Los conjurados
Ricardo Sigala
“Vengo de un reino extraño, / vengo de una isla iluminada, / vengo de los ojos
de una mujer. / Desciendo por el día pesadamente. / Música perdida me acompaña.”
“Yo que no he
tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que
perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero
irme (creyendo que mudarme es una solución)...”.
Este viernes 11 de
mayo, la Universidad de Salamanca ha hecho público el dictamen en el que se
concede a Rafael Cadenas el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Rafael
Cadenas es un discreto profesor, jubilado, de la Escuela de Letras de la
Universidad Central de Venezuela, y el Reina Sofía es el premio más importante
de la poesía en el ámbito de la lengua castellana, el más alto al que puede
aspirar un poeta en lengua española, a excepción del Premio Cervantes.
Ante este suceso,
pienso en el joven Rafael Cadenas que, en Una
isla, su segundo libro, escribió desde el exilio los versos que decían:
“Vengo de un reino extraño, / vengo de una isla iluminada, / vengo de los ojos
de una mujer. / Desciendo por el día pesadamente. / Música perdida me
acompaña.” El poeta iba huyendo de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, se
había refugiado en la Isla de Trinidad y había retomado la escritura de poemas.
Han pasado sesenta años desde aquel 1958, y a la fecha ha publicado casi veinte
libros de poesía y ocho de ensayo literario. Entre los muchos premios que se le
han otrogado, los más destacados son sin duda el Premio FIL de Literatura en
Lenguas Romances en 2009, el Premio Federico García Lorca en 2015 y el Reina
Sofia este 2018.
Decía Fernando Pessoa que los poetas
no tienen biografía, seguramente se refería a que las fichas informativas sobre
la trayectoria de un poeta están lejos de decir lo que dicen sus versos, para
saldar esa carencia, citaré uno de sus breves poemas amorosos: “Tú apareces, /
tú te desnudas, / tú entras en la luz, / tú despiertas los colores, / tú
coronas las aguas, / tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor, /tú
rematas la más cegadora de las orillas, / tú predices si el mundo seguirá o va
a caer, / tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de
lava, / tú reinas en el centro de esta conflagración / y del primero / al séptimo día / tu cuerpo es un arrogante / palacio / donde
vive / el / temblor.”
La poesía de
Rafael Cadenas es una experiencia única, irrepetible, marcada por un tono
discreto e íntimo. Lo recuerdo en la FIL de Guadalajara, siendo el centro de
homenajes, expresando con sus gestos y palabras que tales reconocimientos eran
demasiado para él. Cadenas es el poeta al que uno lee como quien lee al más
humilde de sus amigos. Su poema “Derrota” es el más popular entre todos los que
ha escrito. Lo escribió a los treinta dos años y durante más de medio siglo no
ha parado de repetirnos lo gran poeta que es el venezolano. En “Derrota”
leemos: “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he
sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a
un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)...”, “que creí que mi padre era eterno / que he
sido humillado por profesores de literatura / que un día pregunté en qué podía
ayudar y la respuesta fue una risotada /que no podré nunca formar un hogar, ni
ser brillante, ni triunfar en la vida / que he sido abandonado por muchas
personas porque casi no hablo / que tengo vergüenza por actos que no he
cometido”. Y el poema se alarga durante
varias páginas como una letania del fracaso.
La entrega del
Reina Sofia a Rafael Cadenas, parece una paradoja. El poeta más tímido y
discreto, el que evita los reflectores y los escaparates es condecorado con el
premio más mediatico de la poesía en nuestra lengua. Sí, pero ante esta
aparente contradicción, la calidad y el supremo arte de sus palabras inclinan
la balanza y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana se alza y dignifica
con una de las voces poéticas más relevantes de nuestros tiempos.
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