Samuel Gómez Patiño
Para
tener derecho a criticar al gobierno (de cualquier país) debemos primero
cumplir con nuestras obligaciones, y no digo que solo las fiscales sino todas
aquellas establecidas por las leyes correspondientes. Todos deseamos vivir en
paz y con tranquilidad, pero nos hemos convertido en vecinos distantes,
queremos una ciudad limpia, pero tiramos basura en el suelo no en los depósitos
correspondientes o simplemente nos quejamos de la educación en nuestro país,
pero nunca en la que le damos a nuestros hijos en casa.
Podemos
dividir a los trabajadores de acuerdo a sus aportaciones al gobierno en
empleados formales e informales. El empleo formal aporta al erario cada nomina
sin falta sus impuestos vía patrón, ente 35 y 40 % aproximadamente. En cambio,
las personas que no están en la formalidad no pagan impuesto sobre la renta, y
desafortunadamente un porcentaje mayor de trabajadores están en este caso.
Por
un lado, el gobierno debe de proveer las oportunidades para que los mexicanos
puedan trabajar formalmente, paguen sus impuestos, tengan seguridad social, y
por consecuencia crecimiento económico. Por supuesto debe de cumplir
administrando eficientemente los recursos que obtiene, pero eso es otra
historia.
Cada
que el gobierno en turno necesita recursos, inventa nuevos impuestos que por
supuesto solo pagan los empresarios y empleados formales esto es, los que están
registrados ante Hacienda. Siempre es un castigo la carga tributaria para quien
cumple con todas sus obligaciones, pero cuando se trata de criticar y quejarse
los no contribuyentes son los primeros en brincar y manifestarse. Las dos
principales formas de recaudar ingresos de Hacienda son a través del impuesto
sobre la renta (o impuesto al trabajo) y el impuesto al valor agregado
(impuesto al consumo).
En
el caso del impuesto al consumo, al aplicarse sobre lo que podemos consumir o
disfrutar, hasta el que trabaja de forma informal paga. Pero de acuerdo a
nuestros diputados y senadores, hay productos que no deben gravarse, ya que
perjudican a las personas en su economía y discrecionalmente deciden cuales son
estos productos; en realidad, sirven a intereses personales o de partido, en
lugar de realizar estudios serios que ayuden a determinar y tomar decisiones
que de verdad ayuden a la ciudadanía.
En
fin, escucho a los políticos prometer que cuando lleguen a la presidencia van a
bajar el IVA; si bien es cierto, que tenemos desventaja en la frontera ya que
el llamado Tax que te cobran allende el muro es de alrededor del 7.5 al 9 % (en
Estados Unidos, cada municipio apoyado por su cabildo determina cuanto se
cobrará a través del consumo) solo servirá para los que tienen más y al trabajo
informal. Escuche también al gobierno federal, que con tal de atraer
inversiones al país prometer a las diversas industrias apoyos fiscales
postergando los pagos de ISR durante periodos establecidos, pero la ayuda
siempre es al que arriesga nunca para el que aporta cabalmente su impuesto al
trabajo, los empleados formales.
Debería
de analizarse (tarea para diputados y senadores), generalizar el IVA a todos
los productos y servicios, y el mismo porcentaje en el país, el 16 %. La
oposición siempre discute que esto perjudica a los más pobres, ya que encarece
los productos y servicios, pero hay una realidad los que carecen de ingresos
altos adquieren satisfactores de menor valor, digamos por ejemplo medicamentos
similares; y los pudientes, siempre adquieren medicinas más caras, por lo tanto,
aportan más impuesto a través del IVA que los que tienen menos ingresos.
Pero,
¿Cómo podemos compensar el aumento en el pago al consumo?, para ser justos, si
los trabajadores formales son los que aportan más ingresos al gobierno, ¿Por
qué no premiarlos a través del impuesto al trabajo o ISR? Me parece que la tasa
impositiva se podría bajar a niveles de 20 a 30 %, lo cual compensaría que
recibirían más efectivo para poder consumir en mayor cantidad y comprar mejores
productos ayudando a la economía nacional.
Entonces
para los trabajadores que están en la formalidad, sería más justo ya que aunque
su gasto al consumo podría subir los ahorros al impuesto al trabajo lo pueden
compensar, además de tener las prestaciones sociales como servicios médicos,
INFONAVIT, ahorro para el retiro, etc.; en cambio, los que trabajan en la
informalidad, tanto patrones como trabajadores, aportarían al erario a través
de su consumo, todos se alimentan, viajan, se divierten. Esto solo es una idea,
pero que interesante sería por lo menos analizarla.
La
próxima semana, te platico del libro “No es lo que dices, sino cómo lo dices”
de Michael Parker
Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme
al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
*Vicepresidente Educativo del Club
Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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