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miércoles, 11 de julio de 2018

Apuntes para la historia de una centenaria Biblioteca Pública Municipal: la “Mauro Velasco”




Fernando G. Castolo


Durante la segunda mitad del siglo XIX, la ilustración penetró y se apoderó de la sociedad zapotlense, que bien supo aprovechar este génesis a la cultura y a las bellas artes, experimentándose una especie de renacimiento. Tenemos noticia de que la imprenta se introduce en nuestra ciudad en el año de 1857, a iniciativa de José María Fuentes, ilustre miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, aunque es de justicia reconocer que ya circulaban libros e impresos entre las familias locales, ediciones provenientes de Guadalajara, de la ciudad de México, de Madrid y de París, principalmente.




Nombres como el de la escritora Refugio Barragán de Toscano fueron puntales que aprovecharon esta importante herramienta para sacar a la luz ediciones de corte literario (su poemario La hija de Nazareth salió a la luz pública en 1880) que mucho impactaron en la vida cotidiana de este rincón geográfico de la provincia jalisciense. Con la fundación del Seminario Conciliar de Zapotlán, en el año de 1868, se integra una modesta biblioteca que, con el tiempo y gracias al ímpetu de sus notables rectores, se consolidó en un importante venero de conocimiento. Esta época de oro que se experimentó localmente trajo como consecuencia la generación de connotados escritores, literatos e historiadores que, en un momento determinado, tuvieron la oportunidad de trascender más allá de épocas y fronteras.

A finales de 1910 se habla, por primera vez, de la intención de fundar y formar una Biblioteca Pública con material donado por la señora viuda del Dr. Casimiro Preciado quien, originalmente, había pensado en entregar esta colección de libros a la biblioteca del Seminario, pero no fue aceptado dado que el material se consideró no apto para dicho establecimiento. Después de la llamada pax porfirista y en plena efervescencia revolucionaria, se vive una etapa de inconsistencias que afectaron, sobre todo, a la Iglesia católica a quien despojaron de múltiples inmuebles, entre casas curales, templos, casas del diezmo, capillas y solares; es así como se da noticia, hacia el año de 1921, de que los libros de la biblioteca del Ex Seminario de la ciudad ꟷaunque formalmente el Seminario es clausurado hasta el 10 de marzo de 1925ꟷ se encuentran en posesión de Federico Vergara ꟷintelectual y escritor zapotlense, co-fundador del grupo cultural “Cervantes Saavedra” hacia el año de 1932ꟷ, a quien se le solicitó dicho material para conformar la Biblioteca Municipal, previa autorización del Ejecutivo del Estado. En un acta posterior, del mismo 1925, el Dr. Crescencio Castillo ꟷintelectual y filántropo, co-fundador de la farmacia “González y Castillo”ꟷ solicita la reapertura de la Biblioteca Pública, presentando sus servicios gratuitamente como encargado de la misma.

Después de los acontecimientos de la Guerra Cristera, se respiran aún los sinsabores de este episodio, y la ciudad es gobernada por grupos liberales que promueven la fundación de instituciones educativas, siendo un puntal importante en estas tareas Alfredo Velasco Cisneros ꟷintelectual, filántropo, co-fundador del citado grupo cultural “Cervantes Saavedra”, así como del grupo cultural “Arquitrabe” hacia 1944ꟷ y Manuel Chávez Madrueño ꟷmaestro atoyense que impulsó la educación localꟷ. Para el 21 de enero de 1930, el Presidente Federico del Toro ꟷtamazulense a quien se le tiene como un gran promotor del desarrollo de la ciudadꟷ presenta la iniciativa de gestionar el establecimiento de una biblioteca, más se ignora el resultado de esta empresa.

Entre los inmuebles confiscados a la Iglesia, según quedó acotado, y que pasaron a ser parte del patrimonio de la Federación (a manera de pagos que el pueblo realizó por gastos generados en la defensa de las instituciones mexicanas), se encontraba el conjunto conformado por la Ex Parroquia (hoy El Sagrario), la Purísima (hoy Capilla Expiatoria) y la Casa de Ejercicios (hoy sede del Ejido Ciudad Guzmán), remitiéndose en ocurso al Departamento de Bienes Nacionales a fin de aprovechar el usufructo de estos edificios para remediar las necesidades locales, ello hacia el año de 1933; la respuesta se recibe seis meses después a favor del municipio, pero condicionada en el sentido de que la Parroquia sea convertida en un Teatro, la Casa de Ejercicios en un Mercado y la Purísima en una Biblioteca (espacio en que José Clemente Orozco pretendió realizar una serie de murales). Obviamente el municipio no contaba con fondos económicos para acondicionar estos inmuebles y adecuarlos para sus nuevos usos, así que ꟷcon gran presión por parte de la conservadora sociedadꟷ estos bienes fueron reintegrados al patrimonio eclesiástico hacia 1944, aunque no así la Casa de Ejercicios.

