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miércoles, 7 de marzo de 2018

Un día sin el PRI






Clemente Castañeda Hoeflich


A partir de la conclusión de las precampañas electorales, el PRI comenzó a pautar un spot televisivo (http://bit.ly/2HvUL5Y) donde resalta las presuntas consecuencias de tener un día sin una serie de instituciones y programas sobre los cuales el PRI se arroga su paternidad, sugiriendo al ciudadano que “piense” para que no pierda o para que no le “desaparezcan” la educación gratuita, los servicios de salud o los créditos para adquirir una vivienda.

Una vez más el PRI nos recuerda que “no valoramos lo que tenemos”, como ha hecho el Presidente, que se “irrita” por las críticas de los ciudadanos, porque no “contamos lo bueno” que ha hecho su administración y por lo que él llama el “irracional enojo social”.

Este discurso del PRI y el gobierno federal refleja el patrón de indiferencia y soberbia que ha marcado al sexenio: un gobierno y un partido que han decidido ignorar y desdeñar las exigencias ciudadanas, que han preferido la fórmula del monólogo vertical autocomplaciente antes que la de escuchar, dialogar y corregir sus acciones.

El PRI les reclama a los ciudadanos que no ven lo bueno, que no valoran a sus gobiernos, que no piensan en el futuro y, de pasada, les advierte de la “desaparición” de programas y políticas públicas si ellos no gobiernan. El problema es que ese mismo PRI permanece indiferente ante los reclamos de los ciudadanos por la creciente desigualdad, por la incontenible inseguridad y violencia o por la falta de servicios básicos suficientes y de calidad. En lugar de un diálogo recíproco, el PRI propone crear un Padrón de Necesidades de cada Persona, un remedo kafkiano que afortunadamente quedará en el anecdotario de las campañas electorales.

La falta de autocrítica y de apertura del gobierno del PRI refleja un vaciamiento del discurso político, una descomposición del diálogo público, que son al mismo tiempo el reflejo del fin de un régimen, del agotamiento de una política cerrada, basada en el desdén a las demandas, aspiraciones y exigencias de los ciudadanos.

Por ello, vale la pena preguntarnos cómo sería en realidad un día sin el PRI en el gobierno. ¿Qué instituciones y prácticas perderíamos? En primer lugar, se desterraría esa visión monolítica y vertical del ejercicio del poder, en donde las críticas deben limitarse, en donde se debe “valorar” al gobierno y aplaudirle sus logros. Un día sin el PRI en el gobierno significaría el inicio de una nueva relación entre los ciudadanos y las autoridades, una etapa de diálogo, aprendizaje y apertura.

Un día sin el PRI en el gobierno igualmente deberá ponerle fin a la visión paternalista de las políticas públicas, esa misma que amenaza a los ciudadanos con perderlas si no valoran a su gobierno. La construcción de las instituciones es un proceso continuo de rediseño y evaluación, por lo que ningún partido, más allá de una posición de soberbia o ignorancia, puede sostener que sin él los programas públicos desaparecerán o se perderán.

Un día sin el PRI en el gobierno también significará comenzar a derrumbar instituciones que le han hecho daño a México, desde las políticas de privilegios y derroche de recursos públicos hasta las redes de complicidad y corrupción que han invadido la vida pública del país. Por eso, la salida del PRI del poder será algo que los ciudadanos valorarán, porque eso sí cuenta y contará mucho para transformar el régimen y refundar las instituciones.

         *Precandidato a Senador de la República por Movimiento Ciudadano en Jalisco.

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