Héctor
Olivares
Hará
cosa de dos meses un precipitado pronunciamiento de un líder sindical de la
Secretaria de Salud desató “la caja de Pandora” al anunciar la inminente
destitución del Director de la Región Sanitaria VI, Ciudad Guzmán, a quien los
trabajadores sindicalizados acusan de violentar las Condiciones Generales de
Trabajo, destacando una “actitud” poco proclive al diálogo. Como dicen que
dicen los abogados “asumiendo sin conceder” que dicho señalamiento sea verdad,
entonces el directivo tiene que irse, porque la dinámica de la vida
institucional, sobre todo de las dependencias públicas, requieren de un
liderazgo basado en la confianza. Una definición de “librito” señala que “el
líder debe abrir espacios de comunicación y acción para que sus colaboradores
aprendan, innoven y contribuyan a los objetivos previstos”. “Donde hay muro por
delante y por detrás, abundan las murmuraciones, la envidia y la conspiración
mutuas, señala Rabelais en Gargantúa.
Pero
hablaba de la “caja de Pandora” (aunque en realidad era una tinaja ovalada) y
de los males que escaparon al abrirla, y es que apenas la semana pasada los
trabajadores sindicalizados de la Región Sanitaria, incluidos por supuesto los
hospitales de Ciudad Guzmán y Sayula, se manifestaron abiertamente exigiendo la
renuncia inmediata no sólo del Director de la Región, sino del Responsable de
la Salud Pública (una especie de Diógenes), y de los directivos del Hospital
Comunitario de Sayula. Pero el asunto no paró ahí, es decir en una legitima
demanda de los trabajadores –legitima no porque sean verdaderos los
señalamientos en contra de estos servidores públicos, sino porque dichas
manifestaciones se circunscriben dentro de la “lucha” permanente que conlleva todo
pacto social, adoptando la expresión utilizada por Rousseau, sino porque “alguien”
escudado en el anonimato mandó sendas ofrendas mortuorias a los servidores
públicos señalados, acción reprobada por los líderes sindicales y por los
propios trabajadores de la salud, acrecentando más el nivel de incertidumbre respecto
a las demandas de los trabajadores sin que a la fecha se haya tomado una
decisión oficial al respecto.
Ojala y
al final del día no vaya a ocurrirle a los trabajadores sindicalizados lo que
les ocurrió a las ranas de la fábula de Esopo, las cuales cansadas del desorden
y anarquía en que vivían, mandaron una delegación a Zeus para que les enviara
un rey. Zeus, atendiendo su petición, les envió un grueso leño a su charca. Espantadas
las ranas por el ruido que hizo el leño al caer, se escondieron donde mejor
pudieron. Por fin, viendo que el leño no se movía más, fueron saliendo a la
superficie y dada la quietud que predominaba, empezaron a sentir tan grande
desprecio por el nuevo rey, que brincaban sobre él y se le sentaban encima,
burlándose sin descanso.
Y así,
sintiéndose humilladas por tener de monarca a un simple madero, volvieron donde
Zeus, pidiéndole que les cambiara al rey, pues éste era demasiado tranquilo.
Indignado
Zeus, les mandó una activa serpiente de agua que, una a una, las atrapó y
devoró a todas sin compasión.
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