En la Zona Metropolitana de Guadalajara habitan un número considerable
de indígenas migrantes, de diversos grupos étnicos, cuyas vidas se han
modificado al realizar un viaje a la capital de Jalisco en busca de una vida
mejor, en este reportaje se detallan algunos datos, se describen sus formas de
vida, pero sobre todo se analizan detalles de las comunidades indígenas en la
ciudad y su área metropolitana
(Primera
de tres partes)
Después de estudiar la secundaria y la preparatoria
en San Cristóbal de las Casas, Miguel Gómez Pérez, indígena perteneciente al
pueblo tzeltal, decidió abandonar su trabajo que había sostenido a lo largo de
tres años con un ingeniero chiapaneco que tenía una empresa dedicada a la
construcción de infraestructura para la energía eléctrica, decidió salir a
seguir estudiando a otra parte del país.
Lo
único que sabía en el momento que tomó la decisión era que tenía dos destinos:
Monterrey o Guadalajara. Pero el azar de la fortuna hizo que sucediera lo
siguiente. “Llegué a las 7 de la mañana a la Ciudad de México —dice— y lo que
quería era seguir. Y había una salida a las 7:30 a Guadalajara y fue que me
vine para acá”.
Llegó a la ciudad y buscó un cuarto dónde dormir.
Encontró. Buscó trabajo y comenzó a trabajar. Lo que siguió fue que indagó
sobre las escuelas donde impartían la carrera de Derecho y se inscribió.
—Estudié en una escuela incorporada a la
Universidad de Guadalajara la carrera de Derecho, y en agosto del año pasado
terminamos Ciencia de la Educación Familiar.
En San Cristóbal de las Casas intentó estudiar como
profesor bilingüe, “pero nunca aprobé mi entrada, hice también dos veces
exámenes para entrar a la facultad de Derecho, y tampoco aprobé. Yo trabajaba
entonces con un ingeniero. Pero me desesperé. Mi objetivo al salir de mi
comunidad era seguir estudiando. Pero con ese trabajo no podía estudiar:
salíamos con mucha frecuencia a las comunidades y no estaba establecido en
ninguna parte, entonces a los tres años me desesperé de eso y me dije: yo me
voy de aquí. No sabía a dónde. De por sí cuando salí de mi comunidad no conocía
a nadie, mi primer contacto y estancia en una ciudad fue San Cristóbal de las
Casas. Fue allí que estuve y sin ningún objetivo.
Durante su estancia en la licenciatura —dice— había
parte del grupo en el que mi persona de origen indígena tenía aceptación, sin
embargo había otra parte, otro sector, en el cual no era aceptado, yo siempre
los acepté y respeté. Mi filosofía siempre ha sido: el que quiera ser mi amigo,
soy su amigo; y quien no, lo respeto amablemente.
Ahora Miguel Gómez Pérez es el responsable del área
de Indígenas migrantes residentes de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas
(UACI) de la Universidad de Guadalajara.
La
población indígena migrante
De acuerdo con las estadísticas del INEGI, en
México hasta el año pasado (2017), la población indígena sumaba 11 millones, lo
que es un diez por ciento del total de los habitantes en el territorio
nacional; algunas cifras oficiales hablan de que en Jalisco, siguiendo los
datos de la Encuesta Intercensal del INEGI, en 2015 se registraron en Jalisco 7
millones 427 mil 770 personas de 3 años y más en viviendas particulares
habitadas, de los cuales, 56 mil 938 (0.77%) hablaban alguna lengua indígena;
mientras que 7 millones 352 mil 547 (98.99%) no lo hacían (http://www.iieg.gob.mx/contenido/noticias170221-lengua-materna.pdf ).
Afirma Miguel Gómez Pérez: en Guadalajara y su zona
metropolitana (ZMG) hay grupos indígenas migrantes de varias las etnias, pero
predominan los mixtecos, purépechas, otomíes, triquis, wixáricas, mazahuas,
zapotecos y tzoziles.
Aduce que no hay un motivo único para que las
comunidades indígenas migren a ciudades como Guadalajara, si no “que cada grupo
tiene diferentes motivos” de acuerdo a las zonas de donde provengan; en el caso
particular de Miguel Gómez Pérez, quien llegó de Chiapas, fue porque en su
comunidad no había “dónde estudiar” y las que había “estaban muy alejadas”. Ese
es uno de los motivos que embarga a Miguel, sin embargo no en todos fue igual,
pero prevalece una idea: se migra a las grandes ciudades porque la vida se ha
vuelto complicado en sus comunidades, y ya no pueden crecer y trabajar.
“De ahí que se busquen nuevas oportunidades”.
En el caso de la etnia wixáricas, muchos han
abandonado su territorio al norte de Jalisco, porque el trabajo escaseaba por
diversos motivos, uno de ellos es que se vive en una “zona desértica”; algo similar
pasa con los otomíes: ellos migran debido a que su territorio es semidesértico
y poco fértil.
Hace dos años que algunas personas de la UACI
—narra Miguel— fuimos a Santiago Mexquititán (en el estado de Querétaro) y lo
que encontramos fue que no había modo de hacer producir las tierras; entonces a
la comunidad hizo su éxodo hacia Guadalajara. Otro motivo, y fuerte, es que han
sido expulsados por la religión.
