría tener diez, quince o más rancherías, no era
raro que hubiese casas aisladas en el
campo con una familia, o matrimonio que vivían en el entorno de su actividad
agrícola y ganadera.
Hace
tres décadas se inició con creciente intensidad lo que llamamos “cursos de
verano” que en alguna forma tendían a nivelar a los alumnos con deficiencias de
aprendizaje y la nivelación era el objetivo, rápidamente se tomaron como
ocupaciones de entretenimiento lúdico formativo, para dar el salto a diversas
actividades artísticas culturales, de conocimiento de disciplinas que no ocupan
un punto focal en la educación formal de los cursos regulares, y ahora se dan
los cursos en clubes deportivos, bibliotecas, universidades, albercas escuelas
de charrería, unidades deportivas, clubes de equitación, excursionismo; escuché
que se impartían y adaptaban en las fechas de la S. E. P y las vacaciones del
CUSUR del 10 al 25 de julio, cuando menos en esta casa de estudios, los cursos
de verano son un reflejo de la diversidad de gustos tendencias ocupaciones,
necesidades de desarrollo de la propia sociedad nuestra.
Descansar
de los deberes ordinarios, no se interpreta como descanso, no hacer algo, sino
en ocuparnos en realizar lo que de ordinario no podemos efectuar por los
deberes escolares y familiares.
Ojalá
los mayores de la tercera y sucesivas, si las hay, nos contagiáramos del
dinamismo infantil, juvenil y realizáramos actividades de actualización en las
diversas ramas de recreación deporte, arte y cultura. Sin duda serían canales
de acercamiento a otras personas de relativa vida rutinaria, aislada para darle
mejores condiciones personales de vida, sociales, de entretenimiento y
ocupación. Feliz desarrollo educativo de
los curso de verano, que si apenas se inicia, pronto llegarán a su fin.
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