Un
momento por favor
J. Jesús Juárez Martín
La
experiencia es el sensor de nuestro inconsciente que dirige la conducta;
reconozco que la etapa laboral grabó en
mí del calendario civil algo de las efemérides históricas, comunitarias, religiosas
como reconocimiento a la sociedad que integramos; conmemoraciones que ahora se
diluyen en las avalanchas publicitarias producidas por la mercadotecnia en
Navidad, día del Amor, de la Madre, ah...
¡El campeonato mundial de futbol 2018!
En las
recientes décadas aparece el “Día del Padre”, ahora lidera las campañas
publicitarias por su cercanía. Singular, especial día que convoca a las
familias a celebrar los valores formativos que hicieron posible el cumplimiento
de la encomienda socio religiosa y cívica de formar virtuosos y buenos
ciudadanos para las comunidades, religiosa y sociedad en constante transformación
que aspiran a mejores formas de convivencia fraterna y que tanto quebrantamos.
La llamada
inicial a la vida, la propia, la vuestra, la de todos, se realizó por un acto
de amorosa pasión de la pareja: Los futuros: padre y madre con responsabilidad
afectuosa asumida integralmente, con entereza cariñosa es decisivo el acompañamiento
a los hijos hasta su mayoría de edad en su crecimiento y formación.
Vivimos
nuevos tiempos de lucha por la equidad, felizmente se encuentra socialmente una
forma de convivencia de igualdad ante la ley y sociedad, se lucha por igualdad
de oportunidades y ante la ley en todos los aspectos.
Los
valores históricos de la familia tradicional, han sido trastocados, los proveedores
del hogar, ahora se amplían por la apertura laboral femenil, por las
circunstancias económicas más demandantes y porque también existe reclamo y
opción de realización profesional para las madres...
Las
caracterizaciones que hacía del varón y mujer la Epístola de Melchor Ocampo,
sólo quedan como referente anecdótico: “Que
el hombre cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe
dar, y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre
como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la
magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente
cuando éste débil se entrega a él, y cuando por la sociedad se le ha confiado.
Que la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la
compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia,
agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que
se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no
quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí misma”.
Ciertamente,
el padre, la madre aportan diferentes servicios a la familia, más por acuerdos,
necesidades, cercanía o posibilidades en cumplimiento corresponsable de obligaciones,
aunque el amamantar, es exclusivo en esa dualidad. “Nadie da lo que no posee”.
La
mayor responsabilidad de la familia ante los hijos además de la satisfacción de
la alimentación, salud y bienestar, es
la formación, resultado de la instrucción y la educación, lograrlo es
enriquecer la propia sociedad a partir de la propia persona con relaciones
comunitarias.
De las
diversas motivaciones humanas de la conducta, son los valores humanos con
calidad moral los que dinamizan las acciones buenas con corresponsabilidad
firme en la aventura por y en la vida.
Los
niños que en su hogar, escuela y entorno han recibido una influencia y
educación en valores humanos, son personas con mayor control personal y
conducta social colaborativa y propositiva, indudable que la palabra convence y
el ejemplo arrastra, por eso la familia es la “primera educadora”.
Los padres
son espejo de conductas infantiles y juveniles por lo que además de la lealtad
a la familia y a los demás, se espera de ellos responsabilidad, honestidad, proactividad,
comprensión, amistad, perseverancia, virtuoso, con plenitud de afecto y el
lubricante de la comprensión ante adversidades.
La
práctica congruente de los valores en la convivencia inculca en los hijos
comportamientos afines en la escuela, familia y la sociedad:
La cultura
moral y cívica se minimiza, pero la formación de buenos hábitos es trascendente, fundamental en el
compartimiento social de exigencias cívicas, sociales y religiosas contribuyendo
a formar los hijos que trascienden a sus actividades, escolares,
sociales, familiares y políticas.
¡Feliz
Día del Padre!
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