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lunes, 28 de mayo de 2018

Migrantes indígenas en la urbe de Guadalajara





En la Zona Metropolitana de Guadalajara habitan un número considerable de indígenas migrantes, de diversos grupos étnicos, cuyas vidas se han modificado al realizar un viaje a la capital de Jalisco en busca de una vida mejor, en este reportaje se detallan algunos datos, se describen sus formas de vida, pero sobre todo se analizan detalles de las comunidades indígenas en la ciudad y su área metropolitana




(Primera de tres partes)

Después de estudiar la secundaria y la preparatoria en San Cristóbal de las Casas, Miguel Gómez Pérez, indígena perteneciente al pueblo tzeltal, decidió abandonar su trabajo que había sostenido a lo largo de tres años con un ingeniero chiapaneco que tenía una empresa dedicada a la construcción de infraestructura para la energía eléctrica, decidió salir a seguir estudiando a otra parte del país.
            Lo único que sabía en el momento que tomó la decisión era que tenía dos destinos: Monterrey o Guadalajara. Pero el azar de la fortuna hizo que sucediera lo siguiente. “Llegué a las 7 de la mañana a la Ciudad de México —dice— y lo que quería era seguir. Y había una salida a las 7:30 a Guadalajara y fue que me vine para acá”.

Llegó a la ciudad y buscó un cuarto dónde dormir. Encontró. Buscó trabajo y comenzó a trabajar. Lo que siguió fue que indagó sobre las escuelas donde impartían la carrera de Derecho y se inscribió.

—Estudié en una escuela incorporada a la Universidad de Guadalajara la carrera de Derecho, y en agosto del año pasado terminamos Ciencia de la Educación Familiar.

En San Cristóbal de las Casas intentó estudiar como profesor bilingüe, “pero nunca aprobé mi entrada, hice también dos veces exámenes para entrar a la facultad de Derecho, y tampoco aprobé. Yo trabajaba entonces con un ingeniero. Pero me desesperé. Mi objetivo al salir de mi comunidad era seguir estudiando. Pero con ese trabajo no podía estudiar: salíamos con mucha frecuencia a las comunidades y no estaba establecido en ninguna parte, entonces a los tres años me desesperé de eso y me dije: yo me voy de aquí. No sabía a dónde. De por sí cuando salí de mi comunidad no conocía a nadie, mi primer contacto y estancia en una ciudad fue San Cristóbal de las Casas. Fue allí que estuve y sin ningún objetivo.

Durante su estancia en la licenciatura —dice— había parte del grupo en el que mi persona de origen indígena tenía aceptación, sin embargo había otra parte, otro sector, en el cual no era aceptado, yo siempre los acepté y respeté. Mi filosofía siempre ha sido: el que quiera ser mi amigo, soy su amigo; y quien no, lo respeto amablemente.

Ahora Miguel Gómez Pérez es el responsable del área de Indígenas migrantes residentes de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas (UACI) de la Universidad de Guadalajara.

La población indígena migrante



De acuerdo con las estadísticas del INEGI, en México hasta el año pasado (2017), la población indígena sumaba 11 millones, lo que es un diez por ciento del total de los habitantes en el territorio nacional; algunas cifras oficiales hablan de que en Jalisco, siguiendo los datos de la Encuesta Intercensal del INEGI, en 2015 se registraron en Jalisco 7 millones 427 mil 770 personas de 3 años y más en viviendas particulares habitadas, de los cuales, 56 mil 938 (0.77%) hablaban alguna lengua indígena; mientras que 7 millones 352 mil 547 (98.99%) no lo hacían (http://www.iieg.gob.mx/contenido/noticias170221-lengua-materna.pdf ).

Afirma Miguel Gómez Pérez: en Guadalajara y su zona metropolitana (ZMG) hay grupos indígenas migrantes de varias las etnias, pero predominan los mixtecos, purépechas, otomíes, triquis, wixáricas, mazahuas, zapotecos y tzoziles.

Aduce que no hay un motivo único para que las comunidades indígenas migren a ciudades como Guadalajara, si no “que cada grupo tiene diferentes motivos” de acuerdo a las zonas de donde provengan; en el caso particular de Miguel Gómez Pérez, quien llegó de Chiapas, fue porque en su comunidad no había “dónde estudiar” y las que había “estaban muy alejadas”. Ese es uno de los motivos que embarga a Miguel, sin embargo no en todos fue igual, pero prevalece una idea: se migra a las grandes ciudades porque la vida se ha vuelto complicado en sus comunidades, y ya no pueden crecer y trabajar.

“De ahí que se busquen nuevas oportunidades”.
En el caso de la etnia wixáricas, muchos han abandonado su territorio al norte de Jalisco, porque el trabajo escaseaba por diversos motivos, uno de ellos es que se vive en una “zona desértica”; algo similar pasa con los otomíes: ellos migran debido a que su territorio es semidesértico y poco fértil.

