Los conjurados
Ricardo Sigala
Eduardo Etchart Mendoza, el
profesor admirado, el respetado historiador, el insuperable interlocutor, el
hombre del elegante sentido del humor, el crítico de las atrocidades de
nuestros días, el amigo, el hombre de la mansa sabiduría amorosa, el de la
dignidad intelectual, sí: el hombre de la dignidad, el amigo otra vez, el
conversador inteligente, el amante de la historia de México, el colega, el
padre, el esposo, la autoridad intelectual y la autoridad moral, el observador
de nuestra vida tan llena de contradicciones, el portador de una calmada
rebelión, sutil, lúcida, permanente, el periodista, el amigo, se ha ido.
De forma inesperada, la mañana del
31 de mayo el maestro Etchart se fue y ha dejado un hueco en las vidas de los
que lo conocimos y, sólo por eso, llegamos a quererlo. Nos hemos quedado en
nuestro disparatado y violento mundo, pero nos ha legado su poderosa presencia
intelectual y su sabia humanidad para afrontar la soledad, y especialmente para
guiarnos en nuestra lucha por la verdad y la autenticidad, que fue una de sus
grandes luchas.
Nunca
lo vi enfermo ni escuché una queja sobre su salud, nunca me vi en la necesidad
de decirle palabras de aliento, su vida era una lucha cotidiana como la de todo
aquel que se esfuerza por su integridad ética e intelectual, pero la muerte es
más poderosa que cualquiera de nosotros, y ante eso nada podemos los seres
humanos.
Zapotlán
ha perdido a una de sus mentes brillantes y a uno de sus ciudadanos más
íntegros. En este momento oscuro de crisis política, de fuerte agresión
espiritual e intelectual, en este presente lleno de peligros y perversión, de
humillaciones, de autoritarismo y desprecio por los valores de la dignidad, su
humor luminoso y su humanidad serán extrañados más que nunca.
Lamentamos
la pérdida del maestro Eduardo Echart Mendoza, un hombre que se entregó a la
difícil tarea del conocimiento y a la aún mas ardua tarea de compartirlo. Lo
admiramos como hombre culto y transparente, por su amistad y enorme humanidad,
por eso lo recordaremos siempre.
Leerlo es dibujar poco a poco la imagen del que fue, es y será un gran maestro y amigo.
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