*Martha
Catalina Álvarez Godoy
Generalmente
desde que el individuo nace recibe muestras de afecto sobe todo por los progenitores, familiares y amigos
cercanos, el retoño se convierte en el centro de atención para todos. Se hacen
presentes las manifestaciones que le otorgan no sólo cariño al pequeño, sino
que le brindan confianza, seguridad, bienestar en el entorno que le rodea; estos
aspectos son básicos por el acercamiento afectivo que se produce e interés
hacia su persona y logros alcanzados que lo estimulan significativamente.
Los
padres de familia o quienes cuidan y atienden al niño se empeñan por enseñarle
a comunicarse con los demás, acciones específicas propias de la edad, como
hablar, comer y comportarse adecuadamente; este ambiente que lo motiva a descubrir
las capacidades y cualidades que posee, debe prevalecer en casa durante las
siguientes etapas formativas.
Lo
anterior, es gran apoyo para sí mismo y los docentes que tendrá al momento de
ingresar al ámbito escolar, lo aprendido le servirá para actuar con mayor
independencia, seguridad y decisión en este nuevo escenario. A medida que crece
va siendo más consciente de la influencia que ejerce la parte afectiva en su
persona, lugar que ocupa y efecto que produce en su desarrollo y aprendizaje;
los lazos y vínculos afectivos lo fortalecen para hacer o no su mejor esfuerzo,
obtener lo que quiere y necesita aprender.
Se
hace necesario que padres de familia, maestros y personas ocupadas en la
enseñanza y formación de los niños, atiendan, estimulen y promuevan la
dimensión afectiva en cada una de las diferentes etapas del desarrollo del
individuo, como una de las condiciones indispensables para el aprendizaje de
los niños, adolescentes y jóvenes. Existe una estrecha relación entre la
dimensión afectiva y el aprendizaje de los alumnos, respecto a la dimensión
afectiva, Gómez (2000) apunta que esta incluye actitudes, creencias,
apreciaciones, gustos, preferencias, emociones, sentimientos y valores. Define
el término dimensión afectiva como “un extenso rango de sentimientos y humores
(estados de ánimo) que son generalmente considerados como algo diferente de la
pura cognición”.
La
relación entre la dimensión afectiva y aprendizaje no va en un único sentido,
debido a que los efectos condicionan el comportamiento y la capacidad de
aprender y recíprocamente el proceso de aprendizaje provoca reacciones
afectivas (Estrada, 2002).
Cabe
preguntarnos entonces, ¿por qué si la dimensión afectiva estimula al individuo
para que aprenda, tiene poca relevancia en el proceso de aprendizaje de los
alumnos, dándose mayor prioridad al aspecto cognitivo?, ¿Qué pasará con
aquellos alumnos cuya dimensión afectiva no se desarrolla en ninguno de los
espacios formativos? Regularmente los niños, adolescente y jóvenes que son inseguros,
tampoco creen en sus capacidades personales, se les dificulta quererse, aceptarse como son, expresar
sentimientos, percepciones, pensamientos o conocimientos.
Puntualizo
que es fundamental que los educadores desde la casa y escuela propicien el
desarrollo de la dimensión afectiva para que el proceso de aprendizaje tenga
más sentido y razón de ser para los alumnos, además de que lo disfruten.
*Asesora
en el Centro de Actualización del Magisterio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario