Samuel Gómez Patiño
Los mexicanos tenemos la costumbre
de echarle la culpa a alguien de nuestros males. Nuestro sobrepeso, nuestras
enfermedades y nuestras miserias son culpa de las grandes corporaciones al
crear hábitos de consumo en alimentos, vestido, comunicaciones,
entretenimiento, etc., lo que nos evita cuidar nuestra salud, nuestra cartera y
peor aún, nuestro valioso tiempo. Yo creo, que esto va más allá, está en la
forma en que hemos sido educados para cubrir nuestras necesidades. No me
malinterpreten, ahora le echo la culpa a ustedes.
Una
de las materias que imparto en la universidad es mercadotecnia, y mi primer
propósito al inicio de cada semestre es que los alumnos reflexionen sobre la
importancia de ser profesionales al aplicar las herramientas que aprendieron en
sus años dentro de la universidad y que lo hagan con eficiencia, pero sobre
todo con ética y profesionalismo.
No
imagino que, quien inventó el primer cuchillo lo haya hecho para matar a un
compañero. Supongo que era canalizado para poder cazar y por supuesto comer.
Cada vez lo fueron haciendo más sofisticado y por consiguiente más eficiente.
El problema no es el arma sino la forma en que haya sido utilizada. Lo mismo
pasa con cualquier producto o servicio, en la mayoría de los casos se han
creado para facilitar la vida humana y resolver nuestras necesidades.
Recuerdo
que, en mis años mozos, mi madre nos llevaba en vacaciones de verano a visitar
a mi abuelita Refugio Hernández en aquel lugarcito al lado de la carretera
llamado Hacienda Soyatlán de Afuera, en el estado de Jalisco. Un adolescente
citadino en el campo, entonces me fascinaba la vida rural, aunque la verdad
solo para descansar. Mi abuela tenía una tiendita de abarrotes en su casa al
lado de la carretera y enfrente de la Iglesia, curiosamente me la pasaba
ayudándole a mi abuela atendiendo la tienda.
Tenía
sus gallinas y cerdos, estos últimos no me dejaban dormir bien ya que sus
ronquidos eran estruendosos. El lugar donde era posible conocer hasta el nombre
de la comida y, no me refiero a si era gallina o cerdo, sino el nombre que le
ponían los niños a los animales porque ayudabas a alimentarlos sin saber que
después estarían en tu plato. Así que extrañamente el día que comíamos pollo ya
no andaba en el patio blanquita la gallina que alimente un día antes.
¿Alguna
vez has reflexionado qué tenemos que hacer para alimentar a una ciudad?
Con
los avances tecnológicos y médicos, hemos podido clonar una oveja, Dolly,
cuidar mejor los alimentos tanto vegetales como animales, pero también hemos
ocasionado cambios en los alimentos que sin haber sido la intención desatan
dudas de si lo hicimos bien. Dejo a los expertos en tecnologías y bioquímicos
este tema ya que en este artículo trato de que entendamos la responsabilidad de
los administradores y empresarios para procurar una mejor calidad de vida.
Me
parece que a excepción de los sepultureros, los negocios no quieren que sus
clientes se mueran, sino quien seguiría consumiendo sus productos, pero están
conscientes que deben tratar de que sus productos o servicios no dañen el medio
ambiente, la salud de las personas y demás seres vivos, por lo que vemos a las
corporaciones reaccionando ante estas eventualidades que hoy conocemos, como
los males por el exceso de consumo de azúcar en bebidas, químicos que impulsan
el cáncer y hasta el exterminio de especies animales y vegetales.
En
la ciudad de Tijuana, como en las grandes ciudades existe un alto consumo de
pollo, la gastronomía local es extensa y variada, pero indudablemente el pollo
se ha convertido en una parte importante de nuestra dieta, pero siempre me he
preguntado ¿Dónde están las granjas con tanto animal para surtir diariamente la
demanda de estos alimentos?
El
año pasado, leía un artículo de los muchos que subo a mi página de Facebook
“Aprendiendo de negocios”, la cual me sirve para tener temas de interés en
clase con mis alumnos. El articulo hablaba de como la organización McDonald’s
mencionaba que, en este año, sus productos derivados de la gallina serían de
“Ave libre”, que los proveedores de este tenían que estar certificados para
asegurarle a sus clientes que ya no consumirían alimentos originados de
animales enjaulados e inyectados con hormonas de crecimiento. Es inevitable que
los humanos consumamos alimentos de origen animal ni vegetal, para recuperar
energías debemos consumir de ambos reinos (aunque algunos lo nieguen), lo que
es indudable es que ahora entendemos mejor las consecuencias de las
alteraciones genéticas y sus consecuencias, por lo que las corporaciones deben
liderar y promover el cambio, ellas tienen el poder sólo les faltan las ganas.
Ahora
es nuestra responsabilidad reeducarnos para mejorar nuestros hábitos de
consumo, tanto en alimentos como en otros productos. Si la preocupación de los
clientes ya está permeando en las organizaciones, ¿Qué esperas para educar
mejor a las nuevas generaciones?
A
partir de la próxima semana, algunos artículos hablarán de libros interesantes
para la administración, para empezar, les platico del libro “Tiende tú cama” de
William McRaven.
Me gustaría leer tú opinión, puedes escribirme
al correo samuelgomez@uabc.edu.mx o en Facebook: Samuel Gómez Patiño
Vicepresidente Educativo del Club
Toastmasters Ejecutivos de Tijuana
Licenciado y Maestro en
Administración de Empresas
Catedrático en la Facultad de
Contaduría y Administración, en Tijuana
Universidad Autónoma de Baja
California
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