Aunque no ha sido el caso de la gente que se ha
acercado a la UACI, hay en Chiapas, en la zona San Juan Chamula, donde “ahí
existe el priismo y el catolicismo: es la religión que se debe profesar y el
partido al que se debe afiliar”, y la comunidad es muy “cerrada”. Es sólo un
caso, ya que en la actualidad en otros municipios y regiones indígenas del país
existe la libre elección religiosa y partidista.
La diversidad cultural en la actualidad viven la
mayoría de las comunidades étnicas permiten que haya en un mismo grupo
diferentes pensamientos y adiciones a partidos políticos y una libre elección religiosa,
lago que hace más rica a la comunidad y a las personas que la conforman.
Los grupos migrantes indígenas ya establecidos en
la Zona Metropolitana de Guadalajara, no profesan una sola religión, ya que, de
acuerdo con las palabras de Miguel Gómez Pérez “hay una diversidad, ya hay una
diversidad. En los tiempos recientes algunos ya han cambiado de religión y no
ha sido un problema con su comunidad, hace poco un compañero de mi comunidad se
integró a la Iglesia del Séptimo Día, pero hay casos como los purépechas que
siguen al pie de la letra, tal vez por la cercanía a su tierra sin cambiar sus
usos y costumbres y su religión”.
Guadalajara es una ciudad que siempre acoge a
muchas personas; quizás muchos dirán que es un estado muy conservador y muy racista
“y respecto esa opinión”, sin embargo “en mi caso y el caso de los grupos con
los que hemos entablado una charla, han mencionado que aquí han crecido, como
comunidad y como personas, creo que han aceptado lo que el estado de Jalisco
les ha dado y ellos se han adaptado bien a lo que hay aquí”.
Las
barreras que enfrentan los migrantes
Uno de los principales problemas que enfrentan las
familias al llegar a la ZMG es que “muchos lamentablemente no tienen estudios
escolares: no ha terminado su educación, la secundaría y la preparatoria, y
casi nadie cuenta con una licenciatura. Básicamente la mayoría son agricultores
y, al insertarse a la vida de la ciudad, en cualquier empresa, tienda o
industria, exigen estudios básico y ellos no cuentan, en su mayoría, con ellos,
creo es uno de los principales conflictos; y en casos particulares como el de
los mixtecos (entre otros), que se dedican a la producción de su artesanía es
encontrar el espacio para vender sus productos”, Miguel sabe que existe la Ley
General de los Derechos de los pueblos indígenas del Estado de Jalisco, donde se dice en que el Estado está obligado
a defender, difundir y conservar la cultura, “pero no dice cómo”.
Los grupos indígenas que ya se establecieron en la
ZMG se han asentado en los diferentes municipios del Área Metropolitana de
Guadalajara como: Las colonias Constancio Hernández, en La Ferrocarril, Felipe
Ángeles, Cerro del Cuatro y Polanco (en Guadalajara), Lomas de la Primavera,
Miramar, El Fortín (en Zapopan);; Tateposco, Las Pintitas, El Rosario y Centro
de Tonalá; La Duraznera, Francisco I. Madero, Buenos Aires (primera y segunda
sección en Tlaquepaque), y acorde con los datos que maneja el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su censo, advierte que hay en el
Área Metropolitana 42 mil indígenas y es el grupo étnico de los wixáricas el
más numeroso, y aunque es fiable la cifra porque se ha realizado el censo,
Miguel sospecha que el número de personas indígenas en la zona metropolitana es
mayor, ya que “sabemos que si alguien va a preguntarle a estas comunidades si
pertenece a alguna comunidad indígena, la gente siempre dirá que no…”.
—¿y cuál
es la razón por la que responde que no?
—Porque invariablemente se toma como morbo y la
gente de las comunidades se da cuenta…
Algunos grupos se han conformado como asociaciones
que están constituidas legamente, ya tienen una figura jurídica. Son los casos
de la etnia de los triquis: Fondo Regional de Indígenas Migrantes de la ZMG
(Guadalajara), los wixáricas artesanos (Guadalajara), el Fondo Nacional De
Indígenas (Zapopan), Triquis Unidos (en Chapala están), y los grupos de las
familias nañú en la colonia Francisco I. Madero.
—¿Las
autoridades cómo atienden las necesidades de ustedes como grupos indígenas
migrantes?
—Hay una situación que me parece un poco curiosa.
Hace dos años, cuando nos acercamos a las autoridades de Tlaquepaque para
registrar una cooperativa de mujeres, de la familia ñanú, y ellos nos dijeron
—extrañados— que no existían grupos indígenas en su jurisdicción. A lo que les
dijimos que sí, que sí había, que éramos nosotros. Y se volvieron a sorprender
las autoridades. Y nos dimos cuenta de dos cosas: 1) nosotros como indígenas no
lo hemos visibilizado ante las autoridades, y 2) las autoridades no han visibilizado
que existimos, que somos de otras regiones del país y que estamos viviendo
aquí, en la Zona Metropolitana de Guadalajara.
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