PANCHO VILLA
John Reed vino a la frontera de México en enero de 1914, atraído por la
leyenda de Pancho Villa, y escribió un largo reportaje: México insurgente: la revolución de 1910, publicado (como libro)
casi de inmediato. Ese mismo año la compañía Mutual Films Corporation solicitó
la exclusividad de las imágenes de Villa en batalla —y le proporcionó un
cincuenta por ciento de las utilidades adquiridas que, se supone, el Centauro del
Norte invirtió en su causa revolucionaria y las dejó en rollos en un documental
titulado The life of general Villa.
El 1931 aparecieron dos novelas que describen de
cuerpo entero al caudillo: ¡Vámonos con
Pancho Villa!, de Rafael F. Muñoz y Cartucho,
de Nellie Campobello. Martín Luis Guzmán dio a conocer las Memorias de Pancho Villa en 1951. Años más tarde, primero como un
drama para la escena, y firmado por Sabina Berman, se dio a conocer Entre Villa y una mujer desnuda, que fue
estrenada en la Ciudad de México en 1993 y permaneció —con gran éxito— por dos
años en cartelera; luego fue un filme, bajo el título de Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, dirigido por Isabelle
Tardan y la propia Berman, y levantó el entusiasmo en las salas de cine de todo
el país. Para continuar la tradición, durante el año de 1987, Enrique Krauze
publicó su serie de textos históricos bajo el nombre de Biografía del poder, y en el volumen IV nos dejó su “Francisco
Villa. Entre el ángel y el fierro”; poco después, en 2006, fue Paco Ignacio
Taibo II quien presentó su libro Pancho
Villa: una biografía narrativa, reeditado hace unos meses. Quien esperó 32
años fue Ricardo Garibay para que su guión lo tomara Felipe Casalz en una de
las películas más recientes, en que la figura de Villa es la central. Chicogrande se rodó para ser vista por
el amplio público durante este Centenario de la Revolución, y se estrenó en
Francia, donde los diarios han reportado su enorme éxito, comprobando que el
personaje de Villa es uno de los más conocidos de nuestra historia nacional en
todo el orbe.
Aparte de las novelas históricas y de ficción,
un sinnúmero de historiadores ha escrito y publicado libros y artículos
periodísticos, siempre subyugados por la misma pasión que trajo a John Reed a
nuestro país, pues Pancho Villa es un personaje atrayente y bien construido, no
por quienes han escrito sobre él, sino por sí mismo. Villa, se puede decir, fue
su propio creador y su historia siempre se volverá a contar en las distintas
formas literarias que conocemos…
EMILIANO
ZAPATA
Una de otra, las muertes de los últimos hijos de Emiliano Zapata
acontecieron con apenas dos años de distancia, y no tuvieron, como se hubiera
esperado en un país que ha mitificado la figura del “Caudillo del Sur”,
relevancia en los diarios nacionales.
Brotaron fugitivas noticias, en su momento, ofrecidas
por El Universal y Notimex, pauta
para que la misma información —lacónica, tibia y sin chiste— se reprodujera en
los diarios de provincia con la misma frialdad con la que hoy se miran los
ideales zapatistas, que dieron magnitud a la primera revolución social del
siglo XX; la cual, casi en seguida de su culminación, fue asumida como “causa e
ideología” por el Revolucionario Institucional.
Si bien es cierto que Diego Zapata Piñeiro
(fallecido en diciembre de 2008, a los 92 años, en Cuautla), no tuvo una
presencia destacada en la vida política nacional, sí la tuvo Mateo Emiliano
Zapata Pérez (quien murió en enero de 2007, a los 89 años, en el DF), pues fue
el fundador del Movimiento Nacional Plan de Ayala, iniciativa que había lanzado
su padre el 28 de noviembre de 1911, cuando acusó al gobierno de Madero de traicionar
las causas campesinas.
Ninguna de las muertes fueron motivo para que la
prensa diera un seguimiento puntual de la trayectoria de los hijos de Emiliano,
ni las instituciones gubernamentales hicieron algo por reivindicarlos más allá
de homenajes grises y con tintes políticos.
El Caudillo fue el autor de una de las frases
más contundentes que se conozcan en todo el mundo: “Tierra y libertad” (cercana
a la que escribiera Lenin: “¡Proletarios del mundo, uníos!”). Emiliano Zapata
expuso durante su actividad de lucha todo un ideario y hasta un “Plan de Ayala”
a favor de los campesinos, que hoy, a causa del desgaste y las versiones
manipuladas, poco se conoce y menos se entiende; pero quien sí lo comprendió
(en su momento) fue Pancho Villa; con su escasa educación supo que el Caudillo
del Sur no peleaba por “las tierritas”, sino por “la Madre Tierra”, y tenía
razón.
La figura del Caudillo del Sur ha sido motivo de
discursos y homenajes oficiales del partido-gobierno a lo largo del tiempo,
logrando desvanecer su relevancia en la historia mexicana y mundial, pues nunca
se dejó en claro la verdadera causa y motivos de su lucha armada, pero sí lo
convirtieron en mártir, en ideología y en “miembro” de un partido político del
cual el General nunca supo de su existencia, pues vendría a existir en el
futuro, ciertamente ya lejano a su vida, que fuera arrebatada, por cierto, a
traición en la hacienda de Chinameca, en 1919.
Quien alguna vez fue de carne y hueso, y con su
lucha de algún modo abrió las puertas del progreso a México, fue pintado en
murales y lienzos lo mismo por Alfaro Siqueiros, que por Rivera, Best Maugard,
Orozco, Gironella, o Belkin (entre otros artistas plásticos), quienes de algún
modo también contribuyeron a la mitificación y mistificación de su figura. Los
corridos revolucionarios hicieron lo propio y buscaron formas para hacer de
Emiliano un ser más bien próximo al romanticismo que a la realidad.
Sin embargo, fue el cineasta Elia Kazan quien
llevó a Hollywood, en 1952, al General, con su controvertido filme ¡Viva Zapata!, que personificara Marlon
Brando y tuviera las peores críticas de los estadounidenses. De Kazan a Alfonso
Arau, quien hace poco presentó una versión libre de la vida del Caudillo en su
Zapata, el sueño de un héroe (personificado por Alejandro Fernández), distan
muchos años y enormes rollos de cinta, pues hasta Antonio Aguilar logró hacer
del mito una película menor, contribuyendo a que la figura del héroe
revolucionario se haya convertido, al igual que grandes personajes de la
historia, como Ernesto “Che” Guevara y hasta Martin Luther King (entre medio
centenar más), en una especie de iconografía del vacío, que hoy se porta,
incluso, en camisetas, que venden en un tianguis de tercera o hasta en tiendas nice de cualquier plaza comercial de
México. La nueva realidad del mundo permite que quienes las vistan no sepan ni
una palabra de los personajes a quienes pertenecen las figuras, porque en estos
tiempos posmodernos lo mismo es una cosa que otra y ya no importa el
pensamiento, sino la figura, el gesto, la manía, o la alegoría de la estupidez
y la vacuidad…
Debió ser extraña la vida de los hijos de
Zapata, pues vieron a lo largo del siglo pasado convertirse a su padre, ya no
en lucha, ya no en rebeldía, ya no en ideario, sino en imagen, en pergamino y
en fotografía localizable en cualquier tienda para turistas en Tlaquepaque.
Actualmente es más clara la frase de Oscar Wilde
cuando dijo “Hoy en día la gente conoce el precio de todo, pero el valor de
nada”.
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