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martes, 26 de junio de 2018

Inicia la guerra…comercial



 





Samuel Gómez Patiño

Hace años miraba una de las magistrales parejas de nuestro cine nacional, Doña Sara García y Don Joaquín Pardavé, en una de tantas películas excelentes que tanto nos hacían reír o llorar. No recuerdo el nombre de la cinta, pero si una escena que viene a colación con la guerra comercial que inicia el Presidente Donald Trump, no contra México sino contra ellos mismos.

La historia se desarrolla en una especie de mercado sobre ruedas o “tianguis”, donde los personajes aludidos venden camisas de vestir, un puesto enfrente del otro, y se ve la gente interesada en los productos, y se escucha al personaje de Pardavé decir:

-        ¡Vengan por sus camisas a 75 centavos! (aunque ustedes no lo crean).
Los compradores se acercan interesados y, entonces Doña Sara grita:
-        ¡Aquí las tenemos a 70 centavos!
Los clientes se mueven al estanquillo de enfrente y, se escucha a Pardavé:
-        ¡Vengan por sus camisas a 50 centavos!
Se regresan los clientes y se escucha a Doña Sara increpando:
-        ¡Aquí las tienen a 25 centavos!
Ya molesto Don Joaquín Pardavé vocifera:
-        Llévenselas gratis, pero no le compren a la vieja de enfrente.

Te suena parecido a algún suceso reciente. Soy seguidor de la libre competencia, mientras estemos trabajando de manera licita, debemos poder escoger en que mercado incursionar, de qué manera competir por ejemplo, mejorando o innovando el producto, con la fijación de precios de forma estratégica, entre otras; las necesidades de las personas son muchas y muy variadas, con la globalización podemos compartir bienes y/o servicios de cualquier parte del mundo, materia prima, productos finales, nuestras cosechas, etc.; por supuesto debemos guardar lo mejor para nosotros y exportar los excedentes a otras regiones que no tienen nuestros satisfactores, a su vez importamos aquellos que cubran las necesidades de forma total o parcial, las nuestras.

Los tratados comerciales vienen siendo el equilibrio que evite los abusos, y genere tratos justos de comercio. Generalmente son de mutuo acuerdo y cubriendo los intereses de los participantes, y las controversias son analizadas por los organismos internacionales que buscan el equilibrio comercial entre naciones.

Desde hace más de veinte años, México, Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica han trabajado en armonía gracias a el llamado Tratado de Libre Comercio entre estos tres países, el TLCAN del cual nunca he pensado que abusaron de nosotros, creo que cada país debe de aprovechar lo mejor que tiene y competir con ello, y México ha desperdiciado en algunas áreas para mejorar su competencia. Me parece que es más problema el malinchismo, que ya será tema de otro artículo.

Entiendo que cada país tenga el derecho a decidir cómo trabajar estratégicamente su actividad comercial ya que debe buscar el bienestar de sus ciudadanos sobre los demás intereses, pero debe anteponer la razón a la política. Estamos en la transición de llegar a nuevos acuerdos comerciales entre los tres países, que dicho sea de paso son necesarios, debemos recordar que en los últimos 20 años ha habido cambios significativos, culturales, políticos pero sobre todo tecnológicos. Esos últimos hacen necesario cambiar algunos detalles, sobre todo para regular el comercio electrónico y en algunos casos el movimiento financiero entre países.

La historia de Don Joaquín Pardavé y Doña Sara García en su pequeña guerra comercial nos muestra que ninguno de los dos gana. No venden sus mercancías, las terminan regalando quedándose sin camisas y sin dinero, pero orgulloso de haber vencido a la “vieja de enfrente”.

Algo parecido puede suceder con las decisiones de los norteamericanos, subieron aranceles claves con la intención de proteger la industria local del acero y aluminio, esperando retraer la importación de estas mercancías y que su participación aumente. Pero también debemos de ver, si son capaces de cubrir la demanda actual, porque de lo contrario encarecerá en su país el uso de estos elementos, y en mi opinión, esto último es lo que pasará, perjudicando los costos de producción y por lo tanto encareciendo al consumidor americano los productos en su país.

Por otro lado, los demás países reaccionaron imponiendo sus restricciones económicas, lo cual tiene el mismo efecto, encarecimiento de los productos. Debemos de ser razonables, pero desafortunadamente, el llamado país más poderoso (me parece que sólo le queda el nombre) está siendo gobernado por alguien que confunde la administración privada con la pública.

No conozco ningún caso, en que después de una guerra comercial se haya mejorado una economía, al contrario van a quedar heridas de las mordidas y rasguños que se den y el único que pierde es el consumidor, que son los ciudadanos a los que deben de proteger los políticos.

La próxima semana, “El malinchismo” muy mexicano.

            Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño


*Vicepresidente Educativo del Club Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja California

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