Hace dos años que algunas personas de la UACI —narra Miguel— fuimos a Santiago Mexquititán (en el estado de Querétaro) y lo que encontramos fue que no había modo de hacer producir las tierras; entonces a la comunidad hizo su éxodo hacia Guadalajara. Otro motivo, y fuerte, es que han sido expulsados por la religión.

Aunque no ha sido el caso de la gente que se ha acercado a la UACI, hay en Chiapas, en la zona San Juan Chamula, donde “ahí existe el priismo y el catolicismo: es la religión que se debe profesar y el partido al que se debe afiliar”, y la comunidad es muy “cerrada”. Es sólo un caso, ya que en la actualidad en otros municipios y regiones indígenas del país existe la libre elección religiosa y partidista.

La diversidad cultural en la actualidad viven la mayoría de las comunidades étnicas permiten que haya en un mismo grupo diferentes pensamientos y adiciones a partidos políticos y una libre elección religiosa, lago que hace más rica a la comunidad y a las personas que la conforman.   

Los grupos migrantes indígenas ya establecidos en la Zona Metropolitana de Guadalajara, no profesan una sola religión, ya que, de acuerdo con las palabras de Miguel Gómez Pérez “hay una diversidad, ya hay una diversidad. En los tiempos recientes algunos ya han cambiado de religión y no ha sido un problema con su comunidad, hace poco un compañero de mi comunidad se integró a la Iglesia del Séptimo Día, pero hay casos como los purépechas que siguen al pie de la letra, tal vez por la cercanía a su tierra sin cambiar sus usos y costumbres y su religión”.

Guadalajara es una ciudad que siempre acoge a muchas personas; quizás muchos dirán que es un estado muy conservador y muy racista “y respecto esa opinión”, sin embargo “en mi caso y el caso de los grupos con los que hemos entablado una charla, han mencionado que aquí han crecido, como comunidad y como personas, creo que han aceptado lo que el estado de Jalisco les ha dado y ellos se han adaptado bien a lo que hay aquí”.

Las barreras que enfrentan los migrantes

Uno de los principales problemas que enfrentan las familias al llegar a la ZMG es que “muchos lamentablemente no tienen estudios escolares: no ha terminado su educación, la secundaría y la preparatoria, y casi nadie cuenta con una licenciatura. Básicamente la mayoría son agricultores y, al insertarse a la vida de la ciudad, en cualquier empresa, tienda o industria, exigen estudios básico y ellos no cuentan, en su mayoría, con ellos, creo es uno de los principales conflictos; y en casos particulares como el de los mixtecos (entre otros), que se dedican a la producción de su artesanía es encontrar el espacio para vender sus productos”, Miguel sabe que existe la Ley General de los Derechos de los pueblos indígenas del Estado de Jalisco,  donde se dice en que el Estado está obligado a defender, difundir y conservar la cultura, “pero no dice cómo”.

Los grupos indígenas que ya se establecieron en la ZMG se han asentado en los diferentes municipios del Área Metropolitana de Guadalajara como: Las colonias Constancio Hernández, en La Ferrocarril, Felipe Ángeles, Cerro del Cuatro y Polanco (en Guadalajara), Lomas de la Primavera, Miramar, El Fortín (en Zapopan);; Tateposco, Las Pintitas, El Rosario y Centro de Tonalá; La Duraznera, Francisco I. Madero, Buenos Aires (primera y segunda sección en Tlaquepaque), y acorde con los datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su censo, advierte que hay en el Área Metropolitana 42 mil indígenas y es el grupo étnico de los wixáricas el más numeroso, y aunque es fiable la cifra porque se ha realizado el censo, Miguel sospecha que el número de personas indígenas en la zona metropolitana es mayor, ya que “sabemos que si alguien va a preguntarle a estas comunidades si pertenece a alguna comunidad indígena, la gente siempre dirá que no…”.

—¿y cuál es la razón por la que responde que no?

—Porque invariablemente se toma como morbo y la gente de las comunidades se da cuenta…
Algunos grupos se han conformado como asociaciones que están constituidas legamente, ya tienen una figura jurídica. Son los casos de la etnia de los triquis: Fondo Regional de Indígenas Migrantes de la ZMG (Guadalajara), los wixáricas artesanos (Guadalajara), el Fondo Nacional De Indígenas (Zapopan), Triquis Unidos (en Chapala están), y los grupos de las familias nañú en la colonia Francisco I. Madero.

—¿Las autoridades cómo atienden las necesidades de ustedes como grupos indígenas migrantes?

—Hay una situación que me parece un poco curiosa. Hace dos años, cuando nos acercamos a las autoridades de Tlaquepaque para registrar una cooperativa de mujeres, de la familia ñanú, y ellos nos dijeron —extrañados— que no existían grupos indígenas en su jurisdicción. A lo que les dijimos que sí, que sí había, que éramos nosotros. Y se volvieron a sorprender las autoridades. Y nos dimos cuenta de dos cosas: 1) nosotros como indígenas no lo hemos visibilizado ante las autoridades, y 2) las autoridades no han visibilizado que existimos, que somos de otras regiones del país y que estamos viviendo aquí, en la Zona Metropolitana de Guadalajara.







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