Así, pues, según lo que testifica Vicente Preciado Zacarías en una placa de mármol que subsiste hasta la fecha en el interior de la Biblioteca Municipal, estos antecedentes en el intento de conformar una Biblioteca Pública Municipal se ven consolidados hasta el año de 1934, cuando el Prof. J. Jesús Solano la impulsa de forma definitiva con material bibliográfico que llegó vía ferrocarril donado por el Presidente Lázaro Cárdenas. A manera de anécdota, nos comenta el propio Preciado, que el material se trajo desde el vagón hasta el local en carretas que iban y venían ante el asombro del pueblo. Este material se sumó a los acervos existentes del Ex Seminario, y a las importantes donaciones que hizo Alfredo Velasco Cisneros, ejemplares que conservaba celosamente y que fueron parte de la biblioteca de su padre el notario Mauro Velasco ꟷpersonaje que tuvo una importante participación en los gobiernos municipales, a quien se le reconoce por sus relevantes acciones en defensa de la ciudad durante los aciagos tiempos de la Revolución Mexicanaꟷ, a quien se honra imponiéndole su nombre a este recinto. Indirectamente, también hubo una colaboración destacada y a distancia del diplomático Guillermo Jiménez, quien remitió múltiples títulos desde Europa a través de su amigo Velasco Cisneros. La ubicación de este repositorio de forma inicial fue en un pequeño cuarto dentro del Portal de Sandoval (conocido también como del “gallo mojado”). Posteriormente, se trasladó junto a la Escuela Primaria “Benito Juárez” (hoy oficinas de la DRSE); y, finalmente, por la calle Colón casi esquina con la de Independencia.

Acompañaron en esta tarea de impronta cultural otros notables vecinos que, en un momento determinado, fungieron como directivos de este repositorio bibliográfico, destacando Vicente Preciado Cafuentes (padre de nuestro ilustre coterráneo) quien se encuentra al frente del mismo de 1936 y hasta 1967. De este último año y hasta 1973 el citado Alfredo Velasco Cisneros. Después, por un breve tiempo, el profesor Ismael Álvarez. Por cierto, acotamos aquí que fue a partir del año de 1971 cuando esta Biblioteca Pública Municipal se traslada a la parte externa del Palacio de Gobierno, donde permaneció hasta el pasado año 2016.

El 19 de diciembre de 1973, el Gobierno Municipal, encabezado por el Presidente Genaro Álvarez López, decide formar un Patronato, conformado por notables y sensibles ciudadanos, para que custodien el acervo de la Biblioteca Pública, quedando al frente del mismo Vicente Preciado Zacarías quien, además de fortalecer la riqueza de los contenidos del material, realiza una importante tarea editorial para impulsar la literatura local a partir de publicaciones como La hija del bandido o los subterráneos del Nevado de la Mtra. Refugio Barragán de Toscano, yHojas de letras y poesía de Alfredo Velasco Cisneros, entre otros, con el incondicional apoyo de Juan José Arreola. Don Vicente permanece al frente de este recinto hasta el 31 de marzo de 1992, fecha en que hace entrega recepción a José Antonio Cortés Reyes, titular de cultura municipal y encargado de las bibliotecas públicas. Subsecuentemente, los gobiernos en turno decidieron dejar en manos de la dirección de Cultura los destinos de esta Biblioteca Pública.

A partir del 15 de julio de 2017 la Biblioteca Pública Municipal “Mauro Velasco” queda integrada al inmueble del Centro Cultural “José Clemente Orozco”, después de haber permanecido casi un año entero salvaguardada en las oficinas del Instituto Zapotlense de la Juventud (dentro de la Unidad Deportiva “Venustiano Carranza”). Finalmente, el pasado mes de mayo de 2018, el Presidente Juan Manuel Figueroa Barajas entrega para su custodia esta Biblioteca al Cronista Fernando González Castolo, quien se encargó de reformarla con una propuesta especializada en contenidos de historia y literatura, a fin de empatar su vocación con las tareas propias de la oficina archivística, del cual también es su titular desde hace más de 16 años.



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